domingo, 28 de octubre de 2012

Letra 293, 28 de octubre de 2012


LA REFORMA PROTESTANTE Y LA FE INDIVIDUAL
Clase unida



1. Las bases bíblicas

Antiguo Testamento

  • Dios anuncia que cada persona se salvará o se perderá individualmente: “Todas las personas me pertenecen, lo mismo un padre que su hijo. Y la persona que peque, morirá. [..] La persona que peque, morirá; el hijo no cargará con la culpa del padre ni este cargará con la culpa del hijo. La persona honrada será tratada como honrada, y la persona malvada será responsable de su maldad” (Ezequiel 18.4, 20).
  • Su trato con la humanidad pondrá en equilibrio lo comunitario, lo familiar y lo individual: “Dejen a un lado la conducta rebelde que han llevado y procúrense un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué han de morir, pueblo de Israel? ¿No ven que no me complace la muerte de nadie? —oráculo del Señor Dios—. Conviértanse y vivirán” (Ez 18.31-32).


Nuevo Testamento

  • La justificación por la fe (Ro 5.1-2) conduce, inevitablemente a la libertad, la libertad de los hijos e hijas de Dios (I Co 9.19) que genera, a su vez, por la orientación del Espíritu, una conciencia individual en relación con la salvación.
  • El lugar central para el nuevo trato con Dios es la conciencia individual (I Co 4.4), la cual se relaciona con la comunitaria en busca del equilibrio adecuado. 

2. Reforma Protestante e individuo

  • Al eliminar las instancias intermedias (papa, Iglesia, párroco, magisterio), cada creyente queda frente a Dios para tratar con Él y definir, con la dirección del Espíritu, el rumbo de su salvación y de su espiritualidad. I Juan 3.19-20: “Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él; pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas”.
  • De la adecuada comprensión del individualismo protestante se desprenden tres principios fundamentales: a) la responsabilidad de cada creyente para cultivar su espiritualidad mediante una sana relación con su Salvador; b) la libre interpretación de las Escrituras bajo la guía del Espíritu Santo, pero con la obligación de respetar el contenido de la Palabra divina revelada; y c) la doctrina del sacerdocio universal de cada creyente, puesto que se eliminan las falsas barreras entre clero y laicado para que cada integrante de la Iglesia glorifique a Dios en todo lo que hace.

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DE LA SEPARACIÓN INEVITABLE A LA UNIDAD
IMPRESCINDIBLE (II)
Zwinglio M. Dias
Tiempo y Presencia (1983), Lupa Protestante,  14 de diciembre de 2011

En medio de ese juego político que confrontó intereses encontrados y donde triunfaron quienes tenían el poder, había algunas razones de fondo que fueron determinantes, a mi modo de ver, y que no sé si ya fueron superadas o encaminadas hacia una nueva propuesta teológico-pastoral: a) la cuestión sobre el papel de la Iglesia al interior de la sociedad brasileña; b) lo relativo a la suficiencia teológica de la propuesta eclesial del presbiterianismo vigente entre vosotros. En lo que concierne a la ipb, es evidente que, en cuanto institución global, no logró superar la propuesta teológica de los misioneros y sentar raíces profundas en la cultura nacional. ¿Esto será diferente en otras institucionalidades eclesiásticas presbiterianas? y c) la incapacidad de las estructuras eclesiásticas, hasta ahora en vigor, para percibir sus límites y reconocer la legitimidad eclesial del catolicismo y, en muchos casos, de las demás denominaciones evangélicas, cerrándose así a la práctica ecuménica real.
Estas tres razones de orden pastoral o misionológico, teológico y eclesiológico, me parecen fundamentales para el futuro de la Iglesia que nos proponemos ser.
La fragilidad estructural de la ipb, revelada en su inseguridad teológica, su aprisionamiento en los valores y aspiraciones de clase media y su actitud combativa en relación con el catolicismo y, en menor grado, hacia algunas demostraciones evangélicas, la llevó a un encerramiento ante la sociedad, en una actitud de autoprotección que eliminó las posibilidades de discusión interna. De ahí las purgas, las actitudes represivas contra cualquier muestra de desviación del rumbo trazado por la propuesta mal aprendida de los misioneros. El ejercicio del poder justificado por la defensa de la estructura sólo podía llevar a lo que llevó y ustedes saben bien lo que sucedió y sigue sucediendo.
Por otro lado, permítanme decirlo, no siempre los conflictos generados por posicionamientos teológicos, prácticas eclesiales, propuestas políticas o gestos ecuménicos lo fueron por motivos verdaderamente objetivos. Pero no piensen que, al afirmar esto, estoy tratando de defender las actitudes inquisitoriales asumidas por los concilios y grupos ligados al ejercicio discrecional del poder en la IPB. Lejos esté de mí. Lo que deseo destacar con esta afirmación es que algunas actitudes y gestos que muchos de nosotros asumimos —con la mejor de las intenciones, en el sentido de renovar la Iglesia y crear condiciones para su efectiva encarnación en nuestra sufrida realidad— fueron asumidos de forma pedagógicamente desastrosa, sin tomar en cuenta la fragilidad de la formación de muchos pastores y miembros de la iglesia, y que profundizaron más las divergencias y fortalecieron las posiciones de los detentadores del poder, en lugar de abrir espacios para realmente sanear el ambiente eclesiástico. Digo esto porque estamos creciendo como institución y debemos aprender de los errores del pasado. Debemos reconocer que muchas veces nos faltó una pedagogía de comunicación y un análisis lúcido y sereno acerca de las posibilidades reales de avance del conjunto de la Iglesia.
Entiendo que nos faltó, y aún nos falta, como presbiterianos, una visión teológica más consistente de la Iglesia en cuanto cuerpo de Cristo en el mundo. En este aspecto somos muy poco calvinistas y más deudores del salvacionismo individualista puritano estadunidense que de la eclesiología del reformador ginebrino. Además, el filtro impuesto al desarrollo del presbiterianismo por las peculiares condiciones de formación de las ideas religiosas en Estados Unidos sacrificó la visión corporativa de la Iglesia, en cuanto comunidad, a favor del individualismo puritano, lo que hizo que nuestra eclesiología siempre fuese débil y, así, alimentamos una visión de Cristo independiente de la Iglesia en cuanto communio sanctorum.

Para una reconstrucción eclesiológica
La tradición calvinista no siempre fue fiel al pensamiento del reformador. Por varias razones. Una de ellas, la que más interesa mencionar aquí, fue el hecho de que el calvinismo se modificó en su práctica histórica, como religión oficial de la ciudad de Ginebra y, posteriormente, al adaptarse a las condiciones sociales y culturales de otros pueblos. Es cierto que los elementos centrales de su pensamiento se consustanciaron en constituciones y cuerpos doctrinales, pero también es verdad que no siempre fueron vividas en la experiencia concreta de las iglesias.
En el tema de la Iglesia eso fue muy significativo. Está muy claro que el tipo de predicación y el sentido de la evangelización que predominó y predomina en las iglesias presbiterianas casi no tiene nada que ver con la originalidad calviniana.
El énfasis salvacionista que domina en nuestras iglesias es extraño a la mejor tradición del reformador. En su perspectiva, la vida comunitaria era esencial para la manifestación y realización de los dones de Cristo. La salvación, aunque es personal, se da a través de la participación en el cuerpo de Cristo, de suerte que la Iglesia se constituye en un instrumento salvífico fundamental. La palabra de orden del cristianismo medieval —“fuera de la Iglesia no hay salvación”—, a través de otra fundamentación bíblico-teológica, estaba perfectamente encuadrada en la eclesiología calvinista. Su preocupación por restablecer los órdenes ministeriales al interior de la comunidad local, lo que en la jerga presbiteriana actual forma la triada pastor-anciano-diácono, revelaba un esfuerzo de recuperación de una práctica de la Iglesia primitiva. Con eso, Calvino buscó la recreación de una vida comunitaria en la que los fieles pudiesen, de hecho, incorporarse, por la práctica eclesial, al cuerpo de Cristo, mediante el compartir mutuo de todos los dones y carismas que se desarrollaban en la práctica permanente de la experiencia comunitaria.
Para el reformador ginebrino, la unión con Cristo implica necesariamente la con-vivencia de todos los miembros. Esto es lo que constituye y manifiesta a la Iglesia. Por eso afirma la dimensión comunitaria de la salvación cuando escribe que el ser humano es justificado mediante la incorporación a Cristo. Dice: “Unirse a Cristo por la fe significa convertirse en miembro de su cuerpo, de su comunidad”. “Cuantos bienes recibimos proceden de la salvación,  que  Él  ha  comunicado  al cuerpo  entero  de  su  Iglesia”.  “En
efecto, Cristo no ha adquirido la salvación para éste o para aquél en particular, sino para su pueblo; nosotros la recibimos cuando ingresamos al pueblo mediante la fe”.
Para Calvino, la palabra salvífica es eclesial: fue depositada en la Iglesia y se nos anuncia mediante el ministerio; es, al mismo tiempo, promesa y vocación: ofrece la salvación y convoca a la Iglesia. También la fe es eclesial, aquella con la cual aceptamos a Cristo en la Palabra.

Si no estamos unidos en la misma fe y somos miembros de la Iglesia, no podemos ser agradables a Dios [Is 8.7, CO 36, p. 327] ni obtener la reconciliación gratuita. En el Símbolo confesamos nuestra fe en la Iglesia y en el perdón de los pecados porque fuera del cuerpo de Cristo y de la “compañía de los fieles”, no hay reconciliación con Dios… [Is 33.24, CO 36, p. 578]
…cuando confesamos la santa Iglesia proclamamos su existencia; añadiendo la comunión de los santos precisamos cómo es la Iglesia que creemos [IRC 1536, II. OS 1, p. 92]. Testificar su naturaleza es tan importante como creer su existencia [IRC 1539, IV. CO 1, p. 541].
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EL TRASFONDO DE LA IGLESIA REFORMADA (III)
Curso de Historia y Teología Reformada, Lección 2

El 29 de enero de 1523 se realiza la Primera Disputa de Zürich. Básicamente se trata de ver si hay argumentos en contra de la prédica de Zwinglio; el concejo mismo quiere decidir sobre la base de la Biblia. 600 participantes llegan a la municipalidad de Zürich. Desde Constanza llega una delegación guiada por Juan Faber. Se supone que éste no participe en el debate, sino que viene a protestar y a observar. El punto central del debate es el problema de la autoridad: ¿Quién tiene la autoridad máxima en la tierra? Ya al mediodía, el Concejo ha escuchado lo suficiente y razona que nadie puede condenar a Zwinglio por herejía. Y más aún: todos los demás predicadores deberán guiarse de ahora en adelante por la Santa Escritura. Para el debate, Zwinglio ha formulado 67 artículos o "conclusiones" para los cuales se consideran los siguientes lemas como resumen: solus Christus, sólo Cristo, y sola Scriptura, sólo la Biblia.

Profundización teológica y controversias
Para Ulrico Zwinglio, el año 1523 está marcado por una profundización teológica de sus pensamientos. Estos se refieren, entre otro, a la distinción precisa entre Dios y la criatura, la comprensión del pecado, la doctrina de la iglesia, la importancia de la justicia y, por ende, la relación entre Estado e iglesia. Se deja entrever un nuevo entendimiento de la Eucaristía - Zwinglio ya no la considera como un medio salvífico.
En resumen, reconocemos que Zwinglio está optando por un camino propio de la reforma. No es ni Lutero ni Erasmo, sino alguien que desarrolla una teología autónoma, capaz de integrar elementos de los dos reformadores.

Sobre la fe y el perdón de los pecados
Pero yo he dicho que los pecados son perdonados por la fe; y no quería decir otra cosa que tan sólo la fe puede asegurar al hombre de que sus pecados son perdonados. Quien confía en Cristo, cuyos pecados son perdonados. Como nadie sabe del otro si éste es creyente, así nadie sabe si le fueron perdonados los pecados, aparte de uno mismo, ya que gracias a la luz y la firmeza de su fe está seguro del perdón, sabiendo que Dios le ha perdonado en Cristo; y está tan seguro de este perdón que no duda nunca del perdón por la gracia porque sabe que Dios no puede engañar o mentir." De: Ulrico Zwinglio, Exposición de la fe, 1531.
http://www.reformiert-online.net

Actividades


PARTICIPEMOS EN EL CULTO UNIDO A LAS 17 HRS. DE HOY EN CONMEMORACIÓN DE LOS 495 AÑOS DE LA REFORMA PROTESTANTE

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CULTO DE ORACIÓN Y ESTUDIO
Martes 30 de octubre, 19 hrs.
El gran episodio del Monte Carmelo (II) (I Reyes 18.29-40)
Moderadora: Hna. Andrea Naranjo

ELÍAS (II)
S. Virgulin

1. El peregrino del Horeb. Huyendo de la persecución de Jezabel, Elías no busca refugio en los santuarios, sino que recorre al revés el camino del pueblo liberado de Egipto, dirigiéndose al monte Horeb, en donde Dios se había revelado a Moisés. La misteriosa teofanía, indicada como "paso del Señor" (1 R 19.11), reviste un profundo significado. Yahvé no es como el dios fenicio de la tempestad, del fuego y del terremoto, sino que actúa de modo silencioso y casi imperceptible. Se manifiesta no de forma concreta ni mediante el poder indeterminado del espíritu, sino a través de las palabras susurrantes de los profetas y de la acción invisible producida por los acontecimientos externos. Elías se ve introducido en una nueva concepción de Dios, de su naturaleza, de su manifestación y de su manera de obrar. El Dios de Israel se desmarca claramente de la figura del dios semita naturalista.
El mensaje divino que recibe Elías se refiere al futuro de Israel: una triple unción marcará la intervención de Dios, que no sólo asegura la sucesión profética (vocación de Eliseo), sino que instala a los nuevos monarcas de Israel (Jehú) y de Siria (Jazael). […]

4. El protector de los débiles. El profeta fue también un apasionado defensor de la justicia entre los hombres. Después del homicidio de Nabot, propietario de la viña, atribuido a la pagana Jezabel, Elías se opuso con todas sus fuerzas al propósito de Ajab de suprimir el antiguo derecho de propiedad israelita y de introducir un régimen monárquico absolutista con el correspondiente derecho de Estado. El profeta no logró convertir a la casa real a la pura fe del yahvismo. Lo demuestra la narración de Ocozías, que se dirige al dios de Ecrón para saber si curaría de su herida. […]

5. Los milagros. Es maravillosa la misión de Elías entre los paganos. Sarepta, la fenicia Sarafand, situada a unos 15 kilómetros al sur de Sidón, era una aldea perteneciente al territorio del padre de Jezabel. También este país se vio afectado por la sequía. Pero Dios concedió la bendición del agua, con el aumento de la harina y del aceite a Elías, en Fenicia, en favor de una pobre viuda, con la que el profeta compartía su pan (1 Re 17,7-16).
http://mercaba.org/DicTB/E/elias_eliseo.htm
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES

NOVIEMBRE: RUMBO A UN NUEVO PROYECTO DE IGLESIA

3 –  Comida especial, 15.00 hrs.
4 –  Comunión/ Reunión de Consistorio
11 – Primer Taller de elaboración de documentos básicos
18-20 – Brigada misionera a Guerrero

¿Por qué es necesaria la "reforma permanente" de la Iglesia?, L. Cervantes-O.


28 de octubre, 2012

 [Ahora] Son conciudadanos de un pueblo consagrado, son familia de Dios, son piedras de un edificio construido sobre el cimiento de los apóstoles y los profetas. Y Cristo Jesús es la piedra angular en la que todo el edificio queda ensamblado y va creciendo hasta convertirse en templo consagrado al Señor, en el que también ustedes se van integrando hasta llegar a ser, por medio del Espíritu, casa en la que habita Dios.
Efesios 2.19b-22, La Palabra, SBU

La carta a los Efesios afirma que la Iglesia es algo así como “el gran poema” que Dios está escribiendo en medio de la historia,[1] pero lo que esta bella metáfora paulina anuncia implícitamente es que, en cada verso, Él también está agregando correcciones y que hacer esto implica cambios, modificaciones y transformaciones, reformas en una palabra, que muchas veces cuesta trabajo aceptar y que, en ocasiones, incluso duelen, porque la nueva creación (poiesis) de Dios en Cristo no puede ser un “texto” que no alcance la perfección en el futuro prometido. De modo que, al participar en este proceso es posible tratar de responder la pregunta acerca de la necesidad de que la reforma en las iglesias sea permanente y no sólo una moda otoñal motivo de festejos y cultos conmemorativos, ni tampoco una moda pasajera o una pose para estar a la altura de los tiempos. El impulso de fe, espiritual y teológico por la reforma permanente de la Iglesia es algo que suscita el Espíritu Santo, único agente rector y conductor de la misma. De ahí que el sentido de pertenencia a la Iglesia de Jesucristo, que también despierta y conduce el Espíritu, coloca a las mujeres y hombres que la integran en situaciones inéditas que les demandan nuevas y profundas conversiones en el camino de la santificación realizada también por Él.
Por lo dicho, entonces, el lema tan famoso, acuñado en Holanda, “Iglesia reformada, siempre reformándose”, debería reflejar el empeño divino por realizar los cambios que ha comenzado a realizar en Cristo, el constructor, el poeta de la paz, que ha derribado los muros de separación entre la humanidad y que ahora se ha dedicado a forjar un nuevo pueblo. La llamada a la renovación continua, con ello, obedece a seguir los caminos del Espíritu para experimentar la nueva humanidad, pues en eso consiste la que podría denominarse primera reforma, la reforma del espíritu, la instalación progresiva de una conciencia, ya no dominada por la culpa de estar "muertos en los delitos y pecados" (2.1), y ser por ello “hijos de la ira” (2.3)  sino, por el contrario, avanzar hacia la segunda reforma, la reforma comunitaria de la vida de la Iglesia, del pueblo de Dios siempre peregrino, y así avistar la tercera reforma, la definitiva, la renovación final de todas las cosas.
Es preciso reconocer que la reforma de la Iglesia forma parte apenas de un proceso mucho más grande de renovación, del establecimiento de la voluntad divina en el mundo, pero dada la escasez de miras con que habitualmente las comunidades asumimos tan magno proyecto, llegamos a suponer que los cambios en la Iglesia son un fin en sí mismo, cuando apenas son signos, síntomas, del esfuerzo creador de Dios en Cristo pata establecer nuevas pautas de vida y conducta en el mundo. La exhortación de Ef 2, en ese sentido, destaca que el origen de las personas, signado por el pecado y la injusticia, no anticipaba en ninguna forma el sublime destino al que serían llamadas. No otra es la concepción de la predestinación, que también es leída más como doctrina rigurosa que como forma de actuación procedente de la gracia para “salvar a algunos”, no en sentido excluyente sino para destacar el interés de Dios por todas sus criaturas, pues la totalidad de la Escritura no da lugar a pensar en que Dios se solaza en la perdición de alguna parte de la humanidad, pues por el contrario, su postura de búsqueda del bienestar es incesante.
Es como si Dios dijera que debemos “vivir en estado de permanente reforma”, no posponiendo los cambios que el Espíritu desea hacer en su feudo “natural” que es la Iglesia, pero sin olvidar que en su soberanía Dios está actuando dentro y fuera de ella. El punto de contacto que el apóstol espera que los creyentes efesios perciban con lo que Dios hace en el mundo es la cadena de acciones de salvación que Él ha hecho: dar vida juntamente en Cristo, resucitar con él también, sentarse ya en los lugares celestiales y percibir con los ojos de la fe “las abundantes riquezas de su gracia” (vv. 5-7). Sólo una “mente reformada”, adaptada por el Espíritu a reconocer el portento de todas estas realidades puede sujetarse a la reforma continua que Dios quiere hacer en cada persona. Por ello el apóstol señala la “querencia” hacia el mundo como un obstáculo en esta percepción, porque “los sentidos de la fe” pueden distraerse con proyectos humanos, materiales, mezquinos, si no se dejan conducir por los altos propósitos de Dios que, en ocasiones parece que se comprenden y que hasta modifican el vocabulario y la expresión de los creyentes en términos de sus deseos y de las proyecciones e identificaciones con los planes divinos.
La primacía de la gracia es el mayor don rescatado por la Reforma y sólo de allí puede proceder la intencionalidad de sumarse a la búsqueda permanente por poner en marcha los cambios deseados por Dios para su Iglesia, porque finalmente, como expresa el apóstol, el propósito histórico, ligado al escatológico y futuro que se cumplirá también es que todos/as sean “edificados/as para morada de Dios en el Espíritu” (2.22) en el presente reducido pero valioso de la existencia de la Iglesia y de las iglesias, algunas nuevas incluso, sin romper nunca la unidad afirmada por la misma carta (4.1-7), aunque exteriormente lo parezca. Porque si el Espíritu levanta nuevas voces y procederes, ¿quiénes somos para no atender esa llamada irresistible? Después de todo, uno de los momentos cruciales de las reformas del siglo XVI fue cuando Lutero, inspirado por las palabras del apóstol Pedro, quemó la bula papal de excomunión y afirmó en acto que era necesario obedecer a Dios siempre antes que a los caprichos e instituciones humanas, que siempre deberán someterse a los lineamientos suyos, pues no existe fuerza alguna capaz de cuestionarlos en su integridad y su justicia. De modo que la reforma continua de la fe individual y colectiva en las iglesias de la Reforma Protestante es una vocación, una identidad y un proyecto interminable, todo a la vez.


[1] Mariano Ávila, Efesios. Miami, SBU, 2008, p. 84.

Efesios 2

La Palabra, SBU



3 Así vivíamos también todos nosotros en el pasado: sometidos a nuestras desordenadas apetencias humanas, obedientes a esos desordenados impulsos del instinto y de la imaginación, y destinados por nuestra condición a experimentar, como los demás, la ira de Dios.
4 Pero la piedad de Dios es grande, e inmenso su amor hacia nosotros. 5 Por eso, aunque estábamos muertos en razón de nuestras culpas, nos hizo revivir junto con Cristo —¡la salvación es pura generosidad de Dios!—, 6 nos resucitó y nos sentó con Cristo Jesús en el cielo. 7 Desplegó así, ante los siglos venideros, toda la impresionante riqueza de su gracia, hecha bondad para nosotros en Cristo Jesús. 8 En efecto, ustedes han sido salvados gratuitamente mediante la fe. Y eso no es algo que provenga de ustedes; es un don de Dios. 9 No es, pues, cuestión de obras humanas, para que nadie pueda presumir. 10 Lo que somos, a Dios se lo debemos. Él nos ha creado por medio de Cristo Jesús, para que hagamos el bien que Dios mismo nos señaló de antemano como norma de conducta. […]
13 Ahora, en cambio, injertados en Cristo Jesús y gracias a su muerte, ya no están lejos como antes, sino cerca. 14 Cristo es nuestra paz. […]
19 Ya no son, por tanto, extranjeros o advenedizos. Son conciudadanos de un pueblo consagrado, son familia de Dios, 20 son piedras de un edificio construido sobre el cimiento de los apóstoles y los profetas. Y Cristo Jesús es la piedra angular 21 en la que todo el edificio queda ensamblado y va creciendo hasta convertirse en templo consagrado al Señor, 22 en el que también ustedes se van integrando hasta llegar a ser, por medio del Espíritu, casa en la que habita Dios.

domingo, 21 de octubre de 2012

Letra 292, 21 de octubre de 2012


DE LA SEPARACIÓN INEVITABLE A LA UNIDAD IMPRESCINDIBLE (I)
Zwinglio M. Dias
Tiempo y Presencia (1983), Lupa Protestante,  14 de diciembre de 2011

El 10 de julio de 1983, en la ciudad de Vitória, Espíritu Santo, se organizó a nivel nacional la Iglesia Presbiteriana Unida de Brasil (IPU). Esta nueva estructura eclesiástica de la rama presbiteriana está formada por 45 comunidades repartidas en seis Estados de la Federación que, en los últimos 18 años se fueron desligando (o fueron obligadas a ello) de la Iglesia Presbiteriana de Brasil (IPB), a causa de la lucha ideológica que se vive al interior de la estructura matriz del presbiterianismo brasileño.
Contando con cerca de 10 mil miembros, la IPU se propuso ser una iglesia abierta, fraterna, ecuménica y comprometida con las causas del pueblo brasileño por exigencia del Evangelio. Se publica aquí el texto del Rev. Zwinglio M. Dias, pastor de una de las comunidades de la IPU en Río de Janeiro, presentado en aquella ocasión y que sirvió de punto de partida para la discusión acerca de los propósitos de la nueva iglesia.

La Escritura, al narrar los sucesos de Israel, “enseña que Dios, aunque nunca abandonó a su Iglesia, destruye a veces el debido orden político”. “Por consiguiente, no creamos que Él se halla tan vinculado a las personas que la Iglesia sea necesariamente indefectible, esto es, que no puedan apartarse de la verdad quienes la presiden” [Juan Calvino, Sermón sobre 1 Sam 1.18; CO 29, p. 244]. […] Han abusado “tiránicamente de su potestad” y han “depravado el modo de gobernar la Iglesia instituido por Dios” [Ez 13.8-9, CO 40, p. 280; Cf. Carta 1607, CO 14, p. 294 s; Carta 3232, CO 18, pp. 159s]. […]
Lo sucedido bajo el papado muestra “que en el reino de Cristo se cumple lo que aconteció bajo la ley, a saber, que a veces la Iglesia se cubre de miserias y yace oculta sin esplendor ni forma” [Jer 30.20, CO 38, p. 634]. […]
“Así pues, entre ellos hay Iglesia, es decir, Dios tiene allí su Iglesia, aunque oculta, y la conserva milagrosamente; pero de ahí no se deduce que ellos sean dignos de algún honor; al contrario, son más detestables porque, debiendo engendrar hijos e hijas para Dios, los engendran para el diablo y los ídolos” [Ez 16.20, CO 40, p. 354].
 Jesús Larriba, Eclesiología y antropología en Calvino

Introducción
Estamos reunidos esta semana para dar un paso histórico en la vida del presbiterianismo brasileño: constituir una Iglesia Presbiteriana abierta, plural, libre y, al mismo tiempo, fiel a su herencia histórica y sensible a la realidad del pueblo brasileño a quien somos enviados como testigos e instrumentos del Evangelio de Cristo. Este momento en nuestra historia, mientras tanto, debe ser visto por nosotros como una oportunidad de reflexión sobre nosotros mismos, sobre lo que hemos sido hasta aquí, sobre lo que somos actualmente y, también, de preparación y planeación para aquello que pretendemos ser en el seno del protestantismo brasileño. Para la mayoría de las iglesias y pastores aquí representados, si no es que para todos, esta ocasión nos depara una mezcla de alegría y decepción. Alegría, porque finalmente llegó la hora de organizar una Iglesia Presbiteriana capaz de recoger los mejores frutos del presbiterianismo brasileño del pasado y del presente y, con ellos, contribuir para el amplio diálogo intereclesiástico, que exige la lucha de nuestro pueblo. Decepción, porque hacemos esto después de un largo periodo de diáspora y bajo la presión de la necesidad de crear un organismo eclesiástico más que, al menos aparentemente, significa otra división de los cristianos evangélicos. Aunque aceptemos la legitimidad eclesial de los innumerables cuerpos eclesiásticos en que nos dividimos, no dejamos de sufrir los dolores de una división más entre aquellos que son herederos de una misma tradición, de una misma forma de ser iglesia, y que ha luchado por la unidad de los cristianos y ha pagado un alto precio por eso.
La consolidación de la Federación Nacional de Iglesias Presbiterianas (Fenip), cuyas actividades desde su formación hasta ahora significaron un avance importante en el esfuerzo para trazar la contribución del presbiterianismo a la lucha común de las iglesias brasileñas, se da en el sentido de un testimonio de unidad en el tratamiento de los gravísimos problemas que afectan a nuestro pueblo.
La adhesión de nuevas iglesias venidas de la Iglesia Presbiteriana de Brasil (ipb) y la propuesta de adopción del nombre Iglesia Presbiteriana Unida (ipu) representan una nueva etapa en el proceso de renovación o reforma y actualización de la tradición reformada entre nosotros y deben ser vistas como una oportunidad para el avance y profundización del significado de la misión de las iglesias en nuestro contexto.
En este sentido, me gustaría reflexionar un poco sobre nuestra historia pasada, tratando de ofrecer algunas conclusiones que, aun cuando sean provisorias y mal hilvanadas en medio de la coyuntura en que nos encontramos, siento que podrían ser útiles para nuestra reflexión de aquí hacia adelante.
No soy historiador de la Iglesia ni especialista en calvinismo. A pesar de eso, me gustaría tomar algunos pocos elementos de la experiencia calvinista que conozco y que me parecen importantes en esta hora en que somos desafiados a comenzar una reconstrucción eclesiológica a partir de nuestras raíces más profundas, para actualizar y hacer efectiva nuestra presencia y contribución al diálogo ecuménico que la actual situación social, política, económica y religiosa de nuestro pueblo exige.
Me gustaría reflexionar, en primer lugar, sobre lo que llamaré “separación necesaria”, la cual nos fue impuesta y que, tal vez, muchos de nosotros provocamos inconscientemente. ¿Será que estamos separados de la ipb hoy sólo por culpas de “el otro lado”? ¿No habría también motivos de “nuestro lado”? En un segundo momento, es mi intención pensar en términos de una reconstrucción eclesiológica, o sea, ¿qué Iglesia queremos formar? ¿De qué manera nos ayuda nuestra herencia calvinista? ¿Podemos afirmar que el presbiterianismo brasileño fue hasta aquí, de hecho, realmente calvinista? ¿No hubo un filtro de experiencia estadunidense, por la refracción impuesta por circunstancias históricas totalmente distintas, que desvió y desvirtuó seriamente la propuesta eclesial calvinista? ¿Es posible un presbiterianismo brasileño? Finalmente, me gustaría reflexionar sobre la propuesta eclesial que hemos asumido hasta aquí. ¿De qué se trata realmente cuando hablamos de Iglesia local autónoma e Iglesia nacional? ¿Cuál es el concepto de ekklesía que estamos articulando? ¿No estaremos siendo desafiados a pensar a partir de ahora en un ecumenismo ad intra, esto es, entre nosotros, intereclesial, que podría ser (o que ya lo es, para muchos) la base de un ecumenismo ad extra que abarcaría no solamente a las demás iglesias sino a la totalidad de la oikoumene, o sea, a “todo el mundo habitado”, por lo que, las realidades humanas como tales se presentan en la concreción de las realidades localizadas que nuestras comunidades enfrentan?
Debe entenderse lo que escribo aquí como un pensamiento en voz alta. No tengo ninguna pretensión de que sea una conferencia o algo así. Sólo me siento movido a compartir algunas ideas, algunas intuiciones acerca de este momento eclesiástico, que me parecen (ofrezco disculpas por ello) significativas para esta nueva etapa histórica que comenzamos a experimentar.

Sentido y razones de la separación actual
El presbiterianismo ya sufrió unas cinco o seis divisiones en el transcurso de su historia en Brasil. Fueron muchas y diversas las razones que llevaron a la formación de nuevas iglesias a partir del tronco inicial, formado por el trabajo de los misioneros estadunidenses en la segunda mitad del siglo XX.
En nuestro caso, es interesante observar que el proceso que llevó a la organización de la Fenip, y ahora de la ipu, presenta características muy peculiares, pues salimos para formar una nueva institucionalidad eclesiástica sin proponérnoslo. Basta observar el largo periodo que se requirió para formar la Federación. Las iglesias locales y los presbiterios que quedaron al margen de la ipb alimentaron siempre la esperanza de un cambio en sus cuadros dirigentes, toda vez que, en la mayoría de los casos, los motivos que llevaron a la separación de los pastores, iglesias y cuerpos de gobierno fueron de orden estrictamente político-administrativo y no implicaron ningún debate teológico profundo que justificase tal medida. Es evidente que en el fondo de las posiciones asumidas que produjeron temor a quienes ejercían el poder en la ipb había fundadas razones bíblico-teológicas en la mayoría de los casos. Pero esto no fue nunca planteado seriamente por los ejecutores de la política represiva. También es cierto que éstos se proclamaron guardianes de la tradición, de la verdad y de la pureza doctrinal de la Iglesia. Pero en ningún momento fueron capaces de asumir eso y promover un debate real. Sólo usaron esas afirmaciones de manera demagógica y oportunista. De ahí, quiero creer, la razón de la esperanza de un cambio en el cuadro político interno que siempre animó muchos corazones y retrasó la medida tomada con la formación de la Fenip.

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EL TRASFONDO DE LA IGLESIA REFORMADA (III)
Curso de Historia y Teología Reformada, Lección 2

La situación en Zürich se hace cada vez más complicada y polémica. El Concejo se adjudica la competencia decisiva en el conflicto, eludiendo así al obispo de Constanza. Tras una audiencia y una prohibición temporal de la violación del mandamiento de ayuno, la disputa es postergada para el inicio del año 1523: ahí el concejo municipal quiere tomar su decisión sobre la base de la Santa Escritura. Con esto, las ideas de Zwinglio definitivamente han ganado terreno en Zürich.
Aparte del ayuno existen otros puntos conflictivos. Zwinglio critica la veneración de los santos provocando enfrentamientos con las órdenes mendicantes. El, por su parte, exige a las órdenes mendicantes que en el futuro basen sus prédicas únicamente en la Biblia. Además, Zwinglio exige terminar con el celibato y proteger a Martín Lutero quien se encuentra bajo proscripción imperial. Todavía en 1522, Zwinglio se opone al papel de María como mediadora de la salvación.
En agosto de 1522, Zwinglio renuncia a su membresía en la iglesia católica, porque, como dice, ésta se fundamenta solamente en leyes humanas. Erasmo está consternado frente a palabras tan tajantes.
Zwinglio cada vez más cumple con el rol del predicador que da el tono en Zürich. Desde 1522 convive con su mujer Anna Reinhart, pero sólo dos años más tarde se casan oficialmente. Los dos tienen cuatro hijos.
El 29 de enero de 1523 se realiza la Primera Disputa de Zürich. Básicamente se trata de ver si hay argumentos en contra de la prédica de Zwinglio; el concejo mismo quiere decidir sobre la base de la Biblia. 600 participantes llegan a la municipalidad de Zürich. Desde Constanza llega una delegación guiada por Juan Faber. Se supone que éste no participe en el debate, sino que viene a protestar y a observar. El punto central del debate es el problema de la autoridad: ¿Quién tiene la autoridad máxima en la tierra? Ya al mediodía, el Concejo ha escuchado lo suficiente y razona que nadie puede condenar a Zwinglio por herejía. Y más aún: Todos los demás predicadores deberán guiarse de ahora en adelante por la Santa Escritura. Para el debate, Zwinglio ha formulado 67 artículos o "conclusiones" para los cuales se consideran los siguientes lemas como resumen: solus Christus, sólo Cristo, y sola Scriptura, sólo la Biblia.
En los artículos dos y tres de los 67 artículos o conclusiones dice: “He aquí resumido el Evangelio: Nuestro Señor Cristo Jesús, el verdadero Hijo de Dios, nos ha dado a conocer la voluntad de su Padre celestial y con su muerte inocente nos ha redimido y reconciliado con Dios. Por eso es Cristo el único camino de salvación para todos los hombres que fueron, son y serán”.
(Ulrico Zwinglio, Interpretación y fundamento de las conclusiones, 1523, en Zwinglio, Antología. Barcelona, Producciones Editoriales del Nordeste, 1973, pp. 45, 46.)

Actividades


OREMOS POR EL CULTO UNIDO DEL PRÓXIMO DOMINGO. QUE NUESTRO DIOS DIRIJA TODOS LOS PLANES E INICIATIVAS

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CULTO DE ORACIÓN Y ESTUDIO
Martes 23 de octubre, 19 hrs.
El gran episodio del Monte Carmelo (I) (I Reyes 18.20-28)
Moderadora: A.I. Angelita Martínez

ELÍAS
S. Virgulin

1. El profeta asceta
El nombre de Elías significa “Mi Dios es Yahvéh”. El profeta, del que no se menciona ni el padre ni la genealogía, es llamado “el tesbita”, probablemente por ser natural de Tisbé, localidad identificada con la actual Khirbet el-Istib, en Galaad, a unos 25 kilómetros al norte del río Yabbok. Parece ser que la población de la Transjordania había permanecido más fiel al yahvismo que los habitantes de la Cisjordania. Elías pertenece al tipo de los profetas ambulantes, que no están en relación ni con un templo ni con las comunidades de profetas. Llevaba el manto de piel típico de los beduinos del desierto, heredado de la antigüedad, ceñido por un cinturón de cuero (2 R 1.8), desdeñando así la moda refinada procedente de Fenicia. Una característica de su actividad es que aparecía y desaparecía de forma inesperada y repentina (1 R 17.5s; 18.5-12; 2 R 2.16s). Desarrolló su actividad profética reprochando y amenazando (1 R 17.1; 18.21; 2 R 1.3), pero también haciendo promesas en nombre de Dios (1 R 18.1). Realizó una acción simbólica (1 R 19.19ss) y practicó la intercesión profética (1 R 18.42ss). Elías no pronunció ningún juicio de destrucción ni exigió la conversión, sino más bien un cambio de dirección del hombre, en el que había que dar la vuelta al corazón (l R 18.37).

2. El defensor del yahvismo
En la base del relato sobre la sequía que duró tres años está la explicación de Elías sobre una verdadera sequía (cf Flavio Josefo, Antiq. Jud. VIII, 13, 2), provocada por Yahvé. La lluvia era considerada como un don procedente de Baal, el dios cananeo de la vegetación, mientras que Elías afirmaba que Yahvé era el único Dios que concedía la fecundidad de los campos. La narración del juicio de Dios en el monte Carmelo, descrita con un arte dramático consumado, muestra cómo Elías logró obtener que la región del Carmelo, habitada por una población mixta, incorporada a Israel procedente del reino de Tiro, fuera considerada como territorio israelita y se adorase allí solamente a Yahvé, a pesar de la presencia de un santuario cananeo. La matanza de los profetas de Baal tiene que comprenderse como la afirmación del derecho de Yahvé sobre la tierra que pertenecía a su pueblo. Dada la protección del baalismo por parte de la autoridad oficial, Israel estaba a punto de perder su propia identidad religiosa. En este momento crítico Elías salvó la fe en el único Dios utilizando los medios violentos y bárbaros de su tiempo.

http://mercaba.org/DicTB/E/elias_eliseo.htm
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES
28 – Clase unida: La Reforma y la fe individual/ Culto unido, 17 hrs.

NOVIEMBRE: RUMBO A UN NUEVO PROYECTO DE IGLESIA (CMIRP)
4 –  Comunión/ Reunión de Consistorio
11 –  Primer Taller de elaboración de documentos básicos

¿Cómo produce Dios las reformas en medio de su pueblo?, L. Cervantes-O.


21 de octubre, 2012

Esto dice el Señor Dios: Aquí estoy, enfrentado a los pastores. Voy a exigir que me devuelvan mi rebaño, voy a poner fin a su oficio de pastores; ya no volverán a apacentarse a sí mismos; arrancaré a mis ovejas de sus fauces para que ya no les sirvan de alimento. Esto dice el Señor Dios: Yo mismo buscaré a mi rebaño y velaré por él. […] En cuanto a ustedes, ovejas mías, esto dice el Señor Dios: Aquí estoy, dispuesto a juzgar entre ovejas y ovejas, entre carneros y machos cabríos.
Ezequiel 34.10-11, 17, La Palabra, SBU

Para muchas iglesias surgidas de las reformas del siglo XVI no ha resultado tan claro que ellas son el fruto de un esfuerzo divino por purificar y restaurar la existencia histórica de su pueblo en el mundo. Las comunidades interpretan su origen con base en criterios que van desde la visión teologizante y sobreespitualizante hasta un preocupante y complejo conjunto de observaciones meramente históricas o materiales que comparten cierto cinismo con algunos analistas no comprometidos con la vida de las iglesias y a quienes les da lo mismo que prive una u otra comprensión de los sucesos. Y es que, en efecto, el mero recuento de los acontecimientos, se ha realizado en el espectro general de los protestantismos latinoamericanos mediante una lectura bastante maniquea de los procesos que condujeron al imprevisto surgimiento de nuevas iglesias en medio de los acelerados cambios socio-políticos del momento. De una lectura así procede la imagen de los dirigentes (“reformadores”) como adalides o profetas de la estirpe de los mensajeros bíblicos que interpelaban a sus contemporáneos con los oráculos sagrados mientras que, por otra parte, sus adversarios fueron los villanos que se negaron rotundamente a prestarles oídos para poner en práctica los cambios reclamados por Dios. Pero la historia nunca ha sido así, porque escasamente y sólo después de múltiples debates es posible trazar perfiles para hacerse una idea más o menos clara de qué pasaba por las cabezas de unos y otros, sin olvidar a los monarcas y a otros grupos sociales implicados.
Por lo anterior, preguntarse acerca del sentido de la intervención divina para reconducir la vida de las comunidades por senderos nuevos es en sí misma una confesión de fe y una afirmación de que Dios efectivamente se hace presente en lo s momentos más necesarios a fin de renovar la presencia de los grupos que dicen seguir las enseñanzas de Jesús de Nazaret. Ésa es la razón por la que, al acercarse a diversos textos bíblicos para parangonar la actuación de los personajes bíblicos y de la manera en que entendieron lo que Dios esperaba de su pueblo. Un ejemplo de esto es el durísimo pasaje de Ezequiel 34, donde Yahvé, en voz del profeta, fustiga duramente a la dirigencia política y religiosa de su pueblo por haberlo conducido a la destrucción y a la desaparición. Este planteamiento acerca de la crisis moral, social, espiritual y política en que se hallaba el pueblo, como parte de los cambios de paradigma en la comprensión de la alianza con Yahvé, se complementa magníficamente con el anuncio de que éste ya no castigará a familias enteras por el pecado de algunos, afirmando con ello el respeto a la individualidad de los creyentes. En el cap. 34, además de reclamar intensamente a los monarcas y sacerdotes el destino del pueblo, se subraya la responsabilidad colectiva, pues luego de señalar los errores de aquéllos, se afirma que es preciso distinguir entre sus integrantes y que éstos deben también responder por el rumbo que tome la comunidad (v. 22). Dios mandará un pastor, en la figura mesiánica de David, para responder a la necesidad del pueblo, pero éste también deberá actuar conforme a sus obligaciones.

En la época del exilio, el pueblo está dividido en ovejas famélicas y en ovejas "dispersadas". Las primeras designan probablemente a los miembros del pueblo que permanecieron en Palestina, donde son entregados a la tiranía del ocupante y expoliados por los agentes del enemigo; las segundas designan a los que fueron llevados en cautiverio o huyeron a Egipto. El futuro se dibuja como una reunión o congregación de todas las ovejas, pero esta reunión reviste dos nuevas características: en primer lugar se realizará en torno al mismo Yahvé y no en torno al rey (v. 11); en segundo lugar estará formada por relaciones personales y de mutuo conocimiento entre Dios y cada uno de los miembros del pueblo (v. 16) y no ya por la pertenencia jurídica y exterior a la alianza.
Ezequiel tiene, pues, delante, un reino situado directamente bajo la dependencia divina y basado sobre relaciones esencialmente religiosas. Como tal, este reino es cualitativo y no compite con el reino terrestre ni se adhiere a instituciones humanas. Es de otro orden y puede extenderse por todos los reinos porque se limita a añadir una dimensión religiosa a las relaciones humanas ya existentes.[1]

Esta búsqueda de balance entre individualidades y colectividad, que la tradición protestante englobó en su doctrina del “sacerdocio universal de los creyentes” es, quizá, uno de los grandes logros en el camino de las reformas eclesiásticas, guiadas todas, como era de esperarse, a) por una palabra divina pertinente y sólida; b) por intérpretes valientes de la misma y de la realidad; y c) por grupos y comunidades dispuestos a abrir sus ojos y sus oídos para comprender las exigencias de cambio ante los cuales es preciso estar a la altura. La intención divina de purificar a su pueblo, expresada en la actuación profética de Jesús cuando irrumpe en el templo de Jerusalén (Jn 2) y enarbola la bandera de la lucha contra la corrupción religiosa y el maridaje con el mercado, fue vista por los reformadores como fuente de inspiración para articular fuerzas de todas partes en la lucha por regresar al camino original del cristianismo. Ciertamente, hoy suena todo esto como un proyecto monumental, y lo es, pero precisamente por ello la confianza que ofrece Dios para recordar que Él está detrás de muchos proyectos de cambio, es la esperanza que debe sostener a quienes se empeñan en seguir el pulso de las transformaciones deseadas por Él.
La pregunta teológica de fondo, entonces, debe ser respondida en la práctica y en la búsqueda constante por comprender los nuevos horizontes que Dios espera que su pueblo transite y los cambios que promueve para que su presencia y actuación sean pertinentes.


[1] Maertens-Frisque, “Comenarios a la primera lectura: Ezequiel 34.11-16”, en www.mercaba.org/DIESDOMINI/FIESTAS/Cor_Jesu/C/1lec-comentario.htm.

Ezequiel 34


La Palabra, Sociedades Bíblicas Unidas

1 El Señor me dirigió la palabra: 2 —Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza y diles: Esto dice el Señor Dios: ¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿No es función de los pastores apacentar el rebaño? 3 Han bebido la leche de las ovejas, se han vestido con su lana y han sacrificado a las más gordas: no han apacentado el rebaño. 4 No han robustecido a las ovejas débiles, no han curado a las enfermas, no han vendado a las heridas, no han recuperado a las descarriadas, no han buscado a las perdidas, sino que las han dominado con dureza y violencia. 5 Han andado dispersas, sin pastor, convertidas en presa de todas las fieras del campo. 6 Mi rebaño anda errante por todos los montes y colinas, disperso por todo el país, sin que nadie se preocupe por él ni lo busque.
7 Por eso, escuchen, pastores, la palabra del Señor. 8 Lo juro por mí mismo —oráculo del Señor Dios—: Ustedes han abandonado a mi rebaño a merced del pillaje, hasta convertirlo, por falta de pasto, en presa de todas las fieras del campo; no se han preocupado de mi rebaño y se han apacentado a ustedes mismos, en lugar de apacentar a mi rebaño; 9 pues escuchen ahora, pastores, la palabra del Señor. 10 Esto dice el Señor Dios: Aquí estoy, enfrentado a los pastores. Voy a exigir que me devuelvan mi rebaño, voy a poner fin a su oficio de pastores; ya no volverán a apacentarse a sí mismos; arrancaré a mis ovejas de sus fauces para que ya no les sirvan de alimento. 11 Esto dice el Señor Dios: Yo mismo buscaré a mi rebaño y velaré por él. […]
17 En cuanto a ustedes, ovejas mías, esto dice el Señor Dios: Aquí estoy, dispuesto a juzgar entre ovejas y ovejas, entre carneros y machos cabríos. 18 ¿Les parece poco el delicioso pasto en el que pastan, que encima pisotean el resto de sus pastos? ¿Les parece poco el caudal de agua en el que abrevan, que encima enturbian con sus pies el agua restante? […] 20 Por eso, así dice el Señor Dios: Yo mismo juzgaré entre ovejas gordas y ovejas flacas. 21 Puesto que han embestido con el costado y el lomo, y han acorneado a todas las ovejas débiles hasta dispersarlas y expulsarlas, 22 voy a poner a salvo a mi rebaño, para que no vuelva a ser presa de nadie, y voy a juzgar entre ovejas y ovejas.

Apocalipsis 1.9, L. Cervantes-O.

29 de agosto, 2021   Yo, Juan, soy su hermano en Cristo, pues ustedes y yo confiamos en él. Y por confiar en él, pertenezco al reino de Di...