domingo, 31 de mayo de 2015

Letra 420, 31 de mayo de 2015

MISIÓN
Karl Barth
Instantes. Santander, Sal Terrae, 2005, p. 107.

Vosotros sois la luz del mundo.
Mateo 5.14



L

a comunidad de Jesucristo es para el mundo, y precisamente por ello es para Dios, porque Dios, ante todo, es para el mundo. Y la comunidad de Jesucristo, a su vez, al ser primero para Dios, no tiene más remedio que ser a su manera para el mundo. Salva y conserva su propia vida arriesgándola y entregándola por las demás criaturas humanas.
Ciertamente la comunidad es el pueblo que, en virtud de la palabra de Dios, está segregado del mundo. Pero al ser llamado a salir del mundo está llamado más que nunca a entrar en él. Puesto que viene de la mesa del Señor, no podrá rehusar, después de cuanto le ha acontecido, sentarse a la mesa con los demás, con todos los pecadores. Para huir del mundo tendría que huir del amor de Dios. Se pondría al mismo nivel que el mundo precisamente si, tratando de salvaguardar su pureza, no quisiera comprometerse con él.
Es verdad que el mundo piensa poder conservarse propiciando que todos busquen su propia satisfacción. Lo que necesita no es verse una vez más fortalecido en sí mismo mediante otra variante de su propia manera de ser, sino ser remitido más allá de sí mismo gracias a una praxis inequívoca. Espera que aparezca un samaritano en medio de él. La comunidad cristiana no es en sí misma el samaritano que viene al mundo como salvador, pero sí es enviada al mundo para servir activamente a dicho samaritano. En la diaconía deja claro su testimonio de él: aquélla es el servicio samaritano que, en comunión con él (con él, que fue prójimo del ser humano perdido), debe prestar a quien cayó en manos de los salteadores. En la diaconía, ella va y hace lo mismo.
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PARTIDO ENCUENTRO SOCIAL: HERMANO VOTA POR HERMANO
Carlos Martínez García, La Jornada, 27 de mayo de 2015

La base electoral del Partido Encuentro Social es la población evangélica. Es allí donde más está laborando para convencer a los posibles sufragantes que su propuesta es apegada a lo que llama valores bíblicos. Lo anterior no significa que el nuevo partido político haya dejado de lado a los electores que no son protestantes/evangélicos, sino que la mayor parte de sus recursos y fuerzas se están enfocando al convencimiento del pueblo evangélico para que apoye a uno de los suyos.
El principal impulsor y fundador del Partido Encuentro Social es Hugo Éric Flores Cervantes, quien no ha sido ni es pastor, pero que conoce bien las formas para ganarse la confianza de las redes ministeriales en las que participan los pastores y líderes evangélicos. Su idea de fundar primero una asociación política que después lograra el registro como partido político le viene desde sus años universitarios. Un logro importante para él fue haber alcanzado en 2001 el registro para el PES en Baja California. Perseveró, hizo aliados, reclutó simpatizantes, formó un equipo compacto que le acompañó para lograr el objetivo y supo hallar el camino para vencer los vericuetos del IFE/INE para lograr el registro de partido político nacional en julio de 2014.


En su peregrinaje el PES, en la persona de Hugo Éric Flores, ha firmado compromisos de alianza electoral prácticamente con todo el espectro partidista del país. Lo mismo ha ido con el PRI, que con Nueva Alianza, Convergencia y el PAN. Con este último, en 2006, Flores Cervantes, observó con agudeza Luis Hernández Navarro, viró radicalmente en sus alianzas y convino un acuerdo electoral con los adversarios ideológicos del cristianismo evangélico mexicano. El 28 de febrero de 2006 se anunció el pacto con el Partido Acción Nacional (PAN) para apoyar la candidatura de Felipe Calderón. Hugo Eric colaboró en el gobierno del entonces perredista Marcelo Ebrard, como director general en la Secretaría de Gobierno del DF.
Con el panista Felipe Calderón ocupó fugazmente, no duró ni seis meses, el cargo de oficial mayor en la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales. Salió de la dependencia por acusación de malversación de fondos. Hugo Éric ha sostenido que todo fue una persecución política, porque no estaba de acuerdo con lo que se hacía en la secretaría respecto a la inflación de la nómina.
Para obtener su objetivo, lograr posicionarse de manera importante entre el electorado evangélico, desde el inicio el PES fue pensado para ganarse la simpatía y confianza de tal sector de la población. Por eso el nombre y logo inicial de la organización evocan un acrónimo de un vocablo griego (icthus, literalmente pez), cuyas primeras letras de cada palabra dieron pie a una confesión del cristianismo primitivo: Iesous Xristos Theou Yios Sotare, cuya traducción al español es Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Salvador. Por lo cual PES funciona como un código que entiende bien un muy amplio sector del pueblo evangélico, que tiene como símbolo de su fe al pez de la Iglesia primitiva, incluso más que a la cruz.
La consigna hermano vota por hermano se ha usado prolijamente por los partidos políticos evangélicos de Brasil, y de otros países latinoamericanos. El PES no ha podido hacer lo mismo en México, por las restricciones constitucionales y del Instituto Nacional Electoral. Sin embargo, Encuentro Social sí ha recurrido a presentar a muchos de sus candidatos y candidatas como la mejor opción electoral simplemente porque son evangélicos. A título de ejemplo reproduzco un correo electrónico que respalda mi  afirmación (respeto la redacción del mensaje):
“A pastores y hermanos en Cristo Jesús: Como está escrito por Nuestro Señor Jesucristo, la Luz se debe oponer a la oscuridad (Juan 12.46), aunque no estamos involucrados con la política, asumimos la responsabilidad de orar por nuestros gobernantes y apoyar a aquellos que tienen en su vida principios bíblicos, y quieren desarrollar política con la intención de apoyar al que menos tiene.
“En esta ocasión en oración y pidiendo a Dios su voluntad como El que quita y pone reyes (Daniel 2.21), solicitamos que podamos apoyar el deseo del corazón de nuestro hermano en Cristo, Claudio Carrillo Ramos, candidato del Partido Encuentro Social a diputado federal por el distrito 17, con la intención de que pueda bajar recursos a todo aquel que lo pueda necesitar.
“El ermano Claudio Carillo, es abogado, un hombre de familia, empresario con principios y candidato socialmente responsable, quien será la voz honesta que represente a los ciudadanos para hacer propuestas valientes y tener los recursos necesarios para concretar con efectividad los programas sociales.
Desde ya apreciamos sus oraciones por el hermano Claudio y la perfecta voluntad de Dios en su vida, el Señor, pueda guiar las decisiones que vayamos a tomar en Cuajimalpa y Álvaro Obregón. El correo fue enviado por encuentro.soc.cuajimalpa@gmail.com a pastores y líderes protestantes/evangélicos, con el fin de convencerlos para sufragar por el PES y para que incidan en favor de esta opción electoral. Deseo que estos electores hagan uso de su discernimiento y ejerzan su derecho a votar, o abstenerse, por una razón que no se reduzca al carácter evangélico del candidato.
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“ESE VENERO, ESE MANANTIAL”: PRESENCIA DE LA BIBLIA EN LA CULTURA DE OCCIDENTE (III)
Protestante Digital, 28 de mayo de 2015

biblia grande

Traducción y tradición
E
l arte de la traducción es el que ha engendrado culturas y subculturas bíblicas ligadas a la tradición que cada versión ha producido en las diferentes regiones del planeta. Mediante el acceso al contenido de la Biblia, cada cultura ha vaciado en ella su forma de ver el mundo y ha modelado, a través de sus personajes, relatos y mensaje toda una nueva construcción que se ha expandido entre los lectores cuya familiaridad con determinadas secciones de las Escrituras ha determinado el grado de apropiación genuina en cada sociedad lingüística.
Las traducciones a los diversos idiomas transportan, por decirlo así, el mensaje bíblico para instalarlo en las matrices y prácticas culturales a través de un diálogo continuo, de ida y vuelta, que se realiza cada vez que se lleva a cabo una lectura atenta. Sobre las traducciones bíblicas, escribe Steiner:

El proceso de traducción y retraducción ha sido continuo durante más de dos milenios. Los textos bíblicos han sido transmitidos por todos los medios y notaciones concebibles: de los rollos de papiro a los discos compactos, de los infolios monumentales a la miniaturización de salmos u oraciones en cabezas de alfiler. La crónica de la imprenta, del diseño de caracteres, gira en torno a las ediciones de la Biblia, de Gutenberg en adelante. Pero la Sagrada Escritura está también disponible en braille y en el lenguaje de signos para sordos. No hay biblioteca, por extensa que sea, que comprenda la totalidad de las Biblias y Evangelios hablados, escritos, impresos.

Estas transformaciones en lo que hoy se conoce como “soporte” para vehicular los textos bíblicos atravesaron, en cada caso, una historia propia. En todos los idiomas de Occidente es posible reconstruir estos procesos como parte de una historia cultural más amplia. A partir de la Reforma Protestante y las diversas traducciones a las lenguas vernáculas, se abrió la caja de Pandora de la libre lectura e interpretación de los textos sagrados y comenzaron a imponerse nuevas prácticas de la lectura como tal.

Así lo esbozó Carlos Monsiváis (1938-2010): “La única cultura “superior” de las masas, precisa [Antonio] Alatorre, es la religión, y de allí la enorme influencia de esa producción de letrados en el desarrollo de nuestra lengua, de manera similar a la influencia de la versión de la Biblia de King James en los países anglosajones […] y a la enorme presencia de la versión de la Biblia hecha por Lutero en el desarrollo del idioma alemán”.

En ese contexto, la cita de Alatorre es obligatoria: “La lectura de la Biblia quedó prohibida en el Imperio español desde el siglo XVI. Si hubiera sido ‘autorizada’ la hermosa traducción de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, protestantes españoles del siglo XVI, la historia de nuestra lengua sería sin duda distinta de lo que es” (Los 1001 años de la lengua española, 1979, 1989).

No se puede menospreciar el hecho de que muchos reformadores como Erasmo, Lutero y Calvino participaron directamente en esfuerzos magníficos de traducción bíblica que hicieran accesibles los textos sagrados a los grandes públicos de su época.

Precisamente escritores como los mexicanos Monsiváis, Sergio Pitol y José Emilio Pacheco (Premio Cervantes los dos segundos) han destacado la manera en que el acceso a determinadas traducciones de la Biblia permite que su influjo se haga sentir en rangos cada vez mayores de influencia cultural y literaria. Monsiváis, como tantos lectores evangélicos de su generación, fue un escritor formado y permeado toda su vida por la revisión Reina-Valera de 1909. Su testimonio es coloquial, directo y sin rodeos:

En el principio era el Verbo, y a continuación Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera tradujeron la Biblia, y acto seguido aprendí a leer. El mucho estudio aflicción es de la carne, y sin embargo la única característica de mi infancia fue la literatura: himnos conmovedores […], cultura puritana (“Instruye al niño en su carrera y aun cuando fuere viejo no se apartará de ella”), y libros ejemplares: El progreso del peregrino de John Bunyan; En sus pasos o ¿Qué haría Jesús?; El paraíso perdido, La institución de la vida cristiana de Calvino, Bosquejo de dogmática de Karl Barth. (Autobiografía, 1966).

Como lo demuestran algunos historiadores de la lectura, para él no existió discontinuidad alguna entre el acto mismo de la memorización, como parte de una subcultura religiosa, y la proyección de todo lo bíblico en el resto de la cultura, particularmente en la literaria, incluyendo las obras piadosas de lectura obligatoria. Como se aprecia en todos sus libros, su lenguaje transformó los textos bíblicos en continuos ejercicios de intertextualidad, una de las prácticas protestantes más comunes, consistente en referir cualquier porción a su antecedente en el Antiguo o en el Nuevo Testamento: “La Biblia es un libro de registros variados, de énfasis comunitario e individual (Proverbios o Job), de intensidades y matices. En nuestra cultura es el clásico de clásicos, y eso beneficia a todos los que escriben”.

A fines de los años 50, siendo Monsiváis y Pitol muy jóvenes, ambos conocieron a Borges, lo que dio oportunidad al primero de referirse a su traducción bíblica predilecta y de expresar su aspiración, según recuerda Pitol, “a que algún día su prosa muestre el beneficio de los infinitos años que ha dedicado a leer los textos bíblicos; yo que soy lego en ellos, comento bastante encogido que la mayor influencia que registro por el momento es la de William Faulkner, y allí me da jaque mate al aclararme que el lenguaje de Faulkner, como el de [Herman] Melville y [Nathaniel] Hawthorne, están profundamente marcados por la Biblia: son una derivación no religiosa del Lenguaje Revelado”. Los autores de Moby Dick y La letra escarlata forman parte también del universo cultural que giraba intensamente en torno a la Biblia en la tradición anglo-sajona.

En una entrevista, Monsiváis habló explícitamente de la traducción aludida:

La Biblia fue el primer libro que leí, a los 6 años. Y desde entonces he seguido leyéndola y me he familiarizado con el lenguaje. Sé que muchas cosas ya exigen un correlato histórico muy distinto en cuanto a épocas, la época en que se escriben los Evangelios, en fin… Hay necesidad de una contextualización histórica implacable, pero sé también que como documento de formación de una persona en la lengua y de una persona en lo que se considera el pasado y el presente religioso de la humanidad es un texto indispensable. Me parece que para mí fue un aprendizaje de la lengua excepcional porque me tocó leer la Biblia en la versión de Casidoro de Reina y Cipriano de Valera que considero inmejorable y cuyo uso me parecería todavía necesario. No me gusta la actualización de la Biblia, la versión actual, no porque discrepe de las correcciones, las anotaciones, las puestas al día de vocabulario, sino porque lo otro era el caudal de la lengua y la manera inmejorable de decir: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y la expansión denuncia la obra de sus manos. El un día emite palabra al otro día, y la una noche a la otra noche declara sabiduría”. Me parece que allí se ha llegado a una perfección del idioma tan declarada que buscar equivalentes que sean más comprensibles es simplemente relegar lo que da de profundidad una versión hecha de una manera soberbia por Reina y Valera.

Pitol definió así la impronta bíblica en la literatura:

Literariamente, la Biblia es la madre de todos los libros. El lenguaje bíblico es como la sedimentación de grandes literaturas. Yo me explico la gran literatura norteamericana del siglo XIX, ese surgimiento del nivel del suelo a los niveles más altos debido a que, para los protestantes, la Biblia era un libro de lectura diaria. En cambio, nosotros, la literatura de nuestro siglo XIX no puede compararse porque nuestra tradición de la lengua era entonces a base de sermones de curas. Leo la traducción de Casiodoro de Reina […] Es un texto que la Inquisición consideró como heterodoxo [...] Es la tradicional que comencé a leer y sigo leyendo: es en donde el lenguaje me parece prodigioso.

Pacheco (1939-2014), proveniente de un dominio religioso distinto, debido a estos contactos personales, años más tarde se acercó al Cantar de los Cantares e hizo una adaptación fiel a su horizonte y contenido (2009), en la cual sentenció: “El Cantar de los Cantares vuelve absurda la idea de que existen el ‘autor’ de un texto y las tradiciones nacionales.

A semejanza de la cocina, la poesía es una serie infinita de apropiaciones e intercambios. Nada es de nadie porque todo es de todos. Un poema pertenece a quien tenga la voluntad de hacerlo suyo”.

En la Península Ibérica, y con un enfoque similar, el poeta Félix de Azúa, también se ha referido a la Biblia como “la madre de la literatura” en las diversas comunidades idiomáticas (Alemania, Inglaterra, España): “Suele decirse que la moderna literatura europea nace a finales del Renacimiento y su impulso decisivo es la Biblia en sus traducciones a lenguas vernáculas. Adaptar el gran estilo bíblico a una expresión comprensible en lengua llana fue una tarea monumental” (El País, 26 de mayo de 2013).

Su reconocimiento de la traducción protestante renacentista, colocada al lado de sus equivalentes en otras lenguas, es digno de citarse: Al igual que los casos alemán, italiano o inglés, la escritura de Reina es un fabuloso ejemplo de la lengua común castellana de su siglo, empleada con suma elegancia literaria. Si la King James suele compararse con Shakespeare (aparece cuando se estrena The Tempest), Reina puede hacerlo con Cervantes cuyo Quijote data de 1605. Así lo juzga Menéndez Pelayo: “[Casiodoro de Reina es] el escritor a quien debió nuestro idioma igual servicio que el italiano a Diodati”. La frase (citada por González Ruiz en su inencontrable edición de 1987) parece un sacacorchos, pero se entiende: Reina inventa el castellano literario de la calle, por así decirlo, como Giovanni Diodati inventó el italiano en su traducción de 1607, obra maestra de la lengua de su país. También se lamenta de que esa versión no circulara en España lo suficiente para influir más en su literatura: “Casi hemos de ponernos en Unamuno para divisar la influencia de la Biblia del Oso en algún escritor de altura”.

Al referirse a la presencia de la Biblia en el Quijote matiza sus afirmaciones: “Sus trescientas citas de las Sagradas Escrituras confirman un extenso conocimiento del texto bíblico, aunque no se ha podido establecer qué traducción llegó a sus manos”. En este punto es imposible dejar de recordar el volumen de Juan Antonio Monroy: La Biblia en el Quijote (1963). De Azúa califica la obra mayor de Cervantes con una afirmación crítica y altisonante. “Una Biblia para un país sin Biblia”.

(LC-O)

Actividades

PONGAMOS EN LAS MANOS DE DIOS LA VIDA Y SALUD DEL PASTOR MARTIMIANO MORALES

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CULTO DE ORACIÓN Y ESTUDIO
Martes 2 de junio, 19 hrs.
Modera: A.I. Vicente Orozco G.

Llamamiento: Hageo 2.20-23
Himno: “Bendeciré al Señor” (671)
Oración de ofrecimiento
Himno: “Si hay valor y fe” (331)
Momentos de oración
Lectura bíblica: Miqueas 1
Tema: Miqueas, el profeta del campo
Himno: “En Cristo feliz es mi alma” (396)
Ofertorio
Bendición pastoral


MIQUEAS EL LIBRO Y MIQUEAS EL PROFETA
Jorge Pixley

Todos los libros de los Profetas en la Biblia fueron compuestos en los siglos VI y V a.C. bajo el impacto de la  destrucción de Jerusalén, la dispersión del pueblo de Israel, y en el contexto del esfuerzo de recomposición bajo la hegemonía persa. Su público lector original era el pueblo traumado por la caída de su ciudad santa y su reinado, y dividido frente al proyecto de restauración. Miqueas no es una excepción.

Pero todos los Profetas "mayores" y la mayoría de los "profetas menores" se formaron con una colección de dichos y relatos acerca de un profeta del período de la monarquía. Así, el libro de Isaías se forma con base en los dichos del profeta de ese nombre, que vivió en el siglo VIII a.C. El libro de Miqueas toma su nombre de un profeta de Moréset Gat, contemporáneo de Isaías en el siglo VIII, y contiene algunos dichos de él. Isaías era de Jerusalén, la ciudad donde se hicieron muchos de los trabajos de composición de los libros proféticos; Miqueas era del campo y su perspectiva fue campesina. Si bien es natural que existan entre el profeta y sus herederos religiosos e intelectuales que compusieron “su” libro algunas diferencias, las que son evidentes en el libro de Isaías, las mismas son mucho mayores en el caso de Miqueas. […]

Nuestro objeto de estudio no es el profeta del siglo VIII sino el libro que fue compuesto por los escribas que suponemos formaban parte de la administración del proyecto judaíta, auspiciado por los persas. Sus intereses sociopolíticos eran legitimar y fortalecer el aparato de gobierno y su aliado religioso, y no podían asumir como propios los intereses antiurbanos del profeta campesino cuyos dichos  preservaban. Y, sin embargo, ¡los preservaron!, aunque en algunos casos censurados. […]

El primer versículo del libro (1.1) es el título general, y anuncia que se trata de la "Palabra de Yavé" dirigida a Miqueas, quien era del pueblo de Moréset, en un tiempo que se define por tres reyes sucesivos de Judá, reyes de los últimos 30 años del siglo VIII, según nuestra forma cristiana de medir el tiempo. Los dichos mismos del libro nunca mencionan rey alguno por nombre, y el hecho de ser Miqueas de un pueblo de la llanura revela una cierta tensión entre el profeta mismo y los autores del libro, para quienes el tiempo se medía por los períodos de los reyes en Jerusalén. […]
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES

Junio: “Esfuérzate… y cobra ánimo”: presente y futuro de la iglesia


7 Santa Cena / Reunión de Consistorio

La iglesia resplandece luego del encuentro con su Dios, L. Cervantes-O.

31 de mayo, 2015

Al bajar Moisés del monte Sinaí, traía consigo las dos losas del testimonio y no se dio cuenta de que su rostro irradiaba luminosidad porque había hablado con el Señor. […] Los israelitas contemplaban cómo el rostro de Moisés irradiaba luminosidad; luego Moisés volvía a ponerse el velo en el rostro y se lo dejaba puesto hasta que entraba de nuevo a hablar con el Señor.
Éxodo 34.29, 35, La Palabra (Hispanoamérica)

Inevitablemente es preciso cerrar esta temática con el tema de la luz divina que resplandece, o trata de resplandecer en su iglesia. A semejanza de Moisés, quien al descender del encuentro con Yahvé luego de recibir las tabla de la ley, tenía un rostro resplandeciente, el pueblo de Dios de todas las épocas enfrenta el grandioso desafío de reflejar la luminosidad de su Señor para encarnar su misión de servicio en el mundo. Ser “poseído por la luz” fue para Moisés una experiencia en el límite del conocimiento y de la comprensión de la voluntad de Dios que encarnó con su propia persona, puesto que al elevarse, física y espiritualmente, sobre sus hermanos/as y así palpar de manera inmediata la cercanía de lo sagrado, toda su realidad se colocaba al servicio de la luminosidad del Creador y Redentor.

La reposición de las tablas legales conteniendo los diez mandamientos propuesta por Yahvé implicaba que la reglamentación sagrada de la vida del pueblo abarcaría la totalidad de su existencia, sin resquicio alguno que fuera olvidado o dejado fuera por la sabiduría divina. Las palabra de Yahvé eran claras en el sentido de que se encontraría únicamente con Moisés, como intermediario del pueblo: “Prepárate para mañana, pues al amanecer subirás al monte Sinaí, y allí, en la cima del monte, me esperarás. Que nadie suba contigo. No dejes que nadie esté por los alrededores del monte; ni siquiera ovejas o vacas pastando por las cercanías” (Éx 34.2-3). Invadido por una auténtica teofanía, es decir, una presencia física y visible de lo sagrado, Moisés es introducido al ámbito de lo divino para participar de su plenitud y recibir directamente los designios de Dios (vv. 5-7). Su reacción ante tamaña realidad es la obligada, la adoración y la oración sobrecogida: “Señor, si de verdad gozo de tu favor, ven con nosotros, aunque seamos un pueblo testarudo. Perdónanos nuestras desobediencias y pecados, y acéptanos como propiedad tuya” (vv. 8-9).

A continuación, Yahvé reafirma su voluntad de avanzar en el pacto exclusivo con el pueblo (vv. 10-16) y renueva los mandamientos relacionados con las fiestas anuales y la afirmación del jubileo, el descanso y la entrega de ofrendas sinceras como componente principal de la vida social (vv. 18-27). El v. 28 destaca los 40 días y 40 noches en que Moisés permanece en un estado místico, casi beatífico, de contacto con la divinidad. Su descenso para reencontrarse con la vida histórica del pueblo estaba marcado por la manera en que reaparecía y cómo era visto por sus hermanos/as:

Su rostro era consecuencia directa del encuentro, señal poderosa de la presencia de Dios: manifestación. Su rostro iluminado hacía patente el quiebre entre lo sobrenatural y lo humano, entre lo sagrado y lo profano. La luz que enceguecía al pueblo de Israel y que los llenó de temor marcaba la ruptura propia de quien se hace consciente de la propia finitud y daba lugar a la emergencia de un temor santo, aquel del que cae en la cuenta de su insignificancia frente a la inmensidad del universo y, dentro del mismo temor santo, de la necesidad de que esa luz cegadora ilumine la vida y de que ese Dios todopoderoso salve.[1]

Ahora estaba en condiciones de comunicar la voluntad divina, al momento de estar dominado, traspasado por esa luz inimaginable. Como hijos e hijas de Dios que integramos su pueblo y que articulamos el edificio de la fe, nuestras vidas son como cuentas de vidrio o como vitrales que, al dejarse traspasar por la luz, la reflejan y la proyectan hacia el mundo para hacer sentir la presencia de lo divino en términos de bendición, de paz y de justicia. Como escribió Rubem Alves:

Hermann Hesse escribió un libro llamado El juego de los abalorios, que es la historia de una orden monástica en la que sus miembros, en vez de gastar su tempo con ejercicios religiosos, se dedicaban a un juego con cuentas de vidrio coloridas. Ellos sabían que los dioses prefieren la belleza a las monótonas repeticiones sin sentido. El libro no describe los detalles del juego. Pero sé de qué se trataba. Al escribir, escucho la Sonata núm. 27, op. 90, de Beethoven. Es hermosa.
Las cuentas de vidrio coloridas de Beethoven, en esa sonata, son las notas del piano.
Los vitrales también son juegos de cuentas de vidrio. Fue en la poesía de una amiga, ex-alumna, Maria Antônia de Oliveira, en su libro Cerigüela, que por primera vez vi la vida como un vitral.

A vida se retrata no tempo
formando um vitral,
de desenho sempre incompleto
de cores variadas, brilhantes, quando passa o Sol. Pedradas ao acaso acontece
de partir pedaços ficando buracos,
irreversíveis. Os cacos se perdem por aí.
Às vezes eu encontro cacos de vida que foram meus, que foram vivos.
Examino-os atentamente tentando lembrar de que resto faziam parte. Já achei caco pequeno e amarelinho
que ressuscitou de mentira, um velho amigo.
Achei outro pontudo e azul, que trouxe em nuvens
um beijo antigo,
Houve um caco vermelho
que muito me fez chorar,
sem que eu lembrasse
de onde me pertencera.

Esses cacos de vitral, essas contas de vidro coloridas isso meu corpo e minha alma amam, para todo o sempre. O amor não se conforma com o veredicto do tempo – os cacos do cristal se perdendo dentro do mar, as contas de vidro colorido afundando para sempre no rio do tempo.
Quero que tudo que eu amei e perdi me seja devolvido. Todas essas coisas moram nesse imenso buraco dolorido da minha alma que se chama saudade.
Para isso eu preciso de Deus, para me curar da saudade. Dizem que o remédio está no esquecimento. Mas isso é o que menos deseja aquele que ama. Conta-se de um homem que amava apaixonadamente uma mulher que a morte levou. Desesperado, apelou para os deuses, pedindo que usassem seu poder para lhe devolver a mulher que tanto amava.
Compadecidos, eles lhe disseram que devolver sua amada não podiam. Nem eles tinham poder sobre a morte. Mas poderiam curar seu sofrimento, fazendo-o esquecer-se dela. Ao que ele respondeu: “Tudo, menos isso. Pois é o meu sofrimento o único poder que a mantém viva, ao meu lado!”.
Também eu não quero que os deuses me curem, pelo esquecimento. Quero antes que eles me devolvam minhas contas de vidro. E é assim que eu imagino Deus: como um fino fio de nylon, invisível, que procura minhas contas de vidro no fundo do rio e as devolve a mim, como um colar. Não por ele mesmo (sobre quem nada sei), mas por aquilo que ele faz com minhas contas…
Quero Deus como um artista que cata os cacos do meu vitral, partido por pedradas ao acaso, e os coloca de novo na janela da catedral, para que os raios de Sol de novo por eles passem.
O que eu quero é um Deus que jogue o jogo das contas de vidro, sendo eu uma das contas coloridas do seu jogo…[2]



[1] Raúl Zegarra, “Comentario de Ex 34, 29-35: Su rostro resplandecía por el encuentro”, en https://sagradaanarquia.wordpress.com/2011/07/30/comentario-de-ex-34-29-35-su-rostro-resplandecia-por-el-encuentro/.

[2] R. Alves, “Os olhos de Camila”, en https://rubemalvesdois.wordpress.com/category/uncategorized/.

Éxodo 34.18-35


18 Observa la fiesta de los Panes sin levadura: durante siete días y según te mandé, comerás panes sin levadura en la fecha señalada del mes de Abib, porque en ese mes saliste de Egipto. 19 Todos los primogénitos me pertenecen, incluidas las primeras crías de tu ganado tanto vacuno como ovino, siempre que sean machos. 20 Puedes rescatar a la primera cría del asno sustituyéndola por un cordero, pero si no la rescatas, tendrás que desnucarla. A tus hijos primogénitos los rescatarás. Nadie se presentará ante mí con las manos vacías. 21 Durante seis días trabajarás y el séptimo descansarás, incluso en tiempo de siembra o siega. 22 Celebra la fiesta de las Semanas, al comienzo de la siega del trigo; y también la fiesta de la Recolección, al final del año agrícola. 23 Tres veces al año se presentarán todos los varones ante el Señor, Dios de Israel. […] 26 Lleva a la casa del Señor tu Dios las primicias de los frutos de tu tierra. No cuezas el cabrito en la leche de su madre. 27 Después el Señor ordenó a Moisés: —Pon por escrito todos estos mandatos, porque ellos son las cláusulas de la alianza que yo sello contigo y con los israelitas. 28 Y allí permaneció Moisés con el Señor durante cuarenta días y cuarenta noches, sin comer ni beber. Y escribió sobre las losas las cláusulas de la alianza, es decir, las Diez Palabras.

29 Al bajar Moisés del monte Sinaí, traía consigo las dos losas del testimonio y no se dio cuenta de que su rostro irradiaba luminosidad porque había hablado con el Señor. 30 Aarón y los israelitas, al ver el rostro radiante de Moisés, temieron acercarse a él. 31 Pero Moisés los llamó y, cuando Aarón y los jefes de la comunidad se le acercaron, conversó con ellos. 32 Se acercaron después a él todos los israelitas, y Moisés les comunicó las órdenes que el Señor le había dado en el monte Sinaí. 33 Cuando terminó de hablar con ellos, se cubrió la cara con un velo. 34 Cada vez que Moisés se presentaba ante el Señor para hablar con él, se quitaba el velo y permanecía así hasta que salía y comunicaba a los israelitas las órdenes que había recibido del Señor. 35 Los israelitas contemplaban cómo el rostro de Moisés irradiaba luminosidad; luego Moisés volvía a ponerse el velo en el rostro y se lo dejaba puesto hasta que entraba de nuevo a hablar con el Señor.

domingo, 24 de mayo de 2015

Letra 419, 24 de mayo de 2015

EN EL BRAZO MÁS LARGO DE LA PALANCA
Karl Barth
Instantes. Santander, Sal Terrae, 2005, p. 106.

Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.
Mateo 16.18


E

n todo el mundo no hay para la Iglesia sino una única posibilidad: ser sencillamente Iglesia. La Iglesia son quienes están en torno a Jesús y aquellos a los que Jesús puede ver a su alrededor. La Iglesia es el “círculo” de Jesús, el grupo de quienes en este mundo totalitario se nutren simplemente de la palabra de Dios. Y cuanto más totalitariamente se comporta el mundo, tanto más libremente pueden ellos creer y ser obedientes, porque Jesús está ahí, y la Iglesia a su alrededor. Cuando la Iglesia obra así, su existencia es posible. Entonces, aunque se vea oprimida, es el refugio de la libertad. Entonces es la Iglesia poderosa, quizá lo único poderoso que hay en este mundo impotente, tan sometido a tantos poderes.
La Iglesia tiene la maravillosa posibilidad de estar, frente al mundo, en el brazo más largo de la palanca, y de estarlo absolutamente alegre y en paz, sin tensiones de ningún tipo. La Iglesia también puede esperar. Y sabe que no espera en vano. La Iglesia sabe que todas las totalidades del mundo -falsas divinidades, en realidad- son mentira. En último término, de las mentiras no podemos tener miedo, porque la mentira nunca llega demasiado lejos. Y esto es algo que la Iglesia sabe. Cuanto más viva la Iglesia en la humildad y más consciente sea de cuánta mentira hay en nosotros mismos, con tanta más seguridad sabrá también que Dios está al mando, frente a nuestra mentira y frente a la mentira del mundo. Entonces perseverará la Iglesia en su tarea y le estará vedado sentir miedo por su futuro, porque su futuro es su Señor.
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¡EL PENTECOSTÉS TIENE FECHA!
Juan Stam


Las iglesias evangélicas observan infaliblemente dos celebraciones especiales cada año: la Navidad y Semana Santa. Pero hay dos sucesos más, también sumamente importantes, con fecha del mes y del día, que nunca se celebran. Son el domingo de Ascensión y el domingo de Pentecostés. ¿Cuántos de nosotros nos dimos cuenta el pasado 11 de mayo que se cumplían los cincuenta días después de la Pascua? Es tal nuestro olvido de las bases históricas de nuestra fe, que ni las iglesias pentecostales acostumbran celebrar el día de Pentecostés. Hermanos y hermanas, ¡recordemos que el Pentecostés es una fecha y no sólo ciertas experiencias especiales!
Eso levanta una pregunta importante para hoy: ¿qué significa, bíblicamente, ser pentecostal? Para responder a esa pregunta, tenemos que volver al día de Pentecostés, en que Cristo fundó la iglesia en el Espíritu y marcó su carácter para siempre. Es obvio, entonces, que ser pentecostal es vivir de acuerdo con el modelo que nos da el capítulo dos de los Hechos.
El Pentecostés, según este capítulo, ocurrió en tres momentos, tres fases, y todos los tres son indispensables para una auténtica pentecostalidad. En primer lugar, experimentaron los poderosos dones del Espíritu Santo (Hch 2:1-13). En segundo lugar, Pedro proclamó el evangelio con un mensaje profundamente bíblico (2:14-41). En tercer lugar, una comunidad transformada practicó el evangelio en todas sus consecuencias (2:42-47). ¡Eso es ser pentecostal, todo eso y nada menos!
Los discípulos tenían por delante una gran tarea de comunicación, y el Espíritu los calificó para ella con el extraordinario don de idiomas extranjeros. El texto hasta identifica la larga lista de pueblos en cuyas lenguas los apóstoles hablaron “las maravillas de Dios” (2:11), y todos oyeron “en su propio dialecto” (2:6, griego), “en nuestra lengua en que hemos nacido” (2:8). Lo interesante es que en seguida Pedro les predicó en una lengua común, probablemente un griego medio machucado porque no era su lengua materna. Pero entendieron muy bien su mal griego, tanto que tres mil personas entregaron sus vidas a Cristo. Entonces, ¿Para qué hacían falta las lenguas? ¿Cuál fue la intención del Espíritu en impartir ese don, si de todas maneras entendían el sermón de Pedro?
Creo que el propósito y el sentido del don de lenguas en el Pentecostés era doble. Primero, el Señor quería decirnos que todos los pueblos tienen el derecho de escuchar el evangelio en su propio “dialecto” en que han nacido, en los tonos auténticos de su propia cultura. En el día de Pentecostés el Espíritu demostró que el evangelio no tiene ningún idioma oficial, ni el latín ni el inglés ni el hebreo ni el griego.
Para nuestros hermanos y hermanas bribrí, el lenguaje del evangelio es el bribrí. Tampoco tiene el evangelio una cultura oficial. El evangelio está llamado a encarnarse en los “acentos” auténticos de cada cultura, como Jesús mismo se encarnó plenamente en la cultura suya.
Creo que San Pedro da otra razón del don de lenguas cuando explica en su sermón lo que había pasado (2:17-18). En esta cita de Joel 2:28-32, debemos observar dos detalles: aquí ni Joel ni Pedro mencionan el don de lenguas como tal, pero todos los dones mencionados son de tipo profético (profetizar, ver visiones, soñar). Además, según Joel y Pedro, los dones se reparten entre todos los creyentes, sin discriminación alguna, ni de edad (hijos, ancianos), ni de sexo (hijos, hijas), ni de clase social (siervos, siervas). En otras palabras, el don de lenguas aquel día significaba que de ahí en adelante, la iglesia entera estaría llamada a ser una comunidad profética en medio de las naciones (2:9-11). En el Antiguo Testamento, sólo unos pocos recibieron el Espíritu y el llamado profético. Ahora, el Espíritu profético, que vino sobre Elías e Isaías y todos aquellos antiguos portadores de su presencia y su poder, ha venido.
Pero no basta sólo la experiencia de los dones del Espíritu para ser pentecostal. El segundo momento, la predicación fiel de la Palabra con exposición bíblica clara y cuidadosa (2:14-41), es esencial a la pentecostalidad, igual que el tercer momento, una nueva comunidad que llega aun hasta compartir todos sus bienes (Hch 2:42-47; 4:31-35).
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“ESE VENERO, ESE MANANTIAL”: PRESENCIA DE LA BIBLIA EN LA CULTURA DE OCCIDENTE (II)
Protestante Digital, 21 de mayo de 2015

D
esde un punto de vista apasionante y sumamente enriquecedor, el crítico y pastor protestante ya fallecido Northrop Frye afirmó que el conocimiento del contenido de la Biblia es fundamental para moverse en medio de las producciones literarias: “Para mí la Biblia es el corpus de palabras mediante el cual puedo ver el mundo como un cosmos, como un orden y en el que puedo ver la naturaleza humana como algo redimible, como algo con derecho a sobrevivir. Para la cultura occidental es el libro total, que lo abarca todo. Abarca lo divino y lo demoníaco, además de lo humano” (Conversación con Northrop Frye, 1997).
Para Frye, la Biblia es el conjunto de textos más paradigmático que contiene en sí mismo todos los símbolos y, por ello es, en palabras del poeta William Blake, el “gran código” de la humanidad al contener en germen y con un desarrollo particular los elementos comunes de la existencia articulados en una clave de fe que sigue vigente hasta estos tiempos. Como lo ha resumido Jorge Juan Fernández Sangrador: “Sin la Biblia sería imposible dar razón de las innumerables manifestaciones del espíritu humano, que se ha volcado y expresado en la literatura, la pintura, la escultura, la arquitectura, el urbanismo, el cine, la fotografía y la música, y lo ha hecho desde la Sagrada Escritura” (“Un acontecimiento cultural: la Biblia, el gran código de la humanidad”, 2010).
Harold Bloom, por su parte, ha señalado que los autores bíblicos, reconocidos o no como tales, no tendrían mucho que envidiar a los grandes escritores de la literatura universal y que quien se acerca a los libros bíblicos entra en contacto directo con un interminable océano literario, siempre propicio para la edificación, el aprendizaje y el goce estético, aunque el orden no sea siempre éste.
Ha dicho: “Necesitamos una aprehensión estética de la Biblia, ya sea la hebrea, el Nuevo Testamento… Es gran literatura”. Y también: “Lo que caracteriza a Occidente es esa incómoda sensación de que su saber va por un lado y su vida espiritual por otro. No podemos dejar de pensar que somos griegos y, no obstante, nuestra moralidad y religión -exterior e interior- encuentran su origen último en la Biblia hebrea”.
Su idea de canon literario es completamente bíblica y la ha aplicado en obras directamente relacionadas con el libro sagrado. Sobre el libro de Job sus palabras son agudas: “Los límites del deseo son también los límites de la literatura. […]…no es la Creación sino el Creador quien abruma a Job. […] Job, acentuando a Jeremías, aceptó su elección de adversidad, de haber sido escogido por Yahvé, Dios de los que sufren” (Poesía y creencia, 1989).
En otro lugar, asevera: “El libro de Job es una estructura en la que alguien se va conociendo cada vez más a sí mismo, en la que el protagonista llega a reconocerse en relación con un Yahvé que estará ausente cuando él esté ausente” (¿Dónde se encuentra la sabiduría?, 2004). Y no ha dudado al decir que su libro bíblico favorito es el de Jonás. Precisamente Job es un magnífico ejemplo de los desdoblamientos culturales en los que es reconocible el gran genio literario que la recorre de principio a fin y que ha contribuido a moldear el gusto y la imaginación de cientos de generaciones.
Precisamente Job es un magnífico ejemplo de los desdoblamientos culturales en los que es reconocible el gran genio literario que la recorre de principio a fin y que ha contribuido a moldear el gusto y la imaginación de cientos de generaciones.
El biblista español Julio Trebolle (junto a Susana Pottecher) rastreó la evolución del libro en la literatura, la filosofía y el arte, entre los siglos XVI y XX. Así, encontró que el famoso personaje ha sufrido grandes transformaciones: desde la figura medieval de un hombre paciente hasta el estoicismo de una persona firme ante la adversidad en el Renacimiento, pues cada época le ha puesto su impronta.
Fray Luis de León, Miguel de Cervantes y Francisco de Quevedo también sufrieron el influjo de esta obra dominante, lo mismo que Pedro Calderón de la Barca. En El rey Lear, de Shakespeare, lo mismo que en otras obras del gran dramaturgo inglés reaparecen los toques jobianos. Ya en la modernidad más cercana, “Job deja de ser el mártir sufrido y paciente del Medievo y el libro bíblico suscita la lectura de escritores y filósofos prestando más atención al tema de la teodicea y a la existencia del mal en el mundo que al propio personaje”.
Blas Pascal, Voltaire, Emmanuel Kant y William Blake se sumaron al debate y aportaron su visión particular, unos desde las preocupaciones existenciales y otros desde una reconstrucción más poética.
En el romanticismo, muchos autores posteriores a Goethe afrontaron esa gran figura bíblica: Heinrich Heine, Víctor Hugo, Fiodor Dostoievski y Lord Byron, entre muchos. Y en el siglo XX, destacan los nombres de Thomas Mann, Herman Hesse, Elías Canetti, Samuel Beckett, Bertolt Brecht, G.K. Chesterton (Introducción al libro de Job, 1916), Nelly Sachs (con un poema extraordinario), Martin Buber, el ya citado Borges y Elie Wiesel, sin olvidar, en otros campos a Carl G. Jung (Respuesta a Job, 1952), Joseph Roth (Historia de un hombre sencillo, novela de 1930) y, más recientemente, René Girard y Antonio Negri (1990). […]

(LC-O)

Apocalipsis 1.9, L. Cervantes-O.

29 de agosto, 2021   Yo, Juan, soy su hermano en Cristo, pues ustedes y yo confiamos en él. Y por confiar en él, pertenezco al reino de Di...