sábado, 27 de enero de 2018

Letra 555, 28 de enero de 2018

EVANGELIZAR: UNA INVITACIÓN A VIVIR EN EL AMOR Y LA DIFERENCIA
Nicolás Panotto
Lupa Protestante, 17 de mayo de 2012

Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor; pero el mayor de ellos es el amor.
I Corintios 13.13

Resultado de imagen para compartir el evangelioLa evangelización es un tema complejo que despierta muchas susceptibilidades. Y no es para menos. Por diversas razones se la ha definido como imposición, proselitismo, como un tipo de discurso que debe aceptarse sin cuestionamientos, como la adhesión a una iglesia o religión, entre otras cosas. Sí, siempre se dice: “el evangelio es una forma de vivir, no una religión”. Pero del dicho al hecho, hay un abismal trecho. Los dogmas, las formas religiosas, las moralinas, pregonan por sobre la simpleza del sentido común y la vivencia cotidiana de la fe. La historia muestra muchos ejemplos que respaldan estas comprensiones, y la distorsión y daño que han traído en muchos sentidos. Nada de buenas nuevas; pura muerte y malas noticias. Pero a veces esos cuestionamientos, aunque totalmente veraces, nos pueden llevar a ser reacios con el tema, sin profundizar en sus riquezas y valores.
Hay muchas resignificaciones que son necesarias hacer, ya que el término “evangelizar” está viciado y cargado de sentido por su bagaje histórico, tal como recién mencionamos. Es interesante notar que en el NT encontramos 52 menciones de “dar o compartir las buenas nuevas”, mientras que “evangelista” –un término que refiere más a una función institucionalizada- aparece solo 3 veces. Como todo en la vida, parece que ciertos elementos se tornan resistentes cuando se sedimentan y pierden la frescura del proceso o la no definición estricta que conlleva el simple “compartir”, sin una forma única.
Defino compartir el evangelio como una invitación a vivir en el amor fraterno. Esta enunciación trae consigo algunos replanteamientos. Principalmente, el hecho de que el evangelio no es un cúmulo de credos sino un nuevo estilo de vida. No implica la aceptación de una religión sino una nueva manera de comprender la realidad y transitarla. Lo religioso es funcional a ese nuevo estilo de vida, y no al revés. El evangelio es una invitación a amar al prójimo; este punto de partida, y no otro –como puede ser la aceptación de una moralina, de una práctica religiosa, del cumplimiento de prerrogativas eclesiales–, es el marco a partir del cual se comprende la invitación a formar parte de una comunidad eclesial. En otros términos, se invita para aprender a amarnos juntos y juntas, no a ser un elemento más de la estructura eclesial. Sólo en comunidad crecemos en el amor, y así en la fe.
En resumen: compartir las buenas nuevas es vivir en el amor al prójimo según el ejemplo de Jesús, quien vivió en comunidad con sus discípulos y discípulas, creciendo en el amor fraterno y la enseñanza. Por todo esto, debemos aprender a ser simples a la hora de definir esta tarea: el evangelio es la representación del amor pleno de Dios hacia el ser humano, y el compartir la fe significa la inevitable carga de amar y compartir ese amor.
Ahora, la pregunta es: ¿sabemos amar? ¿Vivimos en el amor? ¿Es el amor la columna medular de nuestra comunidad de fe? La poca claridad sobre este tema ha influido negativamente en la comprensión de la evangelización: más que en una práctica de amor al prójimo, ella se define desde un lugar de poder, desde la creencia de ser poseedores de una Verdad que se debe transmitir, presentada como un discurso cerrado o una práctica religiosa. Compartiendo este tema con una amiga, me comentó de un graffiti cerca de su casa que dice así: “El amor no tiene dueño. El amor no tiene sueño. El amor no tiene”. Por eso tenemos que preguntarnos cosas muy básicas: ¿qué significa amar? ¿Es algo que poseo como un objeto o es un proceso que debo vivir y descubrir con los demás?
Vayamos a I Corintios 13, un conocido pasaje que refiere a estos temas. El contexto de este escrito es el reconocimiento de la heterogeneidad de la comunidad de Corinto, en la variedad de dones que todos y todas tenían. Al parecer, existían competencias y conflictos sobre el desarrollo de estas prácticas dentro del grupo. Por eso surge la pregunta: ¿cómo sobrellevamos esas diferencias? La respuesta es clara: el amor.
¿Pero implica el amor terminar con esa heterogeneidad y su inherente conflicto? Para nada. Por el contrario, significa sobrellevar y promover dicha pluralidad. Por ello, una de las consecuencias de la falta de amor es el no reconocer al otro en su diferencia. Existe una gran resistencia frente a lo que se presenta distinto a nuestra cosmovisión, creencia, identidad y práctica. Lo diverso da temor; por ello, se lo anula.
El pasaje muestra que el amor es aquella actitud que va más allá de las formas específicas, de lo dado, de lo establecido, como son los dones en sus formas concretas. Todo esto implica que el amor reconoce la imperfección. ¿Por qué? Porque no existe la perfección del lugar único, de nuestro espacio, pensamiento, religión, posición moral. La imperfección es lo que nos atraviesa y a su vez nos abre a la búsqueda de lo mejor, para nosotros/as y los demás, lo cual representa un proceso inagotable. Posicionarse en la perfección es encorsetar en un aura de poder mi particularidad.
No existe amor si no reconozco que necesito del otro y que el otro necesita de mí. Necesito a los demás porque no soy Dios, no puedo con todo. Este pasaje, en resumen, nos muestra que el amor es el reconocimiento de la diferencia que nos atraviesa, que nos abre como sujetos, tanto a nosotros mismos como hacia los demás.
Esta comprensión del amor nos quita del podio que muchas veces construimos, desde donde creemos tener y predicar la verdad absoluta a la cual el mundo debe rendirse. Por el contrario, como creyentes debemos reconocer más que nadie la finitud de la humanidad –y con ello de sus creencias, posiciones, pensamientos y lugares–, porque en ese reconocimiento se manifiesta el poder del amor como vínculo y como camino que inscribe el proceso de todo lo existente.
El amor y la esperanza van de la mano. En la Biblia, la esperanza no tiene que ver con un sentimiento romántico, como a veces creemos, sino que es un término teológico muy importante y denso en sentido. Es reconocer que la historia se basa en Dios y como tal se encuentra abierta a su acción. Lo que vemos ahora no es único ni absoluto; es algo muy distinto a lo que viviremos en un futuro (que tampoco conocemos) Por ello, amar en la esperanza significa cuestionar el egoísmo, el poder y el orgullo que cercenan formas distintas de sentir, de ser, de ver, tras la promoción de una verdad absoluta incuestionable. Vivimos en la esperanza de que todo puede cambiar y ser distinto. El amor reconoce la belleza y el poder de la diferencia ya que es en ella donde se manifiesta su riqueza multifacética. Por ende, nadie puede adueñarse de un lugar único, tanto para sí mismo como para los demás.
Amar en la esperanza es creer que todo tiene un proceso, que nosotros mismos estamos en proceso y debemos vivir en constante cambio. Amar en la esperanza es abrirnos a que los demás también se encuentran en proceso, en que pueden ser distintos y desde ese deseo alcanzar lo que anhelan. Eso nos quita del juicio y de apoderarnos del prójimo, para entregarnos a la tarea de abrir caminos de reconocimiento e inclusión. Amar en la esperanza implica reconocer que nosotros y nosotras necesitamos caminar con los demás en el descubrimiento de lo que viene, y que por eso carecemos de una verdad que sobrepasa al otro/a, que nos ubica en un lugar de poder y superioridad.
Compartir el evangelio significa amar e invitar a aprender a amar, no enseñar credos. En este sentido, el amor no es un medio, sino un fin en sí mismo. Es reconocer nuestra imperfección y necesidad de los demás. Así, la evangelización no es una invitación para que el otro/a aprehenda mi creencia porque ella es en sí única y perfecta, sino que es la demostración del deseo de que más personas se sumen en el camino en que nos encontramos todos y todas como seres humanos, donde necesitamos aprender a amar juntos, en comunidad, en sus múltiples formas.

En otras palabras, evangelizar es reconocer que necesitamos del otro/a. Es, en definitiva, invitar a vivir en esperanza, comprendiendo que las cosas pueden ser distintas de lo que son, así como nosotros/as mismos/as. Que las personas no son objetos receptores de un mensaje sino sujetos que viven opciones e historias, y por ende “están en camino”, así como nosotros y nosotras.
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UNA IGLESIA ENFERMA
La Jornada, 26 de enero de 2018

Resultado de imagen para fernando karadimaEs la transnacional económica, religiosa, social y política más antigua. Ha sorteado con éxito divisiones ideológicas y crisis severas. Como la que hace 500 años le causó el movimiento que encabezó Martín Lutero. Tiene en América Latina su base de creyentes más importante, fruto de la conquista española, que tuvo como apoyo la espada y la cruz. Pero esa fidelidad decrece año tras año. Y hay motivos suficientes para ello.
La mejor muestra de la enfermedad que corroe a la Iglesia católica acabamos de verla en Chile, durante la visita de Francisco. Fue un fiasco que él y quienes planean sus viajes en el Vaticano pudieron evitar y no quisieron. Sabían que dicha Iglesia ha perdido allí fieles a velocidad impresionante: en poco más de 20 años pasaron de 75 por ciento a 45 por ciento. Y no por irse a otras religiones, como en varios países del continente, sino porque no desean tener ninguna.
Esa reducción tan rápida y enorme se origina en el alejamiento de la jerarquía eclesiástica de los fieles y entregarse sin recato a la pequeña pero poderosa clase político-empresarial que maneja al país andino. Apoyó incondicionalmente al dictador Pinochet. Posee una enorme fortuna material y goza de incontables prebendas del Estado.
Y para completar el panorama negativo, han quedado sin sancionar ejemplarmente los más de 80 casos de pederastia en que se han visto envueltas congregaciones e influyentes prelados. El más destacado: Fernando Karadima, guía espiritual de la clase pudiente y de los principales políticos de la derecha. A diferencia de Marcial Maciel, el depredador por excelencia, Karadima no tuvo reparo en abusar de los hijos de algunos de quienes veían en él casi a un santo.
Aunque el Vaticano lo declaró en 2011 finalmente culpable de abusos sexuales contra menores, nunca pisó la cárcel y el grupo de clérigos cercanos sigue en activo y en altos cargos. Como Juan Barros, obispo de Osorno, a quien las víctimas de Karadima señalan de ocultar sus delitos. Pese al rechazo que hubo hacia él estuvo presente en toda la gira papal. Además, el guía espiritual de la alta sociedad chilena influyó para que el Vaticano nombrara obispos a otros sacerdotes de su confianza: Andrés Arteaga en Santiago, Horacio Valenzuela en Talca y Tomislav Klojatic en Linares.
Al hacer el recuento de daños de su visita, Francisco pidió perdón por exigir pruebas a las víctimas de la pederastia clerical. Pero insistió en la inocencia del obispo Barros, porque “no hay evidencias de su culpabilidad y, al parecer, no se van a encontrar”. La protesta contra dicho prelado y otros depredadores sexuales proviene de los católicos chilenos y de otros países. Si la Iglesia desea conservarlos, debe entregar a la justicia civil a los clérigos abusadores. Sin excepción.

Actividades y anuncios

OREMOS POR TODOS LOS PLANES Y PROYECTOS DE LOS MINISTERIOS PARA EL BIENIO 2018-2019

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CULTO DE ORACIÓN Y ESTUDIO
Martes 30 de enero, 19 hrs.
Modera: Alma Laura Adame H.

Llamamiento: Salmo 42.1-8
Oración de ofrecimiento
Himno: “Porque tú eres bueno” (51)
Círculo de oración (familias) y testimonios
Lectura bíblica: Ezequiel 18.1-13
Tema: El que peque, morirá
Himno: “Mi mano ten, Señor” (98)
Ofertorio
Bendición pastoral

NADIE CARGA CULPAS AJENAS
Julio Lamelas Míguez

Se ha de leer con el capítulo 33, pues tienen un tema común: la responsabilidad individual. El refrán popular: “Los padres comieron los agraces y los hijos sufren la dentera” (Ez 18,2b), es rechazado por Ezequiel en su teoría. Lo desmiente en un lenguaje preciso y casuístico.
El aserto del Decálogo, en Dt 5,7-10 y Ex 20,4s, sobre la retribución del Dios celoso que castiga "hasta la cuarta generación" en caso de trasgresión, y protege con piedad "por mil generaciones" a los que guardan y aman sus preceptos, era uno de los más conocidos entre la gente y uno de los más puestos en discusión por estar relacionado con el pecado de idolatría.
Los acontecimientos del destierro han confirmado la primera parte, pero el mismo destierro probará también la segunda. La misericordia de Dios atraviesa la historia sin término, por mil generaciones. En esto insiste Ezequiel. Dios ofrece un nuevo comienzo, una nueva llamada, para empezar a formar la nueva comunidad de Israel. Es posible romper la cadena del pasado y comprometerse a rehacer el futuro.
Aunque el principio de la responsabilidad personal no tiene su origen en Ezequiel (véase 2 Re 14,6; Jr 31,29ss.; Dt 24,16), es él quien le da la formulación más clara y precisa. No cabe duda de que en su interpretación resuenan algunos textos utilizados en las liturgias de acceso al templo en las que se pide pureza de intención y de acción individuales ("manos inocentes y puro corazón"; véase Sal 15; 24; Is 33,14-16; Miq 6,6-8).
Junto a la responsabilidad colectiva que une solidariamente a los miembros de la comunidad entre sí y con sus antepasados, se anuncia, sin anular la anterior, la responsabilidad personal del individuo, dueño y señor de su destino por voluntad de Dios. No vale echar la culpa a padres y abuelos, ni menos burlarse de la justicia divina.
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES


4 – Santa Cena / Reunión de Consistorio / Inicio de clases

La evangelización, tarea permanente de los discípulos, A.I. Edith Martínez V.

28 de enero de 2018

La evangelización es una tarea que Cristo dejó a sus discípulos y de la cual muchos tienen temor de hablar, inseguridad o lo ven como una tarea compleja o difícil de realizar. A veces se prefiere llamarle al Pastor o a un maestro de escuela dominical o algún hermano o hermana que se considera que está preparado para realizar tan importante misión.

Sin embargo,  hoy recordaremos lo bello y especial que es este mandato de Cristo y lo “sencillo” que puede ser.

1.     Selección de sus discípulos, los 12 apóstoles:
Mateo 4:18-22; Mateo 10: 2-4
La diversidad de costumbres, mentalidades y entornos diferentes que tenían los 12 apóstoles muestran que todas las personas podemos servir a nuestro Señor.

2.     ¿Pará qué los eligió? ¿Para qué los envía?
Mateo 4:23; Mateo 10: 1
Para enseñar, predicar, sanar toda enfermedad y toda dolencia de los afligidos.
Dios siempre sana a  los pobres, abandonados, necesitados y marginados.

Todo aquel que ha tenido un encuentro personal con Cristo no está ajeno a los problemas, a las enfermedades o a las situaciones adversas de la vida pero aún en esas situaciones contamos siempre con el favor de Dios,  nuestra esperanza es renovada día con día y la guía perfecta de nuestro Dios siempre nos acompaña.

Nosotros no tenemos desesperanza porque Dios siempre nos sorprende con sus resultados.

A nuestro alrededor hay personas con amargura, enojadas, tristes, deprimidas, frustradas, insatisfechas, rechazadas, inseguras, ansiosas y  solas pero la causa principal de todos estos sentimientos es la ausencia de amor que tienen.

Dios es amor, y al vivir Cristo en nuestras vidas podemos dar amor y llevar salud a esas vidas necesitadas y dolidas  porque esos sentimientos  sanan cuando hay amor, cuando ellos se sienten amados y tomados en cuenta.

Mateo 10:8 dice “Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia”

Todo el amor que recibimos a diario de nuestro Salvador es necesario compartirlo con los demás, es la perfecta medicina para los corazones dolidos y abandonados.

Y es aquí donde vemos “lo sencillo” de la evangelización, pues es el compartir con los demás lo que Dios ha hecho en nuestras vidas, es compartir una forma de vida que tenemos con nuestro Salvador, es dar testimonio de lo que vivimos a diario con nuestro Padre Celestial, con nuestro Amigo, con nuestro Guía, con nuestro Doctor, con nuestro Maestro, con nuestro Consolador, con nuestro Creador, etc.

Muchas veces,  sin necesidad de emitir palabra,  ya estamos evangelizando con nuestras acciones, de ahí la importancia de vivir bajo la dirección de Cristo y dando muestra del amor que recibimos del Padre.

Dios siempre nos ha sostenido, aun cuando hemos tenido limitantes o nos ha sido quitado algo importante ahí ha estado Dios sosteniéndonos todo el tiempo. Nunca nos deja.

Los hijos de Dios podemos compartir amor, esperanza, paz, tranquilidad y alegría porque Cristo está permanentemente con nosotros.

3.     ¿Qué es lo que Dios bendice grandemente?
Dios bendice grandemente cuando el hombre tiene fe en Él, confianza en Él y cuando su convicción en el Creador es total.

Algunos de esos ejemplos son:

-        La mujer sirofenicia: Mateo 15: 23-28
“Oh mujer, grande es tu fe, hágase contigo como quieres”
-        La mujer con flujo de sangre Mateo 9: 20-22
“Ten ánimo, tu fe te h salvado”
-        El Centurión cuyo siervo estaba enfermo:  Lucas 7:1-10
“Ni aun en Israel he hallado tanta fe”

Nuestro Creador nos sustenta todo el tiempo, aun cuando hayamos perdido el trabajo,  hayamos tenido carencias, nunca nos ha dejado desamparados ni tampoco sin comer, pues no hay justo desamparado ni que mendigue pan. Salmo 37: 25

Si vamos a evangelizar tengamos fe que Dios nos estará acompañando en tan valiosa e importante misión, pues Dios no sólo quiere guiarnos a nosotros para compartir su amor sino también quiere que la otra persona conozca su amor.

4.     ¿A quiénes hay que compartir la fe de Jesucristo?
Mateo 10: 5-6; Mateo 15: 23-28; Hechos 13:46-49; Juan 3:16

A todos en general,  porque aunque haya quienes desechen el amor de Dios hay otros que lo desean, quienes lo necesitan y quienes pueden mostrar más fe de la que imaginamos.

Dios es el único que conoce quién creerá en Él y será salvo pero nosotros no lo sabemos, por lo tanto compartamos con todos la fe  y el amor de Jesucristo pues Dios se encargará de dar la prosperidad.


5.     ¿Cómo debemos ser?
Mateo 10: 16 “Sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas.

La serpiente no actúa con inseguridad, ni con miedos, ni con indecisiones; por el contrario, la serpiente es firme, aguda, incisiva, penetrante.
La paloma es amigable, sensible, tierna.

No seamos de corazón duro porque pueden venir circunstancias que nos hagan sensibilizarnos para ver a nuestro prójimo como un ser vivo y valioso con sentimientos y no como objetos o números, sino como personas valiosas por las cuales Cristo derramó su sangre por ellas y por nosotros.
                 
Vivamos como Cristo, buscando dar salud, compartiendo amor y dependiendo del Padre Celestial continuamente.

A veces perdemos la abundancia porque depositamos ahí nuestra confianza y nuestra fe olvidando que Cristo es nuestro sostén. Aprendamos a depender de Dios como Cristo lo hacía, aprendamos a ser sensibles con nuestro prójimo como Cristo lo hacía pero aprendamos también a ser defensores de la justicia como Cristo también lo hacía.


Conclusión:

La Palabra de Dios nos hace recordar que:
·       Dependiendo de Dios somos sostenidos en todo tiempo, haya abundancia o carencia.
·       Dios nos guiará para saber decir lo que tenemos que compartir con nuestro prójimo.
·       La evangelización es una tarea permanente de nosotros sus discípulos y es predicar la fe en Jesucristo y su amor.
·       Si tengo a Cristo en mi corazón entonces tengo amor, paz y salud para compartir a los necesitados y dolientes.
·       Todos sus discípulos podemos hablar en cualquier momento y a cualquier persona porque Dios nos guiará.

·       Recordar constantemente que de gracia recibimos entonces demos de gracia, y todos hemos recibido en abundancia las bendiciones de Dios.

Mateo 10.1-8, TLA

Jesús reunió a sus doce discípulos. A cada uno le dio poder para expulsar malos espíritus y para sanar toda clase de enfermedades.
A los doce discípulos que Jesús eligió, los llamó apóstoles. Éstos son sus nombres: Simón, mejor conocido como Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y Juan, hijos de Zebedeo; Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo el cobrador de impuestos, Santiago hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el patriota y Judas Iscariote, que fue el que después traicionó a Jesús.
Jesús envió a estos doce discípulos con las siguientes instrucciones: "No vayan por lugares donde vive gente que no es judía. Tampoco vayan a los pueblos de la región de Samaria. Mejor vayan a los israelitas, pues son un pueblo que anda como rebaño perdido.
Cuando vayan, anuncien este mensaje: “Ya está por llegar el reino de Dios”.
Sanen también a los enfermos. Devuélvanles la vida a los muertos. Sanen a los leprosos, y libren de los demonios a la gente. ¡No cobren nada por hacerlo, pues el poder que Dios les ha dado a ustedes tampoco les costó nada!

sábado, 20 de enero de 2018

Letra núm. 554, 21 de enero de 2018

LA LIBERTAD CRISTIANA (1520)
Martín Lutero

9. Una vez que el hombre haya visto y reconocido por los mandamientos su propia insuficiencia, lo acometerá el temor y pensará en cómo satisfacer las exigencias de la ley; ya que es menester cumplirla so pena de condenación; y se sentirá verdaderamente humillado y aniquilado, sin hallar en su interior nada con que llegar a ser bueno. Entonces es cuando la otra palabra se allega, la promesa y la afirmación divina, y dice: ¿deseas cumplir los mandamientos y verte libre de la codicia malsana y del pecado como exigen los mandamientos? ¡Mira! ¡Cree en Cristo! En él te prometo gracia, justificación, paz y libertad plenas. Si crees, ya posees, mas si no crees, nada tienes. Porque todo aquello que jamás conseguirás con las obras de los mandamientos —que son muchas, sin que ninguna valga— te será dado pronto y fácilmente por medio de la fe: que en la fe he puesto directamente todas las cosas, de manera que quien tiene fe, todo lo tiene y será salvo; sin embargo, el que no tiene fe, nada poseerá. Son pues, las promesas de Dios las que cumplen lo que los mandamientos ordenan y dan lo que ellos exigen: esto sucede así para que todo sea de Dios; el mandamiento y el cumplimiento. Sólo Dios ordena y sólo Dios cumple. Esta es la razón por la cual las promesas de Dios son la Palabra del Nuevo Testamento y están comprendidas en el mismo.

10. Estas palabras y todas las demás de Dios son santas, verídicas, justas, pacíficas, libres y plenas de bondad. Por tanto, el alma de aquel que con fe verdadera se atiene a la palabra divina, se unirá a la misma de tal modo que también el alma se adueñará de todas las virtudes de la Palabra. Es decir, por la fe, la Palabra de Dios hará al alma santa, justa, sincera, pacífica, libre y plena de bondad; será en fin un verdadero hijo de Dios, como dice Juan: “A los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1.12). Esto aclara por qué la fe es tan potente y asimismo cómo existen buenas obras que puedan igualarse a ella.
Ninguna obra buena se atiene a la Palabra divina como la fe, ni hay obra buena alguna capaz de morar en el alma, sino que únicamente la Palabra divina y la fe reinan en el alma. Tal como es la palabra, así se vuelve el alma, a semejanza del hierro que al unirse al fuego se vuelve rojo blanco como el fuego mismo. Vemos así que al cristiano le basta con su fe, sin que precise obra alguna para ser justo, de donde se deduce que, si no ha menester de obra alguna, queda ciertamente desligado de todo mandamiento o ley, y si está desligado de todo esto será, por consiguiente, libre. En esto consiste la libertad cristiana: en la fe única que no nos convierte en ociosos o malhechores, sino antes bien en hombres que no necesitan obra alguna para obtener la justificación y salvación. […]

11. También se asemeja la fe a un hombre que confía en otro, porque aprecia su bondad y veracidad, lo cual es el honor más grande que un ser humano puede rendir a otro. Por el contrario, el mayor escarnio es que un hombre considere a su semejante como inútil, mentiroso y superficial. Del mismo modo, cuando el alma cree firmemente en la Palabra de Dios, considera a éste como sincero, bueno y justo, rindiéndole así todo el honor del que es capaz, en tanto respeta el derecho divino, glorifica el nombre de Dios y se abandona a su voluntad, dado que no duda de la bondad y veracidad de todas sus palabras. Por el contrario, el deshonor mayor que a Dios puede hacérsele es no creerle, cosa que sucede si el alma lo considera incapaz, falaz y superficial, negándole con tal incredulidad y haciendo de su propio sentir un ídolo levantado en el corazón contra Dios, como si su propia sabiduría pudiera superar a la divina.
Al ver Dios que el alma lo reconoce por la única verdad y que lo honra así con su fe, él, a su vez, honra al alma y la considera buena y sincera. Por consiguiente, por la fe es el alma realmente buena y sincera, porque bueno es y conforme a la verdad que se considere a Dios como bondad y verdad mismas, lo cual hace al hombre también justo y sincero, siendo así que es sincero y justo conceder a Dios toda la verdad. Y esto es algo que no realizan quienes en lugar de creer se esfuerzan poniendo en práctica muchas buenas obras.
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ALGUNAS DEFINICIONES DE EVANGELIZACIÓN
Orlando Costas


·   La evangelización es acción transformadora. Es la transmisión del evangelio, la buena nueva de salvación. No es un concepto sino una obra dinámica que se encarna en la vida y actividad salvadora de Jesucristo. De ahí que no pueda reducirse a una fórmula verbal. Evangelizar es reproducir, por el poder del Espíritu Santo, la salvación revelada en Jesucristo. (Evangelización contextual, 1986)

·    En el sentido bíblico, evangelización es el anuncio de la obra redentora de Cristo y sus implicaciones para cada ser humano. [...] La finalidad de esa proclama es ser un canal a través del cual el Espíritu Santo llame al pecador al arrepentimiento, le dé el don de la fe, de tal manera que pueda tener un encuentro personal con Cristo y así experimentar una transformación total. Esa experiencia tiene repercusiones tanto para el presente como para la eternidad. Esa transformación es lo que Pablo llama en Romanos 1:16 salvación... (La iglesia y su misión evangelizadora, 1971)

·    La evangelización es, pues, el vehículo para el establecimiento del Reino de Dios entre los hombres. Y por cuanto la teología tiene como fin el conocimiento de Dios como Señor y Salvador, lo cual implica participación en Su Reino, que es donde culmina ese conocimiento, se deduce que la evangelización es el fin de la teología. (Hacia una teología de la evangelización, 1973)

·   La tarea fundamental de la iglesia, como comunidad evangelizadora, es la de poner de manifiesto el reino de Dios, y no buscar su propio triunfo. En la evangelización, como en sus otros ministerios, la iglesia debe decir del reino de Dios y de sí mismo lo que dijo Juan el bautista del Cristo: “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe” (Jn 3.30). La evangelización contextual relativiza el triunfalismo eclesiástico y a la vez profundiza el crecimiento de la iglesia. Ayuda a la iglesia evangelizadora a poner su mente en el reino de Dios y a invertir sus energías en su servicio. Ello produce como consecuencia un crecimiento pleno e integral, gratuito pero no superfluo, en el que se multiplican las energías disponibles para el servicio a toda la humanidad y se glorifica al Dios cuyo reino aguardamos en fe y esperanza. (Hacia una teología de la evangelización

·    La complejidad de la conversión no radica en un número fijo de experiencias [como antes había pensado, al señalar tres etapas de su conversión: a Cristo, a la cultura y al mundo], sino en el hecho de que es sumergirse en una permanente aventura. La conversión cristiana es un viaje al interior del misterio del Reino de Dios, que lo lleva a uno de una experiencia a otra. (Temas pastorales latinoamericanos)

·  Debemos entender la conversión como un momento específico y como un proceso continuo. [...] La conversión es, pues, ambas cosas: un momento específico y la primera experiencia de una serie de experiencias transformadoras. Se nos presenta como un viraje sin igual y como un movimiento transformador continuo, hecho posible por el poder capacitador del Espíritu de libertad. (“La conversión como experiencia compleja”)
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SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS

Al menos una vez al año, se invita a los cristianos a evocar la oración de Jesús para sus discípulos: “para que todos sean uno; [...]; para que el mundo crea [...]” (véase Juan 17.21). Los corazones se conmueven y los cristianos se reúnen para orar por su unidad.
Las congregaciones y parroquias de todo el mundo organizan intercambios de predicadores o celebraciones y cultos ecuménicos especiales. El evento en el que tiene su origen esta experiencia única es la Semana de oración por la unidad de los cristianos.
Esta semana de oración se celebra tradicionalmente del 18 al 25 de enero, entre las festividades de la confesión de San Pedro y la de la conversión de San Pablo. En el hemisferio sur, en el que el mes de enero es un mes de vacaciones, las iglesias encuentran en muchas ocasiones otros momentos para celebrarla, por ejemplo, en torno a Pentecostés, que también es una fecha simbólica para la unidad.
Las Iglesias del Caribe fueron elegidas para redactar el borrador de los materiales para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2018. El Caribe actual está profundamente marcado por el proyecto deshumanizante de la explotación colonial. Muy lamentablemente, a lo largo de 500 años de colonialismo y de esclavitud, la actividad misionera cristiana en la región, exceptuando algunos casos notables, estaba muy ligada a este sistema deshumanizante y en muchas ocasiones lo justificaba y reforzaba. Mientras que los que trajeron la Biblia a la región usaban las Escrituras para justificar la subyugación de un pueblo esclavo, en la mano de los esclavizados se volvía una inspiración, una garantía de que Dios estaba de su parte y de que les llevaría a la libertad.
Hoy en día los cristianos del Caribe pertenecientes a distintas tradiciones ven el actuar de la diestra de Dios en el fin de la esclavitud. Esta es una experiencia unificadora de la acción salvífica de Dios que dona libertad. Por este motivo se consideró muy apropiada la elección del canto de Moisés y María (Ex 15, 1-21) como tema para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2018. Es un canto de victoria sobre la opresión. Este tema ha sido recogido en un canto, “La diestra de Dios”, escrito en un taller de una reunión de la Conferencia de las Iglesias del Caribe celebrada en agosto de 1981, que se ha vuelto un himno del movimiento ecuménico de la región y que ha sido traducido a distintas lenguas.

El material de trabajo se puede descargar en el sitio: www.oikoumene.org/es/resources/documents/commissions/faith-and-order/xi-week-of-prayer-for-christian-unity/2018.

Apocalipsis 1.9, L. Cervantes-O.

29 de agosto, 2021   Yo, Juan, soy su hermano en Cristo, pues ustedes y yo confiamos en él. Y por confiar en él, pertenezco al reino de Di...