lunes, 29 de diciembre de 2008

Tiempo humano y eternidad divina, L. Cervantes=Ortiz

31 de diciembre de 2008
No pretendo saber qué cosa es el tiempo (ni siquiera si es una cosa), pero adivino que el curso del tiempo y el tiempo son un solo misterio y no dos.
J.L. BORGES


1. El misterio del tiempo en las manos de Dios
El tiempo es uno de los más grandes misterios para la humanidad: su transcurrir, la manera en que se queda presente en la memoria, su paso por las personas, los caminos de la historia… Acercarse a la Biblia y encontrarse con un Dios eterno hace que la fe se transfigure y alcance, así sea levemente, un breve contacto con lo eterno. Partir de la eternidad de Dios nos coloca ante la posibilidad de discernir lentamente la forma en que somos llevados por Él a través del devenir cronológico. Estar en sus manos dentro del tiempo es una experiencia que se decanta con el paso de los años, pues la cercanía con él nos hace tratar también con el tiempo de otra manera. Los creyentes antiguos percibían el paso del tiempo de una manera diferente, ciertamente, pero compartían con nosotros la búsqueda de seguridad para trascender en su relación con Dios. De esta menar, es posible recordar las figuras de Abraham y Moisés, como patriarcas de la fe que atisbaron el misterio de la salvación escondido en la eternidad de Dios, porque allí se encuentra nuestra esperanza.
Al avanzar en la historia, algunos de los personajes bíblicos se encontraban entre grandes parteaguas que enlazaban su cotidianidad con los planes eternos de Dios, de modo que al llegar al final de sus días podían ver con buenos ojos su transcurrir en medio de conflictos y bendiciones. El pueblo aprendió también a leer su vida y su tiempo con la certeza de que Dios los conducía, aun a pesar de las grandes tragedias y decepciones. Por ello, cuando los autores bíblicos observan el tiempo transcurrido, podían balancear las cosas buenas y las cosas malas. Hoy, cuando afrontamos la transición entre un año tan plagado de calamidades y la esperanza de seguir adelante tomados de la esperanza de fe, podemos exclamar con las Escrituras en la mano: “¡Hasta aquí nos ha ayudado y acompañado el Señor!”, y agregar: “Confiamos en que lo seguirá haciendo.
Los salmistas, cuyas intuiciones de fe colocaban los grandes momentos de la vida también en las manos de Dios, supieron traducir la forma en que la fe colectiva e individual encontró su mejor expresión. Intuyeron la grandeza y la debilidad de la vida humana, comprendieron que la majestad de Dios podía caminar todos los días en la pequeñísima existencia con todo y sus encuentros de gloria e inmundicia. Así, fueron capaces de alcanzar una visión verdaderamente teológica que colocó en su justa dimensión la dinámica existente entre Dios y la humanidad. El gran abismo temporal que hay entre ambos se saldaba precisamente con las experiencias de fe y comunión que el propio Dios quería tener con el pueblo. Las diversas teofanías o manifestaciones de Dios ante su pueblo eran como los grandes cortes que marcaron la historia. Pero no dependía de ellas la creencia en que la eternidad de Dios podía “detenerse”, por así decirlo, para tratar con los seres humanos concretos. Dios, el eterno, no vaciló nunca en abajarse y tener la paciencia de hacer tratos con los seres humanos, finitos, limitados, y atrapados por el tiempo. Porque, como decía San Agustín de Hipona: “Dios sí perdona, pero el tiempo no”.

2. La sabiduría bíblica ante el dilema del tiempo: Eclesiastés y su visión
Por todo lo anterior, cuando se hojean las páginas del Eclesiastés, el encuentro con su extrañeza y aparente desencanto para interpretar la vida y el mundo suenan hoy muy actuales. Fruto de una época realmente marcada por el desengaño, muestra claramente la intención de su autor por ir más allá de las apariencias y las modas, algo que nos cuesta mucho trabajo todavía. Su perspectiva dominante, con la que abre el libro de manera contundentemente: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”, parecería que dominará en el resto del libro de una manera negativa, aunque sin tener el sabor didáctico y moralizante de otros libros. Siendo en sentido literario estricto un ensayo, es decir, el ejercicio libre del pensamiento, cada vez que lanza una aseveración, una tentación de la lectura creyente consiste en buscar su trasfondo en el resto de la historia bíblica, como asidero o defensa ante el atrevimiento, pero la sorpresa es que no hay tal: su reflexión es, en efecto, libre y hasta parece que logra, por momentos, desembarazarse incluso del pacto de Dios con Israel. Esto último porque propone una enorme libertad para interpretar la vida, la muerte y todos los aspectos de la existencia. “El penoso trabajo” (1.13) en que ve afanarse a los seres humanos y sus escasas consecuencias positivas lo hace decir que incluso la sabiduría produce amargura y dolor. Sin ninguna modestia se ve a sí mismo como alguien que ha conseguido ir más allá que cualquiera en este tipo de reflexión (1.16).
De ahí que, incluso, el gozo banal o superficial no le causó ningún placer, justamente porque estaba indagando ya en la trascendencia de la actuación humana en el mundo. Nada queda, parece decir. La acumulación no sirve de mucho (anticipándose en ello a la parábola de Jesús cuando habla de aquél que se había envanecido por las posesiones…) y, al el contrario, crea otros conflictos que las envidias y la maldad de los demás ponen en evidencia. Si la sabiduría amplia tampoco es para gozo del corazón, la riqueza material tampoco puede llenar la vida. De la mano de Dios viene el gozo por el trabajo humano, afirma (2.24). Y entonces el Predicador se topa con el tiempo, con las formas y manifestaciones del tiempo, pues es en él en donde cabe de todo: alegría, tristeza, principio y fin, construcción y destrucción. Ha llegado, pues, al tema de temas, el mismo que atormentó a Jorge Luis Borges, quien intentó, siguiendo a Platón, “refutar el tiempo”, es decir, negarlo, buscar su abolición e incluso vencerlo mediante la memoria y la plenitud existencial. “Todo tiene su tiempo” (3.1): es la visión más abarcadora que el Eclesiastés puede plantear. Se trata de una auténtica propuesta vital: cada cosa tiene su tiempo en la vida humana y cada una debe ser experimentada como venida de la mano de Dios, sin tacha, sin ánimo de rechazar incluso las peores situaciones…
Pero hay de tiempo a tiempo, pues la visión de sus límites obliga a forjarse una filosofía para vivir… y también para morir, para empezar. Los grandes verbos: nacer, morir, plantar, arrancar, muestran cómo la sabiduría bíblica se desdobla para enseñar a vivir. De ahí proceden los demás verbos: matar, curar, destruir, edificar. Estamos inmersos en procesos constantes de vida, muerte y resurrección (para decirlo ya en cristiano) y hemos de estar a la altura de ellos, mínimamente, aunque a veces ni la mayor edad nos permite alcanzar este tipo de conclusiones. Llorar, reír, lamentar, bailar: las experiencias supremas del gozo, el placer y el dolor, mismas que nos hacen ser verdaderamente humanos al probar los diversos cálices. Esparcir, juntar, abrazar, alejarse: nuevos resúmenes de las situaciones que la vida nos va presentando para asumirlas en toda su profundidad. Buscar, perder, guardar, desechar: el ansia humana por poseer, para luego aprender a dejar ir las cosas, acaso cuando se da uno cuenta de que no se llevará nada, pero mientras tanto, el afán actual, presente, por sentirse propietario de objetos, vidas, bienes, no nos abandonará hasta que llegue el momento por el que clama el Eclesiastés. Romper, coser, callar, hablar: hacer relaciones, crear lazos, para también en otros momentos deshacerse de ellos; instantes para expresar lo necesario, pero también momentos para el silencio bienhechor. Amar, odiar, guerra y paz: toda la sabiduría puesta al servicio de la observación de la vida humana, cerrando con las situaciones acaso más paradigmáticas. La naturaleza humana llevada a su máxima expresión: afecto y desamor, tranquilidad y violencia: toda la gama de sensaciones que los seres humanos somos capaces de albergar.
El Borges lector del Eclesiastés pudo entender todo esto muy bien. En su poema “Eclesiastés 1, 9”, lo resume muy bien:

Si me paso la mano por la frente,
si acaricio los lomos de los libros,
si reconozco el Libro de las Noches,
si hago girar la terca cerradura,
si me demoro en el umbral incierto
si el dolor increíble me anonada
si recuerdo la Máquina del Tiempo,
si recuerdo el tapiz del unicornio
si cambio de postura mientras duermo
si la memoria me devuelve un verso,
repito lo cumplido innumerables veces
en mi camino señalado. No puedo ejecutar
un acto nuevo tejo y torno a tejer la misma fábula,
repito un repetido endecasílabo
digo lo que los otros me dijeron
siento las mismas cosas en la misma hora
del día o de la abstracta noche.
Cada noche la misma pesadilla,
cada noche el rigor del laberinto.
Soy la fatiga de un espejo inmóvil
o el polvo de un museo.
Sólo una cosa no gustada espero,
una dádiva, un oro de la sombra,
esa virgen, la muerte. (El castellano
permite esta metáfora.) (La cifra, 1981)

El tiempo, el Eclesiastés y J.L. Borges, Gonzalo Salvador Vélez

31 de diciembre de 2008

En “el rigor del laberinto” del que hablaba en “Eclesiastés, I, 9” encierra Borges el misterio de la propia identidad; el problema de la ininteligibilidad esencial de las leyes que rigen el universo —espacio, tiempo, criaturas— o, lo que vendría a ser lo mismo, la incapacidad de la mente humana para comprenderlo; la indefinida repetición de los mismos actos y de los mismos acontecimientos en que consisten la vida de cada hombre y la historia de la humanidad respectivamente; la vaga intuición nunca afirmada de un Hacedor o Tejedor o Azar o Dios que trama eternamente ese universo; así como la incertidumbre respecto a la existencia o inexistencia de una clave, de un centro, y respecto a lo que pudiera haber en ese hipotético centro, tras esa puerta que acaso abriera alguna llave.
El poeta, perplejo ante el jeroglífico universal, es también un enigma para sí mismo. Para expresar esta convicción, a la que va asociada la intuición de un penoso destino, utiliza la figura de Edipo. […]
Más allá de la revelación de su ignorancia, la ininteligibilidad del laberinto creado por Dios pone de manifiesto al hombre, en fin, su propia y absoluta vanidad, su nada: “Dios ha creado las noches que se arman / de sueños y las formas del espejo / para que el hombre sienta que es reflejo / y vanidad. Por eso nos alarman”. […]
Salta a la vista el juego de ecos que existe entre el discurso del viejo Qohélet y la poesía de Borges. El Eclesiastés es como el testamento o la memoria de un hombre que ha pasado toda su vida indagando “todo lo que sucede bajo el sol”, “la labor que se hace sobre la tierra”; su aventura ha sido, con todas las salvedades que sean precisas y a veintidós siglos de distancia, la misma aventura de Borges; e igualmente, sus conclusiones vienen a profetizar las del poeta argentino: el mundo es irremediablemente deforme, obtuso, inasible; la sabiduría humana es incapaz de desentrañar el sentido del acontecer universal, de salvar racionalmente las contradicciones en que incurre a cada paso la historia de los hombres —recordemos el problema del sufrimiento del justo y la fortuna del impío—; Dios, que tramó y trama eternamente el destino del cosmos, es del todo incognoscible, e igual de misterioso es su plan universal.
Además de misterioso, ese plan es inalterable. Así las cosas, “¿qué ventaja saca el hombre de todo lo que trabaja bajo el sol?”: “lo torcido no se puede enderezar y la nada no se puede enumerar”, “¿quién puede enderezar lo que Él ha torcido?”. Esta inalterabilidad del férreo plan diseñado por Dios, para la entera Creación en general y para cada criatura en particular —y no debemos olvidar que Qohélet no duda en ningún momento de la justicia de ese plan—, la expresa también el autor del Eclesiastés sugiriendo que todos los tiempos se reúnen en la mente omnisciente de Dios, que contempla un presente eterno: “Lo que fue ya es; y lo que haya de ser ya fue; nada escapa a Dios”. O también insistiendo en la idea de que cada uno de los acontecimientos de la historia tiene ya su momento prefijado, pues su hora fue establecida por Dios en el alba de la creación: “Todo tiene su momento/ y hay un tiempo para cada cosa bajo el cielo: tiempo de nacer y tiempo de morir, tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado, tiempo de matar y tiempo de curar, tiempo de derruir y tiempo de construir, tiempo de llorar y tiempo de reír, tiempo de llevar luto y tiempo de bailar, tiempo de tirar piedras y tiempo de recoger piedras, tiempo de abrazar y tiempo de dejarse de abrazos, tiempo de buscar y tiempo de perderse, tiempo de guardar y tiempo de desechar, tiempo de rasgar y tiempo de coser, tiempo de callar y tiempo de hablar, tiempo de amar y tiempo de odiar, tiempo de guerra y tiempo de paz...”. Por lo tanto, vuelve a preguntarse: ... ¿Qué ventaja saca el que hace su trabajo?”.
Pero Qohélet, junto a las conclusiones apuntadas en el apartado anterior, insiste en otra realidad fundamental: la de que la muerte cancelará, a su debido tiempo, la contradictoria historia de cada hombre y la de todo el universo. La muerte forma parte del siempre justo plan divino; supondrá la disolución universal, disolución que igualará, anonadándolo, todo. Así se entiende mejor el “vanidad de vanidades, todo es vanidad”102 con que el autor incoa el libro: a la luz de la muerte, todo —riqueza y pobreza, sabiduría y necedad— es vanidad.
En realidad, ésta es la verdadera sabiduría: la del que amanece y se acuesta, día tras día y noche tras noche, con la certeza inamovible de que ha de morir, y vive según esa premisa. Es una certeza —y una sabiduría— estrechamente ligada al temor de Dios, que es el dueño de todas y cada una de las existencias. De diversas maneras, y con incansable insistencia, manifiesta Qohélet su íntimo convencimiento de la caducidad de todo ser y de todo afán: “‘El sabio tiene sus ojos puestos en la cabeza y el necio camina a oscuras’, pero sé que ambos correrán la misma suerte.
Me dije para mis adentros: ‘Si me aguarda lo mismo que al necio, entonces ¿para qué he adquirido más sabiduría?’. Hablando para mis adentros advertí que también esto es vanidad. No se guarda memoria perpetua del sabio ni del necio, pues tanto el sabio como el necio morirán, y en el futuro ambos caerán en el olvido”. […]

Letra 105, 28 de diciembre de 2008

ENCUENTRO COMPARA DERECHOS HUMANOS CON LOS DIEZ MANDAMIENTOS
ALC Noticias, 26 de diciembre de 2008


Río de Janeiro. Las iglesias precisan tener una práctica cristiana, no basta organizar reuniones de oración, dijo el antropólogo y pastor presbiteriano André Melo, en el encuentro de la Red Evangélica Nacional de Acción Social (Renas-Rio) y del Instituto de Estudios de la Religión (Iser), en conmemoración de los 60 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
En el encuentro, los 50 participantes debatieron las similitudes encontradas en los más de 30 artículos de los Derechos Humanos y los Diez Mandamientos. “Yo concuerdo que en la Biblia no encontraremos directamente el término ‘Derechos Humanos’, pero iremos encontrando principios que dan base a los derechos humanos, como solidaridad, respeto, igualdad, entre otros”, dijo el pastor.
Él recordó que los profetas del Antiguo Testamento fueron hasta más lejos, cuando “dicen para denunciar toda y cualquier forma de opresión”. El encuentro reunió, el 9 de diciembre, militantes y religiosos en el predio centenario del Instituto Central del Pueblo (ICP), localizado en la región central de Río de Janeiro, sobre el tema “Derechos Humanos y la Misión de la Iglesia”.
Cuestiones centrales para la defensa de la dignidad, la promoción de la justicia y la garantía de la libertad plena son fuertemente tratados y ratificados tanto en la Declaración Universal como en los Diez Mandamientos, afirmó el moderador del encuentro, Clemir Fernandes.
“Yo preferiría que la Declaración no existiese, porque si se pone en un papel lo que precisa ser hecho o no, significa que las cosas no vienen siendo hechas naturalmente”, analizó el pastor André Melo.
Frente a la realidad nacional brasileña, marcada por un histórica falta de respeto a los derechos humanos, afirmó el secretario ejecutivo del ISER, Pedro Strozemberg, la Declaración Universal “alimenta nuestra esperanza y utopia de vivir en una sociedad capaz de garantizar un lugar digno, trabajo, seguridad y salud”.
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DIÁLOGO PARA SOLUCIONAR CONFLICTO INTERRELIGIOSO
El Sol de Hidalgo, 23 de diciembre de 2007


Pachuca, Hidalgo. Privilegiar el diálogo honesto y que saquen las manos los seudopolíticos del PRD del conflicto interreligioso en San Nicolás, municipio de Ixmiquilpan, demanda Samuel Noguera García, presidente de la Federación Internacional de Iglesias de Evangélicos, para encontrar soluciones duraderas.
Señala que más que intolerancia religiosa de católicos a evangélicos, es un asunto de política auspiciado por José Manuel Zúñiga Guerrero, presidente municipal en funciones, y otros perredistas, porque qué casualidad que el conflicto se haya reavivado una vez más después de las elecciones del 9 de noviembre.
"Lo que pretendemos es que se encuentren soluciones dentro del marco jurídico legal, y que todo esto se lleve a cabo como debe de ser, expresa Noguera García, quien cumple como mediador de la comunidad evangélica. "El asunto de San Nicolás es una papa caliente que, desafortunadamente, volvió a brotar, porque ya estaba apaciguado, estaba caminando, otorgándole los derechos que la comunidad cristiana demandan, incluso desde el gobierno estatal anterior", afirma.
El presidente de la Federación Internacional de Iglesias Evangélicas reconoce que los evangélicos de San Nicolás tienen su derecho de culto, están terminando su templo, y estaban en un margen de tolerancia con los católicos; empero, puntualmente parece que el problema lo han tergiversado a lo político para favorecer intereses del alcalde Zúñiga.
"Desafortunadamente, hay manos ajenas al grupo evangélico. Dije fuerte y quedo mi opinión como Federación, y aunque la comunidad evangélica de San Nicolás no es de nuestra organización, es la hermandad, y el gremio evangélico es uno solo en el país y estado, por eso estamos con ellos", explica.
El profesor Samuel Noguera abunda que aquí el problema está en que al grupo de San Nicolás se los están llevando cautivos a un grupo político cuyo partido político es el PRD. "Soy reiterativo y quisiera pensar que los evangélicos no han perdido su modalidad de ser nobles, de otorgar el perdón, no guardar encono ni resentimientos por lo pasado", dice el entrevistado.
Asimismo, demanda privilegiar el diálogo, pero a condición de que saquen las manos los políticos. "Hay una influencia, muy marcada, es el color amarillo, y creo que tristemente no es el camino, porque están llevando como víctimas a este grupo, que es inocente, que de alguna manera quiere dialogar y platicar".
Sí hay intolerancia religiosa en ese lugar del Valle del Mezquital, añade, pero no es todo el pueblo, son algunas personas marcadas. También pondera que el gobernador Miguel Osorio ha sido congruente con la libertad, la pluralidad y el respeto. Por diálogo no se ha parado, hay disponibilidad de su parte y de sus funcionarios de la Secretaría de Gobierno, y llevan el trabajo. Sin embargo, hay resistencia, pero no es el grupo, sino una persona de apellido Cano, quien no es representante del grupo de evangélicos. El verdadero representante es el superintendente de la asociación religiosa.
Lo anterior es su punto de vista como presidente de la Federación que aglutina diferentes iglesias en todo el país.
Finalmente, expresa su preocupación, insistiendo que si privilegiamos el diálogo, la cordura y el trabajo sensato para que se hagan las cosas como debe ser, se va a lograr pacificar a ambos pueblos, porque ya se logró una primera vez.
Puntualmente, estimó que Heriberto Lugo, el presidente municipal electo, es amigo de los evangélicos. "Él mismo se ha declarado en la mejor disponibilidad de trabajar con la comunidad evangélica. Me lo dijo personalmente su suplente, Odilón, en una reunión en la comunidad Cantinela, el sábado anterior, a donde llevo el saludo del presidente electo.
"Estamos aquí para demostrar que no es como se han dicho las cosas, sino que queremos ayudar y trabajar en diálogo y concordia, y otorgándoles apoyos de acuerdo con lo posible. Queremos escuchar todas las voces del pueblo, incluyendo a los evangélicos", les dijo.
Y muestra de esa disponibilidad, los invitó a su toma de protesta el 16 de enero. "Eso marca algo claro, que no es el gobierno de Heriberto Lugo el del problema, sino que es el gobierno municipal actual de Zúñiga, lo que es triste, que haya propiciado el problema y ojalá haya cordura y se arregle.
"Que hayan sepultado a una mujer evangélica en un patio de una casa fue un berrinche, considera Noguera García", al tiempo que concluye: "Se trataba de demostrar una protesta de inconformidad, pero mal propuesta, porque ya todo estaba caminando para que les permitieran sepultarla en el panteón, pero el grupo amarillo está llevando a los evangélicos a convertirse en carne de cañón, en víctimas".

Saldos y desafíos de la Navidad bíblica, L. Iván Jiménez J.

28 de diciembre de 2008

Navidad: un Dios que se abaja, José Sánchez Luque

28 de diciembre de 2008

Málaga Hoy, 26 de diciembre de 2008

Nuestra sociedad no se opone a la Navidad sino que la integra. Al capitalismo le interesa sacar provecho de lo humano y de lo divino, de todo. Para este sistema, hoy en crisis profunda, Dios no es otra cosa que una fuente de ingresos. Todo es cuestión de mantener las palabras, pero vaciándolas de sentido. Se escucha el mensaje pero se cierra el oído a sus exigencias. De la mano de uno de los mejores pensadores del siglo XX, el teólogo alemán Karl Rahner, quisiera ofrecer unas pinceladas sobre la Navidad.
Ante un mundo que pasa de Dios, los creyentes tenemos que destacarnos por nuestra pasión por Dios. Así lo decía Rahner a sus alumnos que se apretujaban en sus clases de teología. Algunas veces eran tantos que tenían que sentarse en el suelo del aula. El jesuita alemán hablaba de Dios con tanta fuerza, con tanto fuego, que más de un día sus oyentes al terminar la clase se dirigían a la capilla de la universidad para hacer un rato de oración. Para él, Dios es amor que desciende, el Dios que se abaja, el Dios que nace al sur de todos los nortes y en la periferia de todos los centros. El Dios cristiano tiene que ver muy poco con el Dios de las filosofías y de las religiones. Es un Dios nuevo y desconcertante que rompe todas las imágenes que de él podemos hacernos los humanos. Su grandeza está en su escandalosa pequeñez, en su humildad más inaudita.
Rahner definía la situación de la fe en nuestro mundo con su célebre metáfora del invierno eclesial. La sociedad europea ya no comunica la fe. La persona ya no puede ser cristiana por motivos culturales o ambientales. Es más, la sociedad moderna pone en cuestión la validez misma de la fe cristiana. “Es probable que Dios no exista, no te comas el coco”, es la frase que llevan pintada bastantes autobuses urbanos de Londres este año. El ser cristiano hoy nos exige una decisión personal que debe suscitar en nosotros un cambio de corazón y un compromiso nuevo a largo plazo. Rahner afirmaba que muchas veces nuestras imágenes religiosas responden a una idea de Dios básicamente atrasada. ¿Podemos decir que la palabra de Dios ilumina nuestras vidas? Desgraciadamente —decía Rahner— lo más frecuente suele ser que las palabras del predicador caigan del púlpito sin ninguna eficacia, como pájaros congelados que caen muertos en un cielo invernal. Por eso la lucha del ateísmo es, ante todo, y necesariamente, una lucha contra nuestras inadecuadas imágenes de Dios.
En la Navidad hacemos memoria, traemos al corazón el gran acontecimiento del nacimiento de Jesús, el mensajero de Dios en la fragilidad de la condición humana. Él se abaja, se coloca en el último lugar. Y desde su pequeñez, desde su hacerse esclavo de todos, sigue siendo salvación y esperanza para la humanidad de todos los tiempos. Pero no resulta fácil comprender esta gran verdad. Tampoco lo fue en el momento del nacimiento de Jesús. Los habitantes de Belén o de Nazaret estaban muy atareados por sus cosas, por las repercusiones de la política de Roma, por sus propias certezas, y no se enteraron de la buena noticia del nacimiento del Salvador que aconteció en la periferia y en el anonimato.
Hoy la gran preocupación es la crisis económica y financiera, la caída del capitalismo salvaje. Está en los medios de comunicación, en la mente de todos, porque es una crisis que afecta a los países ricos, a los grandes imperios económicos. Esta crisis llegó hace mucho tiempo a los países empobrecidos. Pero esta crisis, la pobreza de medio mundo, ya no es noticia y con frecuencia cae en el olvido. Las grandes catástrofes naturales, las guerras violentas en muchos países, la carestía de medios de vida, reflejan el sufrimiento y la indefensión de los pobres. Desde hace mucho tiempo las enseñanzas sociales de la Iglesia nos están demandando un nuevo orden económico mundial, inspirado no en la competitividad, la rentabilidad y el mercado, sino de forma prioritaria en el amor, la justicia y la defensa de los pobres. Ojalá que la crisis del capitalismo salvaje sea una nueva oportunidad para corregir tanta codicia.
La Navidad nos predispone a la solidaridad, a una mirada más atenta, a tener presente a tantos hombres y mujeres sin nombre, sometidos a muchas penalidades y esclavitudes. No es suficiente una mirada espontánea o un sentimiento de compasión desde el bienestar y la lejanía. Dios no sigue de lejos el curso de la historia, la suerte de la humanidad, el duro caminar de los empobrecidos. En Jesús él sigue acercándose, bajando a las entrañas de la tierra, para compartir la vida de los últimos y caminar con ellos en un horizonte de esperanza, de liberación y de salvación. ¿Seremos capaces de escuchar sus llamadas de socorro en estas Navidades y en este Año Nuevo?

Navidad, encarnación y situación humana, L. Cervantes=Ortiz

24 de diciembre, 2008

Con la mirada puesta en Jesucristo, es indiscutible que la divinidad de Dios, lejos de excluir, exige su humanidad.
[1]
K. BARTH

1. La Navidad como gran acción divina
La encarnación de Dios en la historia es el elemento fundamental de la fe cristiana, pues expresa la disposición divina por participar directamente de la situación humana, por comprometerse radicalmente con la existencia y sus avatares. Resumida como “la humanidad de Dios”, por Karl Barth, manifiesta cómo el Dios cristiano no se conformó con seguir los sucesos humanos únicamente como espectador o moderador de los mismos, sino que decidió ser protagonista real, eso sí, desde las márgenes de la historia, aun cuando eso implicara tener que partir desde cero, esto es, asumir el anonimato generalizado de las personas sin temor al riesgo de perderse en medio de la historia. Como escribió Gustavo Gutiérrez, siguiendo de cerca de Barth: “El que parte del ‘cielo’ es sensible a aquellos que viven en el infierno de este mundo….En efecto, un auténtico y profundo sentido de Dios no sólo no se opone a una sensibilidad al pobre y a su mundo social, sino que en última instancia ese sentido se vive sólo en ellos…”.
[2] Dios tomó la iniciativa para que, a partir de la existencia concreta de Jesús de Nazaret, su acción pudiera ser vivida como una ascensión, aunque no a los lugares privilegiados del mundo. La encarnación es la acción básica del movimiento de Dios hacia el mundo. Como ha escrito en estos días el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams:

Y la Navidad es, sobre todo, la historia de un Dios que no está interesado en hablarnos acerca de principios. Primero viene la acción, Dios comenzando a vivir una vida humana. Luego viene el llamado: ¿amas y confías en lo que ves en esta vida humana, la vida de Jesús? Y más adelante, las implicaciones: cada uno es capaz de aceptar este llamado, aunque nadie es indispensable. No siempre se puede saber dónde mienten las fronteras acerca de la pertenencia de las personas.
[3]

Efectivamente, para Dios lo primero es la acción y después los principios, las explicaciones racionales, sesudas, minuciosas, como la mayor parte de las veces en la vida. Dios no procede según esquemas dominados por el primado de la razón matemática: su actuación responde más a la pasión que le ocasiona ver el mundo necesitado, no de dogmas o respuestas fáciles, sino de recursos espirituales y valores puestos en marcha por sus acciones incondicionales a favor de la humanidad. La vieja historia de la Navidad, cuyos detalles se han convertido en una escenografía más para arropar nuestros buenos deseos, según los presenta hoy la parafernalia del consumismo, cuenta la manera en que el ser eterno decide ingresar a la vorágine humana para producir cambios efectivos en el rumbo de la historia. Agrega Williams:

El Dios de la historia navideña (y del resto de los Evangelios) no se relaciona con nosotros sobre la base de alguna teoría sino a partir del amor incondicional. Ese acto de amor libre hacia la humanidad entera cambió las cosas, aun para aquellos que no compartieron ni comparten las creencias y doctrinas del cristianismo. Y para aquellos que comparten estas convicciones, amar a Dios y a los demás es un desafío de todos los programas y principios diseñados para preservar solamente el bienestar de personas como nosotros. (Idem)

Dios asume la incomodidad como consigna, pues su entrada este mundo acontece prácticamente por la puerta trasera, justamente allí adonde nadie quiere estar, pues nuestros pesebres y establos de hoy son de utilería para impedir que las cosas se vean cómo realmente fueron y son. De modo que hoy se trata, también, de discernir entre las diversas navidades: la del César, la de los pastores y ángeles, la de la gente sin recursos o la que presenta la tecnología y el dinero, aunque este año hasta el mismo lugar del árbol navideño más grande del mundo está conmocionado por la crisis. Siempre fuimos llamados a practicar este discernimiento, aunque lo pospongamos indefinidamente porque urge más conseguir las envolturas de los regalos en turno. Como lo expresa la nostalgia de Inés Riego de Moine:

Yo quisiera un Dios que me consolara tanto por la poquedad de mi vida como por la abundancia de maldad de una humanidad capaz de generar muerte, dolor y hambre en el desvalido rostro del prójimo burlando la inviolabilidad del mandato universal al amor, aunque el misterio del mal en el mundo me enterrase antes de poder descifrar su sombrío designio.
Yo quisiera finalmente un Dios a quien pudiera mirar a los ojos, un Dios personal, cuya existencia personalísima descubriría en mi interior gracias al increíble acontecimiento de haberse abajado a la condición humana, para tomar contacto directo conmigo, demostrándome así la humildad de su presencia y la infinitud de su amor. En ese Dios cuyo amor me cautiva y me transforma absolutamente, aunque yo no le corresponda en su altura amorosa, quiero yo creer y quisiera invitarte a creer. Un Dios que ha querido hacerse niño para poder mirarnos “al nivel de los ojos” y proponernos en esa mirada un puente para salir de la soledad, la desesperación y el abandono.
En esta Navidad la luz de la eternidad nos acaricia el rostro para ya no dejarnos, ¿puede haber un gozo mayor?
[4]

2. El turno de Belén: historia maravillosa y realidad humana
Acaso un recurso literario más o menos vigente todavía en nuestros días podría ayudarnos a profundizar en la manera que los evangelistas Mateo y Lucas narraron los sucesos de la Navidad original (a diferencia de Marcos y Juan, parcos a más no poder, “desinteresados” por la Navidad: ambos yendo “al grano”, ¿a la sustancia? de las cosas…). Se trata de lo que algunos denominan “realismo mágico” y otros “lo real maravilloso”. Este recurso se aplicó sobre todo a ciertos relatos y novelas del llamado boom latinoamericano y especialmente se puede apreciar en algunas obras de Gabriel García Márquez y Alejo Carpentier, aunque también está presente en Juan Rulfo. Se desarrolló ampliamente en las décadas de los 60 y 70, como resultado de las discrepancias entre dos visiones que convivían en América Latina en ese momento: la cultura de la tecnología y la cultura de la superstición. Además, surgió como una manera de reaccionar mediante la palabra a los regímenes dictatoriales de la época. Se le puede definir como la convivencia natural, en una misma realidad, de elementos maravillosos y realistas. Así, por ejemplo, en una novela de Carpentier el cielo puede llenarse por completo de mariposas o, en Cien años de soledad, la novela de este tipo por antonomasia, el personaje Remedios la Bella sube al cielo como el propio Jesús en la ascensión (o la propia virgen María según uno de los dogmas más recientes del catolicismo). Gabriel García Márquez dijo al respecto: “Mi problema más importante era destruir la línea de demarcación que separa lo que parece real de lo que parece fantástico. Porque en el mundo que trataba de evocar, esa barrera no existía. Pero necesitaba un tono inocente, que por su prestigio volviera verosímiles las cosas que menos lo parecían, y que lo hiciera sin perturbar la unidad del relato. También el lenguaje era una dificultad de fondo, pues la verdad no parece verdad simplemente porque lo sea, sino por la forma en que se diga”. Incluir este tipo de situaciones en historias plagadas de realismo y que son profundamente críticas de la realidad circundante plantea el enorme problema de la verosimilitud, entre otros, porque la familiaridad con lo extraño o lo sobrenatural hace que las personas se “acostumbren” al contacto con lo maravilloso, como una forma de enajenación en el sentido de esperar que sólo con intervenciones mágicas puede cambiar la realidad.
En el caso de Lucas, desapegado del cumplimiento puntual de las profecías a cada paso, las cosas apenas comenzaron a cambiar, puesto que la cadena de acontecimientos que iban contra la normalidad hizo escasa mella en los enormes problemas sociales que rodearon al nacimiento de Jesús. La Navidad original no tuvo los reflectores con que cuenta hoy: se trató de una microhistoria dentro de un conjunto de realidades superpuestas y simultáneas cuyo tejido sólo era apreciado por unos cuantos, especialmente por los dueños del poder y del control. En Mateo, uno de ellos fue Herodes “el Grande”, quien supo leer los signos de los tiempos en la única clave que le importaba: política y fe, fe y política, una combinación siempre explosiva. Herodes era parte del engranaje mediante el cual el poder de la época constituyó el telón de fondo de la maravillosa historia de la Navidad. Esta forma de respuesta a la situación impuesta por el Imperio Romano implicaba que la toma de partido por parte de Dios desencadenaría una serie de sucesos contestatarios desde abajo a dicho engranaje, pero no sin conflictos, pues la historia de la Navidad está llena de detalles que reproducen la historia de Israel, especialmente el esquema persecución-éxodo-retorno. Jesús, desde sus más tierna infancia debe recorrer el camino de su pueblo para presentarse como nuevo libertador. Era el turno de Belén, el lugar del recuerdo del poder para instalar este contra-poder en la historia y refutar las acciones de los poderosos.
La primera parte del relato (Lc 2.1-7) es sumamente escueta y mezcla elementos histórico-políticos con los sucesos específicos del nacimiento de Jesús. El “realismo mágico” inicia en el v. 8 cuando los ángeles hablan con los pastores y anuncian la llegada de “un Salvador” (el cine actual no ha olvidado a los ángeles que se quedan en el mundo: Wim Wenders, El cielo sobre Berlín o Las alas del deseo). La señal no es un suceso maravilloso: es la constatación de la precariedad, la urgencia y la contradicción, ¡el Ungido acostado en un pesebre! Los vv. 13 y 14 son el súmmum de la maravilla: los ángeles expresando en el cielo los buenos deseos de Dios, justamente lo que Roma ya había impuesto por la fuerza de las armas: la paz, que en el mensaje angelical no es para todos sino para las personas de buena voluntad (si se siguen las posibilidades de la traducción). La salvación comienza a gestarse, como bien lo subraya el texto acerca de María, “en el corazón” (v. 19). El v. 15 ya ha sido un retorno a la realidad fáctica, ajena ahora a los prodigios celestiales: el regreso a la realidad es a veces lo más difícil, pero ellos/as “regresaron” a la cotidianidad para encontrarse allí también con las acciones de Dios, lo mismo que se nos pide hoy, viviendo con esperanza en medio de todas las cosas que la desafían.
Como concluye Barth:

¿Y ahora? ¿Podemos continuar ahora […] en la distracción, en la incredulidad, tal vez con un par de hermosos sentimientos navideños? ¿O hemos de fijarnos ahora nuestra atención y ponernos de pie, levantarnos y convertirnos? El ángel del Señor no fuerza a nadie […] Un oyente forzado por la historia de Navidad y una participación forzada en esta historia, que es nuestra propia historia, no sería nada. Se trata de un escuchar libremente esta historia y un participar libremente en esta historia.
[5]
Notas
[1] K. Barth, “La humanidad de Dios”, en Ensayos teológicos. Trad. de C. Gancho. Barcelona, Herder, 1978, p. 20.
[2] G. Gutiérrez, La fuerza histórica de los pobres. Salamanca, Sígueme, 1982, p. 373.
[3] Rowan Williams, “Put aside your principles and remember: all you need is love”, en Telegraph, 21 de diciembre de 2008, www.telegraph.co.uk/comment/personal-view/3885188/Put-aside-your-principles-and-remember-all-you-need-is-love.html.
[4] Prensa Ecuménica, 23 de diciembre de 2008, www.ecupres.com.ar.
[5] K. Barth, “Hoy os ha nacido un Salvador (Lucas 2.10-11)”, en Al servicio de la Palabra. Trad. de B. Girbau. Salamanca, Sígueme, 1985 (Nueva alianza, 78), p. 26.

¿En qué Dios creemos?, Inés Riego de Moine

24 de diciembre de 2008

Prensa Ecuménica, 23 de diciembre de 2008


Una vez más como todos los fines de año, el clima de la Navidad y de Año Nuevo nos invita a reflexionar sobre el sentido de lo que vivimos, que en gran medida está fundado en el sentido de lo que creemos, y si lo que creemos tiene sentido entonces hay razones para la esperanza.
En este tiempo nos reunimos más de lo habitual, nos regalamos, disfrutamos del encuentro, brindamos y festejamos… ¿Por qué? Porque la vida merece ser festejada por sobre todas las cosas, el amar y el sabernos amados, tanto de los que están como de los que se fueron antes que nosotros. La vida humana sin amor es un absurdo de la existencia, en la misma medida que una vida privada del aroma exquisito de la esperanza.
¿Podríamos vivir sin razones y sin voluntad de esperanza? Imposible para nosotros, simples ciudadanos de a pie, revestidos de “cosas” pero esencialmente “frágiles y desnudos” ante el espejo de la verdad. Porque hay voluntad de esperanza hay siempre razones para ella. Pero ¿en qué consiste esa “esperanza”, que no es sólo una palabra bonita para teólogos? En esa “espera” silenciosa de que se alimenta la vida cotidiana, aún sin percatarnos de ella. Esperamos en la vida, en los otros, en la realidad, en la “idealidad” que soñamos, en el sentido, en la justicia, en el amor que profesamos y que nos profesan, en que la inmortalidad nos espera tras la muerte y tantas otras formas de esperar…
Pero, ante todo, esperamos en Dios, por eso también -y notoriamente en estas fechas- le damos nuestro Sí, queremos que Él exista, lo convertimos en ‘esperable’, aunque a muchos de nosotros el tema “Dios” nos produzca escozor: la misma palabra Dios nos habla de “algo” sumergido en un mar de dudas.
Pues bien, ¿de qué Dios hablamos?, ¿en qué Dios creemos? Éstas son algunas de las respuestas de las que estoy íntimamente convencida, y que quizás sirvan de punto de apoyo y reflexión a muchos que se confiesan creyentes de las grandes “religiones del libro”: judaísmo, cristianismo e islamismo. El Dios en el que creo sabe “dictar” respuestas racio-cordiales, y por lo mismo merecen que las compartamos.
Mi perplejidad continua ante el enigma del universo y su realidad autoevolutiva tendría un sentido, una meta en un Dios creador, alguien que fuera alfa y omega del gran ser bio-cósmico -el universo- que nos cobija, tornando quizás obsoletas las contiendas entre finalistas y evolucionistas, entre creacionistas y darwinistas, pues ¿qué le impide a esta realidad autosustentante, evolutiva y creadora, admitir a su vez un principio divino que sea su soporte providente y su inteligibilidad suprema?
Mi existencia, amenazada de continuo por el vacío, el sinsentido y la despersonalización enajenadora de una sociedad esclava de la violencia, el individualismo, el hedonismo y el consumismo encontraría un sentido liberador de aquel ‘hombre unidimensional’ de que hablaba Herbert Marcuse, y crearía nuevos caminos de diálogo y encuentro con la realidad y los demás hombres.
Entonces este ser inquieto y eternamente insatisfecho que me constituye y cuyo deseo infinito me lanza hacia todo lo que no soy y quiero ser —“el hombre sobrepasa infinitamente al hombre” decía Pascal—, no sería vano, ni absurda ‘pasión inútil’ (Jean Paul Sartre), ni ‘ansia de lo imposible’ (Albert Camus), ni ‘insoportable levedad’ (Milan Kundera), ni ‘idea muerta’ (Michel Foucault), como los maestros del pesimismo contemporáneo han pretendido hacernos creer, a pesar que a ellos les debemos el no dormirnos en la cuna remolona de nuestras creencias.
Mi sufrimiento, inevitable ante el infortunio, la enfermedad, la vejez, la muerte, el dolor del otro, el mal y las mil formas en que se manifiesta mi condición de ser humano frágil y contingente, ya no sería definitivo sino destinado a encontrar un sentido en el gran fin salvífico que me aguardaría al amparo de la mirada misericordiosa de un Dios que me amara infinitamente.
Yo quisiera un Dios que me consolara tanto por la poquedad de mi vida como por la abundancia de maldad de una humanidad capaz de generar muerte, dolor y hambre en el desvalido rostro del prójimo burlando la inviolabilidad del mandato universal al amor, aunque el misterio del mal en el mundo me enterrase antes de poder descifrar su sombrío designio.
Yo quisiera finalmente un Dios a quien pudiera mirar a los ojos, un Dios personal, cuya existencia personalísima descubriría en mi interior gracias al increíble acontecimiento de haberse abajado a la condición humana, para tomar contacto directo conmigo, demostrándome así la humildad de su presencia y la infinitud de su amor. En ese Dios cuyo amor me cautiva y me transforma absolutamente, aunque yo no le corresponda en su altura amorosa, quiero yo creer y quisiera invitarte a creer. Un Dios que ha querido hacerse niño para poder mirarnos “al nivel de los ojos” y proponernos en esa mirada un puente para salir de la soledad , la desesperación y el abandono.
En esta Navidad la luz de la eternidad nos acaricia el rostro para ya no dejarnos, ¿puede haber un gozo mayor?

Letra 104, 21 de diciembre de 2008

CATÓLICOS NIEGAN SEPULTURA A EVANGÉLICOS
Emmanuel Rincón

Excelsior, 15 de diciembre de 2008

Pachuca. El conflicto religioso que se resiente desde hace por lo menos dos décadas en la comunidad de San Nicolás, del municipio de Ixmiquilpan, Hidalgo, se reactivó nuevamente el pasado 24 de noviembre.
Personas pertenecientes a la religión católica prohibieron a religiosos evangélicos hacer uso del panteón, y le negaron el derecho de sepultura de una mujer indígena.
Los hechos tuvieron lugar luego de que ayer, durante la madrugada, una mujer de la tercera edad, a quien se identificó como Otilia Corona Chávez, falleció en su humilde hogar, víctima de una enfermedad terminal.
Tras el deceso, cuando familiares de la hoy occisa intentaron hacer uso del camposanto de la localidad, un grupo de católicos se opuso y negó el sepulcro de Otilia Corona, por pertenecer a otra religión, narró Guillermo Cano, representante legal de los evangélicos.
El abogado Guillermo Cano explicó que, pese a que la familia de Otilia mantenía al corriente sus pagos para hacer uso del panteón, “un grupo de católicos les impidió el paso y amenazó con agredirlos si no se retiraban del lugar”.
El abogado evangélico, Guillermo Cano, lamentó el impedimento de los pobladores de otorgar sepultura Corona Chávez.
Familiares de la occisa anunciaron que debido a la prohibición de hacer uso del panteón, Corona Chávez tendrá que ser enterrada en su domicilio particular a las 12 horas de hoy.
Mientras tanto, el abogado confirmó que familiares de Otilia ya prepararon una fosa en el patio de su casa.
Asimismo, Guillermo Cano recordó que no es la primera ocasión en esa región que la intolerancia religiosa ha llegado a estos extremos, y entre éstos casos enumeró los de Jerónima Corona y Rosa Galindo, entre otros, a quienes también se les impidió que fueran sepultadas en el panteón, por lo que tuvieron que ser enterradas en otro cementerio cercano.
La intolerancia en contra de los creyentes evangélicos se reavivó hace un mes, cuando en una asamblea se determinó prohibir el uso del camposanto a los integrantes de otra religión, (pentecosteses), por pretender hacer valer su derecho de edificar un templo para su culto en la misma comunidad.
OTRA VEZ, INTOLERANCIA RELIGIOSA EN IXMIQUILPAN
Carlos Martínez García
La Jornada, 17 de diciembre de 2008
Como las autoridades gubernamentales lo permiten, un grupo de intolerantes en Ixmiquilpan, Hidalgo, impuso de nueva cuenta su cerrazón. La mayoría católica del lugar prohibió que el cuerpo de la indígena evangélica Otilia Corona Chávez, fallecida hace cuatro días tras una penosa enfermedad terminal, fuera sepultado en el panteón local.
La causa inmediata de la tajante negativa de los católicos fue que los protestantes cometieron el “delito” de gestionar tiempo atrás la edificación de un templo pentecostal. Pero como da cuenta la nota informativa de La Jornada de ayer, el abogado de los evangélicos, Guillermo Cano, recordó que “los católicos [rechazan] obcecadamente la coexistencia, pues no es la primera vez que se muestran intolerantes y antes ya impidieron enterrar a Jerónima Corona y Rosa Galindo, entre otros pobladores finados de distinta religión”. El asunto tiene antecedentes, y sucesivos gobiernos de Hidalgo han dejado de cumplir su función de garante de la libertad de creencias.
El resurgimiento de la intolerancia en Ixmiquilpan, al igual que en 2005, es resultado en gran medida de la incapacidad y negligencia de las autoridades federales y estatales que, con el pretexto de buscar soluciones consensuadas entre las partes, en los hechos favorecieron a quienes se oponen a la diversificación religiosa que avanza entre la población. En abril de 2001 el entonces delegado municipal, Heriberto Lugo González, prohíbe la sepultura de un difunto protestante en el cementerio del barrio San Nicolás. Lo hace porque “sus parientes (del fallecido) practican una religión diferente a la de la mayoría, que es católica”. Se intensifican los hostigamientos contra integrantes de la Iglesia cristiana independiente Bethel, cerca de 300, que durante varios días sufren cortes en el suministro de agua potable y quema de cultivos, y se quedan sin servicio de electricidad. Ante la avalancha en su contra, los evangélicos aceptan –¿tenían otra opción?– la exigencia de no usar el cementerio del pueblo.
En aquel año un grupo de los acosados se refugia en un templo evangélico de la ciudad de México. Entonces tuve la oportunidad de entrevistarlos; mostraron disposición a dar la batalla legal. Demandaban que la Subsecretaría de Asuntos Religiosos federal hiciese valer las leyes sobre libertad y ejercicio de creencias. Además, aclaraban, su lid era por que se les reconociera que el asunto era de carácter religioso, y no, como se empeñaban en presentarlo funcionarios federales y estatales, una cuestión ejidal y de derechos sobre la propiedad de algunos terrenos.
Sin duda el tópico tenía repercusiones políticas y económicas, pero el factor desencadenante de todo fue la disidencia religiosa de la minoría evangélica. Ésta, al rehusar participar en tareas y actos estrechamente ligados al santoral y la identidad católicos, confrontó el estrecho vínculo existente entre las preferencias religiosas del pueblo –y autoridades del lugar– con los cargos políticos ocupados por celosos guardianes de esas preferencias, católicos por supuesto.
En octubre de 2005, encabezados por el delegado de gobierno en el barrio San Nicolás, Pablo Beltrán, un grupo de intransigentes decide bloquear los caminos que conducen a un terreno en el que los evangélicos tenían la intención de construir un templo. Beltrán anuncia que el lugar iba a ser confiscado y repartido entre quienes tenían menos tierras.
En una asamblea comunitaria, muy poco representativa, ya que asiste apenas 10 por ciento de la población, se emplaza a los evangélicos para que salgan de Ixmiquilpan en la primera semana de noviembre. Les advierten que si no obedecen la medida serían detenidos y colgados. A diferencia de otros sacerdotes católicos que defienden las creencias tradicionales del pueblo, el párroco del lugar se pronuncia claramente por que se respeten los derechos de la minoría evangélica. Beltrán y sus seguidores no le hacen caso.
Ahora, al igual que en 2001 y 2005, los enviados del gobierno de Hidalgo actúan como sus predecesores en esos años. Alberto Rosales Osorio, de Asuntos Religiosos, y el subsecretario de Gobierno en la región, Martín Quezada, se limitaron a buscar la conciliación entre los intolerantes y los agredidos. De entrada partieron de una base errónea, porque su función no es hacer exhortos ni fomentar negociaciones donde lo que hay es una flagrante violación de las leyes por parte de los agresores. Fracasaron rotundamente y los protestantes debieron sepultar el cadáver de Otilia Corona en el patio de la que fue su casa. Sin embargo, para los funcionarios gubernamentales eso no significó una derrota del Estado de derecho.
En el asunto, ¿qué han hecho en la Subsecretaría de Población, Migración y Asuntos Religiosos federal? Parece que la titular de la dependencia, la muy católica e integrista Ana Teresa Aranda Orozco, anda muy ocupada en convites y celebraciones navideñas como para darle tiempo a una cuestión tal vez para ella menor. Si en las oficinas federales y del estado de Hidalgo que tienen a su cargo resolver flagrantes ataques a la laicidad del Estado creen que con llamados a la tolerancia se van a moderar los intolerantes de Ixmiquilpan (ocho años de ataques a los derechos humanos en el lugar muestran que los exhortos no funcionan), entonces su vocación, así parece, está más por el lado de convertirse en pacíficos predicadores de la armonía social. Están muy lejos de cumplir como servidores públicos que garantizan el libre ejercicio de los derechos de la ciudadanía.

Navidad y vida cotidiana según los Evangelios, L. Cervantes-Ortiz

21 de diciembre de 2008

1. Navidad, cotidianidad e historia
Según se aprecia en los evangelios, especialmente en Mateo y Lucas, la historia del nacimiento de Jesús fue una auténtica “invasión divina de la cotidianidad humana”, pues los acontecimientos maravillosos y sobrenaturales que aparecen narrados allí acompañan la intervención divina en la historia para dotarla de nuevos significados. Porque hay que hacer un gran esfuerzo imaginativo para percibir cómo, en medio de los sucesos de todos los días se fueron sumando acontecimientos inauditos en la vida de personas sencillas, sin mayores aspiraciones. Obviamente, en los recuentos anuales de esta historia, el primer lugar se lo lleva María, pero Mateo y Lucas también incluyen a otros personajes dominados por una expectativa mesiánica apenas disimulada, debido a la cual su trato con lo sagrado viene a resultar casi normal o natural. De ahí que tratar de comprender la forma en que los autores de los evangelios se acercaron a esos instantes de vida cotidiana para ponerles, por decirlo así, una enorme lupa teológica, nos representa un esfuerzo por captar cómo Dios buscó que sus acciones redentoras no estuvieran más allá de la existencia humana auténtica.
En este sentido, Galilea y Nazaret no eran los lugares “ideales” para la manifestación del inicio de la encarnación de Dios en la historia. Porque estas narraciones obligan a prestar tanta atención al ambiente o escenario como a su contenido o mensaje. Como comenta Pablo Andiñach, sobre la extrañeza del relato de Lucas:

Varios son los elementos que señalan la extrañeza del relato. Por un lado la ubicación del evento en Nazaret, una localidad pequeña y sin historia en Galilea. Más que ciudad era una aldea sin importancia y que nunca había sido mencionada en el Antiguo Testamento. Además debemos resaltar que era de Galilea, lugar de donde no se esperaba nada significativo para la historia religiosa de Israel. En la tradición bíblica Galilea era la zona de los samaritanos con los que los judíos (los de Judea) estaban enemistados desde hacía varios siglos y con quienes no tenían ningún vínculo social ni afectivo. Por el contrario, se marginaban mutuamente. Nazaret no era una localidad samaritana pero estaba en pleno corazón de aquel territorio.
Galilea había sido el lugar desde donde cada algunos años se producían levantamientos populares de rechazo a los romanos. Como estaba lejos de la capital Jerusalén era más difícil controlarla y era por allí que los líderes judíos -zelotas, sacerdotes radicalizados, nacionalistas, etc., cada tanto se levantaban contra el poder instalado en Jerusalén. De modo que ubicar a María en esa región era un signo contradictorio pues pocos esperaban que el Mesías pudiera surgir de esa zona.[1]

La lectura entre líneas de este pasaje muestra que las raíces raciales y culturales de Jesús no solamente no serían las predominantes en el sentido socioeconómico, sino que además la orientación del plan divino estaba siguiendo caminos poco predecibles según las inclinaciones normativas de tradición. Galilea era, en otras palabras, un espacio geográfico de resistencia ante los embates del imperio.

2. Las mujeres, portadora doble del mensaje de salvación
En la historia del nacimiento de Jesús se lleva a cabo también un proyecto reivindicativo de sectores sociales tradicionalmente humillados. Si hoy se percibe y promueve que la Navidad es una época básicamente dirigida a los niños, en su momento resultaba impensable que precisamente ellos/as, las mujeres, los ancianos, pastores, campesinos, siervos o personas de las más bajas esferas sociales pudieran ser portadoras o siquiera pudieran entender los planes de Dios. Se creía, sin ningún rubor, que la falta de educación religiosa era un factor adverso para la comprensión de las verdades sagradas. Se condenaba a las personas a la pasividad y al control permanente por parte de los liderazgos “especializados”. El acceso a la religión establecida estaba vedado para los grupos marginales de la población. En América Latina sólo hay tres países declarados libres de analfabetismo: Cuba, Bolivia (esta semana fue anunciado su logro:
Con tres años de formidable movilización social, aunada a la voluntad política de un indígena que quería ser presidente para alfabetizar Bolivia y a la solidaridad de los gobiernos y pueblos de Cuba y Venezuela, se logró la hazaña: este sábado, el segundo país más pobre de América después de Haití será declarado libre de analfabetismo. Se convertirá en el tercero que haya logrado vencerlo en América Latina, luego de Cuba, que lo hizo en 1961, y Venezuela, con apoyo cubano, en 2005. Las cifras: 819 mil 417 personas alfabetizadas de un universo de 824 mil 101 iletrados detectados (99.5 por ciento); 28 mil 424 puntos de alfabetización creados en los nueve departamentos de Bolivia; 130 asesores cubanos y 47 venezolanos que capacitaron a 46 mil 457 facilitadores y 4 mil 810 supervisores bolivianos en la aplicación del método audiovisual cubano Yo sí puedo. Y algo más: aquí el analfabetismo tenía “cara de mujer”, dado que más de 85 por ciento de los alfabetizados fueron del género femenino. Rosa Rojas, “Bolivia, tercer país de AL libre de analfabetismo”, en La Jornada, 20 de diciembre de 2008) y Venezuela, en pleno siglo XXI (y luego de propuestas tan notables para la alfabetización como las del brasileño Paulo Freire), cuando los estándares educativos se manejan de otra manera en los diversos organismos internacionales: habilidades verbales, matemáticas y de análisis.
Este carácter de iletrados (es decir, aquellos ajenos a la letra, apegados sobre todo a la tradición oral: México, hasta los ochentas, aún estaba en rangos del 92% de alfabetización) hacía que nuestros personajes navideños fueran más bien candidatos para ser alumnos del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA). Zacarías, María, Elizabeth y, por supuesto, los pastores y campesinos, todos eran iletrados. (Si se aplicaran esos criterios para la educación bíblica, cristiana y teológica en las iglesias, quién sabe que promedios se estarían manejando…)
A la vez es llamativo que la revelación se produjera a una mujer. Si bien en el Antiguo Testamento hay muchos ejemplos de Dios revelándose a mujeres, es sabido que en tiempos del Nuevo Testamento se había producido una cierta involución respecto al trato social a las mujeres. Mientras que en el Israel antiguo las mujeres llegaron a tener un protagonismo significativo y a ser partícipes de gestas muy importantes, al llegar el siglo I la sociedad israelita se había tornado más cerrada respecto de las mujeres. Algunos especulan que esto se debió al carácter más urbano del mundo del NT donde era más fácil controlar a las personas, especialmente porque la centralidad del templo hacía de Jerusalén una ciudad santa en forma superlativa y por lo tanto se exigía en ella conductas rígidas. Que este extremo de celo de santidad se haya aplicado principalmente a las mujeres —aunque no sólo a ellas— es consecuencia del machismo que imperaba en aquellos días, pero es probable que esa sea la explicación. Otras víctimas de este celo fueron los enfermos crónicos -tanto mujeres como varones- que eran considerados impuros y maltratados socialmente más en el mundo del siglo I que en los siglos anteriores. Por otro lado el mundo preponderantemente rural -o de aldeas pequeñas- del AT y más alejado de la ciudad santa daba espacio para el desarrollo de relaciones más libres y afectivas por lo tanto posibilidades de crear liderazgo femenino y de cierta benevolencia hacia los enfermos. Sea cual fuere el motivo, es llamativo que el anuncio del inminente nacimiento del hijo de Dios se hiciera a una mujer. (Idem)
Esta involución cultural y religiosa no fue impedimento para que María actuara como un receptáculo activo y participativo en la historia de la salvación, no como un objeto usado por Dios para manifestar su gloria. María asume la fe desde las raíces y se presenta como una auténtica profetisa en la tradición de su pueblo, atisbando la “gran luz” que representaría la venida del Mesías, aun cuando se intuyera con cierto triunfalismo la realización de las esperanzas mesiánicas del antiguo Israel. María va a abrir la puerta hacia la universalidad de la actuación de Dios en la historia para que, desde su fe marginal, vivida en medio de circunstancias poco halagüeñas, nada menos que desde casi la indigencia económica (como le sucede permanentemente a nuestros países, excepto a las oligarquías), se encontrase cara con el proyecto divino. Como concluye Andiñach: “Dios recurrió a ellos para que fueran vehículo de su palabra, para que comunicaran a los demás la buena noticia de la llegada del Hijo al mundo. Y ellos y ellas aceptaron el desafío. ¿Cómo respondemos nosotros al desafío de vivir con fe y confiando en que aunque no entendamos algunos de los caminos de Dios, él quiere lo mejor para sus hijos e hijas?”.
Nota
[1] P. Andiñach, Estudio exegético-homilético núm. 69, diciembre de 2005, en
www.claiweb.org/predicaciones/nuevo_testamento/lucas/12638_ardinach.htm

La anunciación a María, Pablo Andiñach

21 de diciembre de 2008

El cuarto y último domingo de adviento está dedicado al texto de la anunciación a María. Un texto sorprendente para nosotros pero no tanto para los oyentes de los primeros siglos que sabían de historias de concepciones virginales atribuidas a personas importantes de su tiempo. Reyes y fundadores míticos de ciudades y pueblos solían ser recordados con historias como ésta. Lo que hace la historia de Lucas diferente a otras para los israelitas es que se anuncia que ese niño nacido de forma especial recibirá el trono de David y será reconocido como el Hijo de Dios.
Varios son los elementos que señalan la extrañeza del relato. Por un lado la ubicación del evento en Nazaret, una localidad pequeña y sin historia en Galilea. Más que ciudad era una aldea sin importancia y que nunca había sido mencionada en el Antiguo Testamento. Además debemos resaltar que era de Galilea, lugar de donde no se esperaba nada significativo para la historia religiosa de Israel. En la tradición bíblica Galilea era la zona de los samaritanos con los que los judíos (los de Judea) estaban enemistados desde hacía varios siglos y con quienes no tenían ningún vínculo social ni afectivo. Por el contrario, se marginaban mutuamente. Nazaret no era una localidad samaritana pero estaba en pleno corazón de aquel territorio.
Galilea había sido el lugar desde donde cada algunos años se producían levantamientos populares de rechazo a los romanos. Como estaba lejos de la capital Jerusalén era más difícil controlarla y era por allí que los líderes judíos –zelotas, sacerdotes radicalizados, nacionalistas, etc.- cada tanto se levantaban contra el poder instalado en Jerusalén. De modo que ubicar a María en esa región era un signo contradictorio pues pocos esperaban que el Mesías pudiera surgir de esa zona.
A la vez es llamativo que la revelación se produjera a una mujer. Si bien en el Antiguo Testamento hay muchos ejemplos de Dios revelándose a mujeres, es sabido que en tiempos del Nuevo Testamento se había producido una cierta involución respecto al trato social a las mujeres. Mientras que en el Israel antiguo las mujeres llegaron a tener un protagonismo significativo y a ser partícipes de gestas muy importantes, al llegar el siglo I la sociedad israelita se había tornado más cerrada respecto de las mujeres. Algunos especulan que esto se debió al carácter más urbano del mundo del NT donde era más fácil controlar a las personas, especialmente porque la centralidad del templo hacía de Jerusalén una ciudad santa en forma superlativa y por lo tanto se exigía en ella conductas rígidas. Que este extremo de celo de santidad se haya aplicado principalmente a las mujeres –aunque no solo a ellas- es consecuencia del machismo que imperaba en aquellos días, pero es probable que esa sea la explicación. Otras víctimas de este celo fueron los enfermos crónicos –tanto mujeres como varones- que eran considerados impuros y maltratados socialmente más en el mundo del siglo I que en los siglos anteriores. Por otro lado el mundo preponderantemente rural –o de aldeas pequeñas- del AT y más alejado de la ciudad santa daba espacio para el desarrollo de relaciones más libres y afectivas por lo tanto posibilidades de crear liderazgo femenino y de cierta benevolencia hacia los enfermos. Sea cual fuere el motivo, es llamativo que el anuncio del inminente nacimiento del hijo de Dios se hiciera a una mujer.

Varias consecuencias para la predicación podemos extraer de este relato:
La elección de María es llamativa. Ella es una joven aún soltera pero comprometida para casarse con un joven de la casa de David. Esto último quiere decir que era judío y no samaritano, pues aunque todos descendían del mismo tronco israelita los judíos no reconocían a los samaritanos como “parientes” suyos. María es el nombre de la hermana de Moisés –en hebreo es Miriam, y seguramente así era el nombre original de María- quien había tenido un papel protagónico en la gesta de liberación de Egipto y que era recordada como una líder de las mujeres durante ese tiempo. La concurrencia del nombre no es casual y el lector de aquella época no podía dejar de vincular ambos personajes. Más aún si al hijo que ha de nacer de esta Miriam se le pondrá por nombre Jesús. En hebreo Jesús es Josué y significa “el salvador”. De modo que la criatura tendrá por madre a una nueva Miriam que ahora conducirá al pueblo hacia la liberación y dará a un hijo llamado Josué que será el nuevo dador de la tierra. Si aquel Josué cumplió la promesa de la entrega de la tierra ahora este nuevo Josué – Salvador cumplirá la promesa de una posesión mucho más profunda y transformadora que aquella otra.
La joven acepta la situación que se le plantea aunque es muy difícil para ella. ¿Quién le creería? ¿Cómo no van a acusarla de adulterio? Estas preguntas no se presentan en el texto pero sin duda estuvieron presentes en la mente del narrador. En el caso de Mateo (1:19) José busca retirarse para no tener que acusarla de haber tenido relaciones sexuales ilegales. En Lucas no se incursiona en ellas pero es evidente que para esta joven soltera explicar un embarazo por este medio era algo difícil de aceptar por quienes la rodeaban.
La tradición de la diáspora judía esperaba la concepción por una virgen y el nacimiento de un niño que liberaría a Israel de sus penurias. No debe llamarnos la atención que se utilice la figura del ángel Gabriel como actor para anunciarlo desde el momento que este ángel era muy popular en la literatura judía de fuera de Israel. Hay muchos textos no canónicos que narran sus intervenciones. Es probable entonces que en la redacción de estas historia haya habido una fuerte influencia de los cristianos surgidos entre los judíos de la diáspora donde nacimiento virginal y el ángel Gabriel gozaban de alta estima y en cierta medida se esperaba que esos elementos estuvieran presentes en la llegada del Mesías.
La mención de que reinará sobre “la casa de Jacob” le da un carácter universal al reinado del pequeño que ha de nacer. El trono de David y la casa de Jacob significan el viejo linaje de Judá y las tribus del Norte (llamados en distintos momentos Samaria, Israel, Jacob, Efraim). Para la limitada comprensión del mundo en aquel entonces esta doble jurisdicción implicaba la reunificación de todo Israel (las doce tribus) y por lo tanto la conformación de un cierto universalismo. Quizás no deberíamos obviar en la predicación que este elemento ya está presente en la Navidad cuando se llegan al niño de Belén los sabios de Oriente, representantes del resto del mundo conocido para ellos.
También se dice que su reino no tendrá fin. Esto apunta al carácter mesiánico del niño por nacer. Muchos habían pasado en el trono de Israel pero la fragilidad de su poder había hecho que no sobrevivieran el paso del tiempo. Los diversos monarcas (judíos y extranjeros) se habían presentado como eternos y todopoderosos pero la experiencia mostraba que también su gloria se marchitaba. A la vez, que su poder se había utilizado con rara excepción para oprimir y humillar al pueblo en lugar de hacer justicia y promover la paz verdadera. El anuncio de que su reino será permanente alude en consecuencia a que no será un monarca como los demás sino que su mensaje es algo nuevo y aún no conocido. Si pensamos en las expectativas que había respecto al Mesías podemos decir que un poco todos se frustraron o no lo entendieron. Para los romanos fue un caudillo político que se creía rey; para los fariseos fue un idealista exagerado y un trasgresor inútil. Para las mujeres fue una luz que se encendió y luego se volvió a apagar; para los judíos zelotes revolucionarios fue un débil y un conservador. Para los pobres fue un profeta y un liberador frustrado que generó expectativas que no fueron cumplidas. Por último, para los miles que lo vieron pasar por sus aldeas y campos fue un iluminado que terminó condenado y muerto.
Por último, la aceptación de María de la voluntad de Dios es un detalle a destacar. A veces la distorsión operada por la mariología católica ha hecho que en el mundo evangélico no evaluáramos la dimensión de su testimonio. Pero ella, así como otros varones y mujeres de Dios en la Biblia, asumió el papel que el Señor le pedía para llevar adelante el mensaje de salvación. Y lo hizo sin límites y con entrega plena al llamado de Dios.
Al finalizar el tiempo de adviento y prepararnos para celebrar la Navidad es importante recordar en nuestras predicaciones lo difícil que fue para quienes estuvieron presentes en aquella primera –y única y verdadera- Navidad asumir el desafío que se les ponía delante. Dios recurrió a ellos para que fueran vehículo de su palabra, para que comunicaran a los demás la buena noticia de la llegada del Hijo al mundo. Y ellos y ellas aceptaron el desafío. ¿Cómo respondemos nosotros al desafío de vivir con fe y confiando en que aunque no entendamos algunos de los caminos de Dios, él quiere lo mejor para sus hijos e hijas?

Letra 103, 14 de diciembre de 2008

CUANDO SE LES PRIVA DE SU NIÑEZ: NIÑOS Y NIÑAS COMO SERVIDORES DOMÉSTICOS
Manuel Quintero

ALC Noticias

Puerto Príncipe, jueves, 11 de diciembre de 2008. En la lengua criolla de Haití se les llama "restaveks" (del francés rester avec - quedarse con) porque viven con una familia que no es la suya. Más que niños acogidos, son como esclavos en sus familias de acogida.
Entre 180.000 y 300.000 niños y niñas – la cifra varía según la fuente – trabajan en Haití como servidores domésticos. Entre el 8 y 10 por ciento de los haitianos de menos de 18 años se hallan en esta situación en que se les priva de sus derechos básicos.
Estos niños representan el sector social más vulnerable en un país azotado por una pobreza atroz, una terrible degradación ecológica, una flagrante corrupción y una inestabilidad política continua. Muchos de ellos han nacido en familias numerosas e indigentes del campo, y sus padres los envían a la familia de acogida con la esperanza de que reciban una alimentación y asistencia adecuadas.
"En lugar de ello, pasan sus días haciendo un agotador trabajo doméstico, y frecuentemente son azotados si sus padres de adopción no consideran su trabajo suficientemente satisfactorio", dijo Wenes Jeanty, director ejecutivo del centro de asistencia Foyer Maurice Sixto, hablando con un equipo de Cartas Vivas del Consejo Mundial de Iglesias (CMI).
"Cartas Vivas" son pequeños equipos ecuménicos internacionales que viajan a lugares de todo el mundo donde los cristianos luchan por superar la violencia. A fines de noviembre, uno de estos equipos, integrado por cristianos de Francia, los Países Bajos, Líbano, Canadá y Cuba, visitó la capital de Haití, Puerto Príncipe, y otras zonas afectadas por los recientes huracanes.
El equipo pasó algún tiempo en el centro de asistencia Foyer Maurice Sixto para informarse mejor sobre la penosa situación de los niños esclavos domésticos que son víctimas de un lazo de servidumbre profundamente enraizado en la historia del país.
Muchos "restaveks" pierden el contacto con sus familias biológicas. Algunos pasan de una familia a otra sin su consentimiento y sin que se informe a sus padres. Son comunes los abusos físicos y psicológicos, explica Jeanty.
El centro Foyer Maurice Sixto fue fundado en 1989 con la ayuda de la institución internacional de beneficencia con sede en Suiza Terre des Hommes. El centro recibió el nombre de Maurice Sixto (1919-1984), célebre intelectual haitiano que manifestó su desprecio a las élites nacionales por sus abusos sobre los servidores domésticos infantiles.
"Nuestra misión es ayudar a los niños y jóvenes a los que se obliga a abandonar a sus familias biológicas para colocarlos en familias de acogida. Después de terminar su trabajo en el hogar, vienen al Foyer para recibir educación, orientación y formación artesanal".
"Todos los niños son iguales"
Situado en Carrefour, un distrito pobre y densamente poblado del sur de Puerto Príncipe, el Foyer trabaja con unos 300 menores, en su mayoría niñas. Reciben en él una comida caliente cada día y se les presta asistencia médica y dental en una clínica cercana donde médicos haitianos ofrecen sus servicios gratuitamente.
El personal del Foyer trabaja también con las familias de acogida, en un esfuerzo por sensibilizarlas y responsabilizarlas de las necesidades de sus servidores niños. "Les decimos que todos los niños son iguales y tienen los mismos derechos", dijo Jeanty.
No hay ninguna receta para solucionar este complejo problema en un país con una población en rápido crecimiento, la mitad de la cual vive por debajo de la línea internacional de pobreza de un dólar EE.UU. al día y un 76 por ciento vive con menos de dos dólares al día.
"Lamentablemente, no se puede liberar a estos niños de este lazo de servidumbre. No hay recursos para atender a sus necesidades, ni se les puede devolver a sus familias biológicas, como tampoco se pueden encontrar familias mejores que los acojan y cuiden", explicó.
Entre tanto, el Foyer Mauricio Sixto garantiza que al menos algunos de los "restaveks" de Haití tengan la oportunidad y tiempo para jugar, expresarse a sí mismos y disfrutar de sus propias identidades. "Estamos tratando de devolverles la niñez a la que tienen derecho", concluyó Jeanty.
Al final de la visita, los miembros del equipo de Cartas Vivas se comprometieron a denunciar la situación de estos esclavos domésticos modernos. "A través de sus iglesias miembros, el CMI debería poder elevar su voz en favor de estos niños ante los gobiernos y organizaciones internacionales", dijo Genevieve Jacques, líder del equipo de Cartas Vivas.


CUANDO HUELE A DIOS EN TODAS PARTES (II)

Elsa Tamez


Quiero imaginar la paz en nuestro mundo y nuestra casa como la corola de una flor que despide un olor a Dios. Olor que lleva a discernir su presencia en cada cosa creada, ya sea por Dios o por los humanos. Esto sería como el fin de toda violencia de humanos contra humanos y de humanos contra la naturaleza. Porque así como no puedo asir, agarrar con mis manos el olor para apoderarme de él, así tampoco puedo dominar a las personas y los pueblos: su olor a Dios me detiene. Es un olor de paz, de reconciliación, porque se respeta el olor de Dios en el otro.
La carta a los Efesios sugiere que todo el cosmos es morada de Dios, como un templo santo, como una construcción bien hecha, con excelentes fundamentos. La llama Iglesia, pero como hoy día este término se ha vuelto estrecho, yo la llamaría comunidad cósmica, donde cabe la diversidad de espiritualidades. En esta comunidad todo se vive “en Cristo”, imagen profunda y constante en Efesios. Fórmula que expresa que todo respira a Dios y huele a Dios porque vivimos ligados a esa atmósfera divina. Jesucristo es para los cristianos el “Dios con nosotros”, el “rostro humano de la trascendencia”. Según Ef 2:20 el rostro humano de Dios es el pilar de esa morada habitada por Dios. Esta piedra angular en la construcción de la comunidad cósmica, recuerda perennemente que él mismo es paz, la hace y la anuncia como buena noticia (2:14, 15, 17). Tiene autoridad para hacerlo. Sabe en carne propia qué es la violencia, la tortura y la traición porque padeció la crucifixión causada por la pax romana; otra clase de paz militar que cree que matando a los malos se alcanzará la paz. Paz militar, paz sin justicia ni abrazos. Pero “Dios con nosotros”, que encarna la paz, despide un olor a paz sin muertos, ni violaciones, ni dominaciones, ni exclusiones. Una paz que se edifica derribando no a las personas que trepan a los muros, sino a los muros de la enemistad. Es una paz que no se construye edificando muros de autoprotección contra migrantes o para repeler las guerras. Los muros no llevan más que al odio, la exclusión, el miedo, el asesinato, la avaricia.
Efesios 2:20 dice también que los ancestros de esta comunidad cósmica, es decir los apóstoles y
profetas que siguieron ese olor de Dios, también forman parte de los cimientos de esa comunidad
universal. Estos pioneros de la comunidad nos recuerdan la vocación a la cual hemos sido creados: vivir simplemente como humanos, interrelacionándonos como hermanos y hermanas, como familia de Dios, incluyendo a la hermana luna y al hermano sol. Las huellas de los ancestros, forjadores de la comunidad, iluminan nuestro caminar. Imagino la paz vivida en una comunidad cósmica, donde todos tienen cabida, desde los niños llenos de mocos hasta los ancianos que usan pañales. Y todo se respeta porque todo huele a Dios.
En esta comunidad cósmica, templo santo y morada de Dios, no hay armas, ni siquiera de juguete; la pesadilla de la guerra y los atracos queda atrás, enterrada entre los escombros de los muros de separación. No hay violencia porque la paz verdadera trae comida y trabajo y dignidad. Tampoco hay discriminaciones, porque no hay pueblos que viven lejos ni pueblos que viven cerca (2:13). No hay elegidos, ni atrasados. Todos los pueblos viven en el regazo de Dios, cuyo corazón palpita la paz y la reconciliación. Los que estaban lejos no se asimilaron a los que estaban cerca, y los que estaban cerca no preservaron sus privilegios sobre los demás, porque se hizo de todos una comunidad cósmica nueva, bendecida en su diversidad de lenguas, culturas y modos de dar gloria al Dios creador.
Por eso imagino la paz sin asimilaciones ni exclusiones, sin dominios de unos sobre otros. Y es que el olor a Dios del otro frena los impulsos del sometimiento y de la puñalada. En esta nueva comunidad humana se vive la diversidad en paz, atrás quedan las mañas de acumular dinero a costa de los pobres y de preferir el color blanco y rubio al café y negro. Ah, y no hay a quien se le ocurra alimentar las máquinas en lugar de a los seres vivos porque esta comunidad nueva pluricultural es sensata, vive la sabiduría de Dios.
Así es la paz que imagino y la veo en la Carta a los Efesios como una promesa que quiero creer es
posible. Me da fuerza para no temer a las fuerzas ocultas de poderes y potestades (6:12), fuerzas que no vemos pero cuyos golpes sentimos. A esa mano invisible que hace que las monedas de los países suban y bajen o que el petróleo suba sin parar y que de pronto los alimentos básicos se vuelvan inalcanzables. Porque Dios, dice la epístola, recapituló todos los acontecimientos y las cosas en la tierra y en los cielos para que confluyeran en la divinidad crucificada (1:10) y resucitada por amor a la humanidad. Me mueve la esperanza de que así como el crucificado fue resucitado y llevado a una posición más allá de los poderes ocultos (1:20), así también nosotros, hemos sido resucitados y colocados en esa misma posición (2:10). Por eso creo que todos somos de alguna manera “Dios con nosotros” porque olemos a Dios en todas partes y despedimos olor de Dios. Pero, claro, cuando abro los ojos y veo al mundo que nos rodea, pienso que esto que he dicho no es más que una plegaria, un clamor a Dios desde el Espíritu de Dios en mí, igual que el de la tierra que gime como una mujer parturienta (Ro 8:22).

Navidad y esperanza humana en el mundo, L. Iván Jiménez J.

14 de diciembre de 2008

El conocimiento de Dios (Isaías 11.6-9), Margaretha M. Hendriks-Ririmasse

14 de diciembre de 2008

Desearía que leyéramos este texto como un llamamiento urgente de Dios para que se restaure la paz en el mundo. Nuestro mundo está enfermo, pues padece el peso de la violencia y el terror, la rivalidad humana, la ambición egoísta, la codicia y la enemistad, que separan a las personas unas de otras y cosifican la naturaleza provocando un deterioro lamentable de su condición. Los seres humanos pueden ser más salvajes que un animal porque mientras que un león o un tigre cazan una presa sólo para satisfacer el hambre, los hombres y las mujeres pueden matar por placer. Esto puede ocasionar una gran devastación. Sí, al igual que una mujer sangra, que una madre gime de dolor (de hecho, en mi cultura, a la Tierra se la llama madre), esta es la condición actual del mundo. Nosotros como descendientes de la Tierra debemos sentirnos preocupados al oír el clamor y escuchar el llamamiento para que nutramos la Tierra a fin de que recupere la salud. Las palabras proféticas de Isaías pueden leerse como una invitación de Dios a toda la creación en favor de la reconciliación y la paz.
La sensación de armonía y tranquilidad del paraíso primigenio que se describe en los versículos 6 a 8, es un retrato del mundo transformado que corresponde al designio de Dios para el universo. Al establecerse en el mundo la amistad y la colaboración solidaria entre los seres humanos, no debería haber más prácticas de dominación ni temor de ser víctimas. El imperativo divino debe cumplirse y es en este contexto que desearía compartir la siguiente experiencia.
Hace aproximadamente dos años, la Iglesia Protestante de las Molucas (Indonesia), realizó un
programa para pastores de la misma iglesia centrado principalmente en el tema: “Vivir y dar testimonio en un mundo pluralista”. Una de las sesiones previstas en el programa era pasar una noche en los hogares de nuestros hermanos y hermanas musulmanes con objeto de reconstruir las relaciones sociales con las comunidades religiosas que se habían visto gravemente afectadas por las experiencias traumáticas del cruel conflicto generalizado en el que participaron grupos musulmanes y cristianos de la región. Para muchas personas fue uno de los programas más desagradables que había concebido la iglesia. Ese rechazo podía entenderse porque la memoria de la violencia en relación con la lucha por el poder que había tenido lugar entre los grupos beligerantes era aún vívida en la mente de la gente. ¿Cómo se les pudo ocurrir planear ese programa?, nos preguntaron algunas personas. ¿Y si los pastores son asesinados en medio de la noche? ¿Y si son envenenados? Los miembros de la iglesia plantearon muchos “Y si”… Y hasta los pastores se mostraron reticentes y muchos tenían realmente miedo. Pero cuando regresaron de la visita, habían cambiado totalmente, como si hubieran pasado por un proceso de metamorfosis. Aparentemente disfrutaron tanto de su estadía y de la compañía de sus huéspedes, marido y mujer, que algunos hasta decidieron llevar a su familia para que conocieran
mejor a los nuevos amigos. El miedo y los prejuicios desaparecieron y fueron reemplazados por aprecio y amabilidad mutuos. Poco antes, ese mismo año, una ONG local, presidida por una joven musulmana, también había organizado un programa muy similar, llevando a jóvenes musulmanes a pasar la noche con familias cristianas. La respuesta de la gente en general fue muy estimuladora.
Para la comunidad de fe, el compromiso con la paz y la reconciliación no puede eludirse, porque Dios, a quien alabamos, es un Dios de paz, que tiene como designio restaurar la paz en el mundo. El mismo Dios nos llama a ese ministerio de reconciliación (2 Co 5:18).
Por supuesto, la edificación de la paz nunca es un ejercicio fácil. Hablando a partir de mi experiencia, diría que la edificación de la paz puede ser difícil debido, sobre todo, a que quienes participan en la lucha por el poder suelen ser muy reticentes a abandonar su juego, por razón de la codicia y el ansia de dinero y poder. Es sabido que en varias regiones desgarradas por la guerra o los conflictos, algunas personas y partidos en el conflicto acumulan capital y poder gracias a la tragedia. Cuanto más prolongada sea una situación de conflicto, cuanto más intensa llegue a ser, mayores serán las ganancias que podrán obtener esas personas. Los seres humanos pueden ser realmente más salvajes que los animales de la jungla. Pero esa situación no debe continuar. Es necesario un cambio; una renovación drástica y total debe producirse que permita, según Isaías, a los lobos y los corderos sentarse juntos y a los niños jugar con la cobra venenosa, allí donde el león come la paja, (véase el vs.7). Pero, ¿es posible esto? En otro texto, el mismo profeta habla del tiempo que ha de venir, cuando los pueblos conviertan sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces y ya no se adiestren para la guerra (Is 2:4). Parece ser algo extraño, un sueño imposible ¿verdad? Sin embargo vale la pena soñar también el día de hoy. En un mundo confrontado con tantas amenazas y destrucción, es necesario soñar con un mundo mejor. Soñar es también una señal de que estamos vivos. Sólo los que son capaces de soñar tienen algo valioso que ofrecer a la sociedad a la que pertenecen. Ahora bien, los sueños no deben ser sólo sueños, sino que por el contrario deben hacerse manifiestos, a pesar de todas las dificultades. Sin embargo, la pregunta sigue sin respuesta ¿cómo podemos hacerlos realidad?

Letra 102, 7 de diciembre de 2008

ORÍGENES DE LA CRISIS
Economist Intelligence Unit

La Jornada, 2 de diciembre de 2008

La semana del 15 de septiembre, la industria financiera global sufrió un infarto. Murió el 18 de septiembre, pero fue resucitada por el secretario del Tesoro Paulson con un choque eléctrico de alto voltaje que en última instancia representó 700 mil millones de dólares (mdd) de rescate gubernamental. Al momento de escribir esta nota no se sabe aún si el paciente saldrá vivo de terapia intensiva. Y, en tal caso, si su salud podría estar tan dañada que reposaría en un pabellón permanente (nacionalizado) del gobierno.
El origen de esta crisis se remonta a los años 60. Hasta esa década, la ortodoxia económica de capitalismo de siglo XIX dirigió la política monetaria y fiscal. Esa ortodoxia exigía presupuestos gubernamentales equilibrados, moneda sana respaldada por oro, y un comercio internacional equilibrado. El abandono de esos tres principios durante las cuatro décadas pasadas es una de las causas directas de la crisis del capitalismo que hoy nos amenaza.
La guerra de Vietnam y el programa Gran Sociedad de Lyndon Johnson se combinaron para minar el primer principio, al propiciar enormes déficit presupuestarios gubernamentales a finales de los años 60. Excesivos gastos gubernamentales y una fuerte inversión de las corporaciones estadunidenses en el exterior ocasionaron una acumulación de dólares fuera de Estados Unidos. Cuando los gobiernos extranjeros comenzaron a redimir esos dólares por oro estadunidense, como se había acordado en el Sistema Internacional Monetario Bretton Woods, los funcionarios estadunidenses se alarmaron sobre la velocidad con que se agotaban las reservas estadunidenses de oro.
En 1971 el entonces presidente Richard Nixon anunció que EU ya no cumpliría sus compromisos con otros países de cambiar oro a razón de 35 dólares la onza, abandonando así el Sistema Bretton Woods y rompiendo el vínculo entre dólar y oro. A partir de entonces, el dólar ha sido estrictamente una moneda fiduciaria. De este modo se hizo a un lado el segundo principio de la ortodoxia económica.
El abandono del último principio, comercio equilibrado, se dio de manera natural a partir del rechazo de los dos primeros. El excesivo gasto gubernamental sobrestimuló la economía estadunidense y fomentó el exceso de importaciones. Y, libre del patrón oro, el país pudo financiar colosales déficit comerciales con dólares de papel y bonos del Tesoro denominados en dólares. En 2006, el déficit de cuenta corriente estadunidense se disparó a casi 800 mil mdd anuales, alrededor de 2 mdd por minuto. Ese déficit, y el crédito que lo financió, desestabilizaron la economía global al crear desequilibrios insostenibles que ahora se revierten.
Una vez abandonados los principios fundamentales del capitalismo, cualquier locura financiera concebible se convirtió en una oportunidad lucrativa para Wall Street. Como el dólar dejó de estar respaldado por el oro, la Reserva Federal perdió el control sobre la generación del crédito. La división entre dinero y crédito se hizo borrosa, y luego desapareció por completo. Los pasivos de Fannie Mae y Freddie Mac se incrementaron a 5 billones de dólares y, a medida que su deuda se expandía, adquirieron o garantizaron más de la mitad de las hipotecas nacionales, y elevaron el precio de los inmuebles en el proceso.
Los banqueros fraccionaron, rempaquetaron y revendieron una cornucopia de instrumentos de deuda (ahora conocidos como deuda tóxica) y pagaron a las agencias calificadoras para obtener calificaciones AAA. Se crearon y proliferaron instrumentos crediticios derivados que, según el recuento más reciente, sobrepasan 600 billones de dólares en valor teórico, el equivalente a casi 100 mil dólares por persona en el planeta.
Durante los 20 años pasados Alan Greenspan supervisó la explosión de esta deuda; su presidencia ha sido la más larga y, posiblemente, la peor en la historia de la Reserva Federal. En lugar de retirar el tazón del ponche antes de que la fiesta se prolongara, Greenspan prefirió curar la resaca con más ponche. Mantuvo bajas las tasas de interés, desalentó la regulación, pero animó la innovación de sector financiero. Y celebró la rápida expansión de los instrumentos derivados como un medio de mejorar la estabilidad del sector mediante la distribución de riesgos hacia quienes eran más capaces de enfrentarlos. En el nivel macro, su estilo podría caracterizarse como la administración de burbujas económicas que fueron populares durante su largo encargo. Para la posteridad, Greenspan será el actor principal en la creación de esta crisis.
Muy a menudo, las entidades reguladoras facilitaron los excesos. La industria financiera se desreguló, la ley Glass-Stegall se derogó y se forjaron enormes fortunas. Los mercados de derivados se propalaron ante la falta de supervisión regulatoria; los agentes hipotecarios generaron miles de millones de dólares en hipotecas subprime, prácticamente sin ninguna vigilancia, y los bancos burlaron los requerimientos de suficiencia de capital al ocultar sus activos.
¿Cómo salir de la crisis? Evitar el completo desplome de los mercados internacionales de capital es un paso importante, pero insuficiente para conjurar una depresión mundial. Será también esencial que el gobierno estadunidense apuntale agresivamente la demanda global agregada mediante un nuevo y mayor paquete de estímulos fiscales. La única razón realista para el optimismo es que Washington tiene capacidad de acumular los billones de dólares de una nueva deuda. Su deuda total es de 9 billones de dólares, aproximadamente 65 por ciento del PIB de EU. La proporción de deuda pública con respecto al PIB de Japón es de casi 200 por ciento.
En 1981, durante la última recesión seria de EU, el gobierno controló el déficit presupuestario, que promedió 5 por ciento del PIB estadunidense durante cinco años consecutivos. La capacidad del gobierno para hacerlo de nuevo podría ser el factor decisivo que evite una depresión global.
La sobrendeudada economía global se tambalea al borde de una navaja. De un lado están la deflación y la depresión. Si el gobierno estadunidense no pudiera invertir lo suficiente para mantener inflada la burbuja crediticia global, el mundo se precipitará en ese abismo gélido. Del otro lado están la hiperinflación y la devaluación del dólar. Si las pérdidas derivadas se acercaran a 10 billones de dólares, la Fed tendría que financiarlas mediante la emisión de papel moneda. Esto destruiría el valor de las reservas de divisas del mundo.
Para evitar cualquiera de esos terribles escenarios, EU tendrá que evitar el derrumbe sistémico del modelo financiero e invertir otros 5 billones de dólares o algo así durante los próximos cinco años para conjurar un desplome de la demanda global agregada. Es probable que tenga éxito, pero se verá obligado a rescribir las reglas sobre la marcha. Sin embargo, el precio del éxito podrían ser tasas de interés e inflación más altas, una devaluación sustancial del dólar, y una prolongada recesión global.
Tarde o temprano tendrá que establecerse un nuevo sistema monetario internacional. El patrón dólar fracasó porque las instituciones de EU no pudieron mantener los principios que apuntalan el capitalismo: presupuestos equilibrados, dinero sano y comercio equilibrado. Si los líderes del mundo no son capaces de reconstruir un sistema monetario internacional con base en esos principios, recordarán la crisis actual como el preludio del colapso.
CUANDO HUELE A DIOS EN TODAS PARTES
Elsa Tamez

Oler es uno de los cinco sentidos de los humanos que, como los demás, hace participar la mente,
el cuerpo y el sentimiento. Cuando hueles algo, conoces y al mismo tiempo sientes. Por un lado se
discierne con la mente lo que uno huele y por otro, al entrar el olor en el cuerpo por medio de la nariz, brotan sentimientos de placer, serenidad, o de asco y rechazo. Oler te puede llevar a una acción, de huida o de búsqueda; o simplemente de gratitud a la vida. Si olfateas algo que apesta huyes o tratas de quitar lo que hiede y si es tu hermana quien hiede te mueve a llorar y abrazar, te aguantas el mal olor. Ahora, si hueles algo que te agrada hasta el alma, caminas hacia ese olor y todos tus sentidos se despiertan: quieres ver lo que hueles, saborearlo, te guías por ruidos hacia el olor y ansías tocarlo. En otras palabras sentimos que vivimos y damos gracias a Dios por ello.
Esto ocurre con las cosas cotidianas, como con un pan sabroso o un perfume. Pero cuando sentimos que olemos a Dios en todas partes, es algo mucho más profundo y misterioso: es experimentar la trascendencia en todo el cosmos desde lo más minúsculo hasta lo más imponente. En todos los cuerpos terrenales y también en los cuerpos celestes, como las estrellas; y hasta en la Iglesia de Cristo que es su cuerpo terrenal y celestial.
Experimentar la trascendencia en nuestro mundo es como sentir a Dios en todas partes despidiendo un olor muy particular. Es verdad que Dios puede oler feo, de hecho nuestro mundo actual despide este olor feo de Dios a menudo: en las guerras, las torturas, las violaciones de mujeres, el abuso a las niñas y los niños, en el desempleo y en los ríos contaminados. Porque, sabemos, allí habita el Dios crucificado solidario. Este olor despreciable advierte que no se respetó la trascendencia, o la gloria divina reflejada en las criaturas de Dios. Pero ese no es el olor que queremos.

Apocalipsis 1.9, L. Cervantes-O.

29 de agosto, 2021   Yo, Juan, soy su hermano en Cristo, pues ustedes y yo confiamos en él. Y por confiar en él, pertenezco al reino de Di...