domingo, 29 de agosto de 2021

Apocalipsis 1.9, L. Cervantes-O.

29 de agosto, 2021 

Yo, Juan, soy su hermano en Cristo, pues ustedes y yo confiamos en él. Y por confiar en él, pertenezco al reino de Dios, lo mismo que ustedes; tengo los mismos problemas y dificultades, pero también tengo la fuerza que Dios nos da para soportar esos sufrimientos. Por anunciar el mensaje de Dios y hablar de Jesucristo fui enviado a la isla de Patmos.                               Apocalipsis 1.9, TLA 

Cuando se mira el mapa de las innumerables islas griegas y se ubica a Patmos, que los romanos usaron como cárcel para los presos políticos, aquella desde la cual se escribió el Apocalipsis, se pueden comprender un poco las dimensiones de lo que algunos estudiosos del libro han denominado “la pastoral del exilio” que tuvo que practicar el apóstol Juan. La escritura profética y apocalíptica que, como parte de la resistencia espiritual que encabezó, ha llegado hasta nosotros y casi siempre ha producido una mezcla de temor, asombro e incertidumbre, aun cuando surgió para promover y mantener la esperanza del pueblo perseguido de Dios por causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo, tal como afirma el primer capítulo (1.9).

Una escritura que surge así, originada por la persecución, debía producir frutos en un corto plazo y, al mismo tiempo, proyectar su mirada en el tiempo divino, en el kairós que se vivía con tanta dificultad por el rechazo del que era objeto la fe cristiana. Cuando el autor del Apocalipsis expuso los detalles de la visión que recibió en medio de tanta soledad, el ambiente de inseguridad para los seguidores de Jesús de Nazaret estaba aún por llegar a momentos sumamente críticos, de modo que el lenguaje que debía asumirse para expresar la resistencia moral, política y religiosa al imperio tuvo que ser simbólico y no tan comprensible para quienes se acercaran a él desde fuera de las comunidades de fe. Ésa sería su principal característica y la que hasta hoy complica su comprensión y aplicación.

No obstante, al referirse a la palabra divina y al testimonio de Jesucristo al inicio del documento, la afirmación es muy clara: ambas realidades fueron la razón directa para el exilio de que fue objeto el autor del libro, quien fue visto como un peligro para el Imperio Romano. Es decir, que su fidelidad a ambas cosas lo llevaron a una retención forzada e injusta por la libertad con que intentó anunciar la venida del Reino de Dios en Jesucristo. Siempre que sucede algo similar, lo que está en juego sigue siendo esa misma fidelidad a la que somos llamados/as todos aquellos que debemos proclamar la palabra divina y el mensaje transformador de Jesucristo.

A contracorriente de quienes no dudan en amoldarse a las corrientes dominantes en cada época y así subordinar la predicación de la palabra redentora del Evangelio, nunca faltará quienes se opongan con un firme convencimiento a las imposiciones violentas de los poderes de turno. Tal como lo explicó en su momento el biblista Jorge Pixley:

 

Pero siempre hubo al lado de estos cristianos que quisieron ser ciudadanos leales y que lo eran hasta que se les pedía un juramento que violaba su conciencia, otros que veían en el imperio el principal obstáculo para que se realizara el ansiado Reino de Dios. Juan de Éfeso, los entusiastas frigios, Ireneo, Taciano y Tertuliano representan a este cristianismo radical, y esta lista es evidencia suficiente de la seriedad de esta corriente cristiana. Éstos se sienten peregrinos en una tierra extraña, y aguardan con ansiedad su liberación. Guardar la fe exigía no contaminarse con el mundo, mundo encarnado en las estructuras del imperio.[1] 

Quiera Dios que esa misma constancia y fidelidad hacia la Palabra del Señor y de su testimonio que ejemplarmente vemos en el libro final de las Sagradas Escrituras nos sigan uniendo y acompañando en nuestro caminar, y que sigan siendo nuestra consigna de fe adonde quiera que nos encontremos para desarrollar el ministerio que nos encomiende quien es el Jefe y Cabeza de la Iglesia, bajo la conducción soberana de su Espíritu. Amén.



[1] J. Pixley, “Las persecuciones: el conflicto de algunos cristianos con el Imperio”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, 2ª ed., núm. 7, 2000, p. 85, www.centrobiblicoquito.org/images/ribla/7.pdf.

viernes, 27 de agosto de 2021

Letra núm. 732, 29 de agosto de 2021

 DIOS E HISTORIA (2009)

Jorge Pixley (Estados Unidos, 1937) 


 


 

V

amos a procurar mostrar cómo en diversos textos bíblicos el Dios de Israel es presentado como una divinidad que responde a la historia e incide en ella. Y esto significa un Dios que crece con cada nuevo suceso histórico. Por tanto, un Dios que no es incambiable, porque un Dios incambiable no podría conocer una historia que está en constante flujo. Para ello recurriremos a la filosofía de organismo o procesual, de una manera que, pienso yo, ilumina lo que dice la Biblia.

Comencemos con un texto que es fundante para la fe de la Biblia, Exodo 3.7: “Bien vista tengo la aflición de mi pueblo en Egipto, y he escuchado su clamor en presencia de sus opresores; pues ya conozco sus sufrimientos”. Aquí tenemos, en la base de la fe de Israel, una afirmación que Dios “percibe”, es influenciado por, los eventos que suceden en la historia. Esto, que para el creyente parece natural, no lo es para la tradición filosófica. Aristóteles, el primero en sistematizar el pensamiento sobre Dios, argumenta en el Libro X de su Física, que Dios no conoce al mundo. Cualquier conocimiento implicaría un cambio en la divinidad, que pasaría de ignorancia a conocimiento del suceso en cuestión.

Por lo tanto, Dios, ni conoce ni responde a los sucesos en esta esfera inferior que es la Tierra. Esta doctrina de la inmutabilidad de Dios pasó a ser parte de la teología natural cristiana, aunque los grandes teólogos como Tomás de Aquino encontraron modos de acomodarla a las historias bíblicas donde Dios evidentemente responde a los sucesos de la historia terrenal. Estos cambios exigieron que se forzara el esquema de la inmutabilidad de Dios.

Tomemos algunos ejemplos más del conocimiento divino y la respuesta de Dios a los eventos terrenales: “Bajó Yahveh Dios a ver la ciudad y la torre que habían construido los humanos, y dijo Yahveh: He aquí que todos son un solo pueblo con un mismo lenguaje, y éste es el comienzo de su obra. Ahora nada de cuanto se propongan les será imposible. Ea, pues, bajemos, y una vez allí confundiremos su lenguaje, de modo que no entienda cada cual el de su prójimo” (Gn 11,5-7).

Alguien puede objetar: “Pero esto es un mito; en un mito no se aplican las reglas convencionales”. Y, efectivamente, es un mito. También los griegos, cuya filosofía creía demostrar que la divinidad no conoce cuanto sucede en la tierra, en sus mitos narran las reacciones de los dioses a los sucesos terrenales.

Pero sigamos: “Dijo, pues, Yahveh, El clamor de Sodoma y Gomorra es grande; y su pecado gravísimo. Ea, voy a bajar personalmente, a ver si lo que han hecho responde en todo al clamor que ha llegado hasta mí, y si no, he de saberlo” (Gn 18,20-21). “Entonces habló Yahveh a Moisés, y dijo: ¡Anda, baja! Porque tu pueblo, el que sacaste de la tierra de Egipto, ha pecado. Bien pronto se han apartado del camino que yo les había prescrito. ... Y dijo Yahveh a Moisés: Ya veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz” (Ex 32,7.9). […]

Cualquier lector de la Biblia sabe que estos ejemplos pueden multiplicarse con facilidad. El Dios de la Biblia es, como decimos, un Dios de la historia. Y esto significa que sabe lo que sucede y responde a los gritos de los oprimidos y las plegarias de los enfermos o presos. Esto es evidente para los/las creyentes, pero no siempre hemos sacado las conclusiones teóricas que son evidentes.

Aquí podemos recurrir a Charles Hartshorne (1899-2002), discípulo de Whitehead y gran filósofo del siglo XX. Hartshorne enseña que Dios es absolutamente relativo, es decir, conoce todo cuanto sucede en el universo y responde a él. Esto es lo que llama el lado concreto de Dios, que está sujeto a constantes cambios. Esto requiere un poco de explicación.

En la teología clásica, cuyo máximo representante es Tomás de Aquino, Dios es inmutable. No es relativo a su creación, aunque la creación es relativa a Dios. Esto, como bien señala Hartshorne, es un grave error de lógica. Siempre, quien conoce es relativo a lo conocido, aunque lo conocido no tiene que ser relativo al que conoce. Así, a mí me puede conmover una sinfonía de Mozart cuando la escucho, pero la sinfonía y Mozart en nada son afectados por mi emoción. Yo puedo admirar un hermoso paisaje; es decir, el paisaje deja en mí un efecto, y no soy igual a como era antes de contemplarlo; sin embargo, el paisaje en nada queda alterado por mi admiración. Generalizando, el conocedor es relativo a lo conocido y no tiene que suceder lo inverso, que lo conocido sea relativo al conocedor. Igualmente, Leibnitz es afectado por su lectura de Platón, y su filosofía demuestra el efecto de esta lectura. Platón no fue en nada afectado por el hecho que unos veintitantos siglos después su obra entraría como factor en la filosofía de Leibnitz. Leibnitz y muchos más son afectados por Platón en los últimos cuatro siglos; Platón, para nada es afectado por ellos en sus lecturas del maestro.

En conclusión, si Dios conoce al mundo, y un creyente no puede negar que así sea, ese conocimiento afecta a Dios. Dijo Jesús: “¿No se venden dos pajarillos por dos ases? Pues bien, ninguno de ellos está olvidado ante Dios. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados. No temáis, valeis más que muchos pajarillos” (Lc 12,7).

Esto no es algo único en la Biblia. Todo lo que acontece es conocido por Dios. Dios oye el clamor de sus criaturas y atiende a sus plegarias. Definitivamente, Dios conoce al mundo. Lo inverso no es nesariamente cierto. Los creyentes son afectados por saber que Dios les conoce; viven bañados por esa seguridad. Pero el incrédulo puede perfectamente vivir su vida sin darse por enterado ni ser afectado.

Lo que sucede con el conocimiento es también cierto del amor. Quien ama es conmovido por su amor y la amada viene a ser parte de su configuración personal. Si la amada no se entera del amor de quien la ama, en nada queda afectada. En cambio, si lo sabe, puede sentirse conmovida por ese amor. Igual sucede en el amor de Dios hacia su creación. Dios ama las hormigas, pero ellas (suponemos) no se enteran ni son afectadas por ese amor —si el amor no conduce a conductas divinas que alteren la vida de las hormigas—.

Concluimos que la lógica nos obliga a pensar que el conocimiento que Dios tiene de los sucesos históricos afecta a Dios, y si Dios actúa en la historia por efecto de ese conocimiento, sus conocimientos-acciones afectan a sus criaturas. En este sentido Dios es, como hemos afirmado en la teología latinoamericana, un Dios de la historia. Pero esta confesión no la hemos sistematizado. Es lo que propongo comenzar con este librito.

Esto no significa que Dios no sea absoluto y que en ello no se distinga de todos los demás seres. Todos los seres criados son relativos, y sus relaciones son internas. Las relaciones internas son aquellas que nos constituyen. Somos lo que somos en virtud de las múltiples relaciones que disfrutamos. La relación con la amada es, obviamente, una relación interna, por cuanto altera la personalidad y la vida de quien ama. Igual sucede con un buen libro o un filme. Quien lo leyó o lo vio quedará marcado para siempre. Lo que afirman Whitehead y Hartshorne es que todas las relaciones humanas son internas.

En contraste, una relación externa es la que existe o parece existir entre dos bolas de billar. Aunque las bolas choquen no quedan en nada afectadas, aparentemente. La verdad es que se afecta su posición y su distancia de los bordes de la mesa de jugar, y se puede discutir si la posición relativa es una relación interna. Pero se entiende la diferencia entre la relación (interna) que produce en mí una bella sinfonía y el efecto (externo) que produce en la bola el choque con otra bola.

Es evidente que en la Biblia Dios tiene también relaciones internas. “Odio, detesto vuestras fiestas... no me complazco en vuestras oblaciones” (Am 5,21-22). Aunque la imagen es metafórica, refleja una realidad. Dios rechaza con repulsión interna los sacrificios de Israel en este momento de grave injusticia. Su “disposición” queda afectada por los hechos de Israel. No es exctamente el mismo Dios de lo que fue antes de los susodichos sacrificios.

Esto no significa que Dios es como las criaturas en sus relaciones. Las criaturas son afectadas en su ser por las circunstancias en las que existen. Dios es afectado por todo: “Yahveh, tu me escrutas y conoces,
sabes cuándo me siento y cuándo me levanto,
mi pensamiento calas desde lejos;
esté yo en camino o acostado, tu lo adviertes,
familiares te son todas mis sendas (Sl 139,1-3).

Si Dios conoce y es afectado por absolutamente todo, Dios es supremamente relativo. Dios es relativo a cuanto existe y a cuanto pudiera existir. Dios conoce cuanto sucede en el universo, y entra en interacción con ello. Pero Dios se distingue de cualquier otro conocedor o actor por cuanto conoce absolutamente todo, no solamente lo que existe, sino lo que pudiera existir. Dios es supremamente relativo. Aunque hay atisbos de este conocimiento en Anselmo, en su Proslogion, ya en el siglo XI, es Hartshorne, en el siglo XX, quien lo expuso con todo rigor.

Las citas bíblicas que hemos enlistado, y muchísimas más que pudiéramos añadir, no solamente aseguran que Dios conoce perfectamente su creación -aun las aves del cielo (Mt 6,24) y los cabellos en todas las cabezas (Lc 12,7)-, sino que actúa en respuesta a las acciones de las personas y de las naciones, siendo afectado por todo y a su vez afectando a todo. Ésta, y no una supuesta inmutabilidad, es la perfección de la divinidad. Podemos afirmar que Dios es Dios por cuanto su relatividad a cualquier otro ente es perfecta. Es, pues, relativo en grado supremo o perfecto. […]


Concepción Urquiza (México, 1910-1945)

SONETOS BÍBLICOS


I. JOB

 

Y vino y puso cerco a mi morada

y abrió por medio della gran carrera

Fray Luis de León, Trad. del Libro de Job

É

l fue quien vino en soledad callada,
Y moviendo sus huestes al acecho
Puso lazo a mis pies, fuego a mi techo
Y cerco a mi ciudad amurallada.

Como lluvia en el monte desatada
Sus saetas bajaron a mi pecho;
Él mató los amores en mi lecho
Y cubrió de tinieblas mi morada.

Trocó la blanda risa en triste duelo,
Convirtió los deleites en despojos,
Ensordeció mi voz, ligó mi vuelo,

Hirió la tierra, la ciñó de abrojos,
Y no dejó encendida bajo el cielo
Más que la obscura lumbre de sus ojos.

19 de julio, 1937


II. LA SULAMITA

 

Pues ya si en el exido
De hoy más no fuere vista ni hallada,
Diréis que me he perdido,
Que andando enamorada...
San Juan de la Cruz, Cántico espiritual

 

A

traída al olor de tus aromas
Y embriagada del vino de tus pechos,
Olvidé mi ganado en los barbechos
Y perdí mi canción entre las pomas.

Como buscan volando las palomas
Las corrientes mecidas en sus lechos,
Por el monte de cíngulos estrechos
Buscaré los parajes donde asomas.

Ya por toda la tierra iré perdida,
Dejando la canción abandonada,
Sin guarda la manada desvalida,

Desque olvidé mi amor y mi morada,
Al olor de tus huertos atraída,
Del vino de tus pechos embriagada.

23 de junio, 1937


III. RUTH

Ego dormio el cor meum vigilat.

Cant., V, 2

 

L

a quieta soledad, el lecho oscuro
De inmortales tinieblas coronado,
El silencio en la noche derramado,
Y el cerco de la paz, ardiente y puro.

Ruth detiene el aliento mal seguro,
Descubre el rostro de dolor turbado,
Y por largos anhelos agitado
Con dura mano oprime el seno duro.

Duerme Booz en tanto; su sentido,
En misterioso sueño sumergido,
La presencia tenaz de Ruth ignora.

Mas su despierto corazón medita...
Y la noche fugaz se precipita
Hacia los claros lechos de la aurora.

1937


IV. DAVID

 

¡O

h Betsabé, simbólica y vehemente!
Con doble sed mi corazón heriste
Cuando la llama de tu cuerpo hiciste
Duplicarse en la onda transparente.

Cerca el terrado y el marido ausente,
¿quién a la dicha de tu amor resiste?
No en vano fue la imagen que me diste
Acicate a los flancos y a la mente.

¡Ay de mí, Betsabé, tu brazo tierno,
traspasado de luz como las ondas,
ligó mis carnes a dolor eterno!

¡Qué horrenda sangre salpicó mis frondas!
¡En qué negrura y qué pavor de invierno
se ahogó la luz de tus pupilas blondas!

25 de agosto, 1944

  



"Por la Palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo", Pbro. Hugo Gallardo Duarte

29 de agosto de 2021

En este mes hemos, sin duda, seguido la secuencia de reflexiones en torno a la Biblia que normalmente tenemos presente al refrendar nuestro gusto por leer la palabra de Dios, encontrarla a través de las páginas de la Biblia y dejarnos sorprender por las historias bíblicas, dejarnos también guiar por la instrucción de la palabra. Es un mes sin duda especial y hoy, en este último domingo de mes, concluimos con el día de la Biblia. ¿Cómo se habrán integrado todos esos libros que denominamos Biblia? En realidad, esa palabra es un plural. La castellanización del nombre le puso la Biblia, pero en realidad, la palabra Biblia es un plural neutro. No es femenino, como pareciera para nosotros en español. Y es “los libros”, un conjunto de libros, los que comprenden el Antiguo Testamento y la secuencia que sigue, el Nuevo Testamento. De ahí nosotros nos preguntamos acerca de que hubo toda una historia, un proceso que conformó este volumen que para nosotros es el libro sagrado. Sin duda, la historia fue compleja y de muchos años. Fue una historia que abarcó cientos y hasta miles de años.

En ese proceso en transcurrió el origen de la escritura, por ejemplo, en los procesos de escribir. Antes de la escritura, pues todo era hablado, era oral. Después comenzó a escribirse, se escribía en diversos materiales: en arcilla, después en pieles y poco a poco, comenzó a surgir el papel en los papiros. La mezcla de fibras que se hacían pulpa y después se extendían en un papel al secarse. ¿Era posible escribir en eso? Bueno, eso en cuanto a la escritura. Todavía más complejo fueron las copias. Y considerar esa escritura sagrada también llevó su proceso. Y no fue sino justamente en la vida del pueblo del Antiguo Testamento, como también del pueblo del Nuevo Testamento, la Iglesia. Y grosso modo, hemos de decir que algo que influyó, sin duda, sin poner ningún cuestionamiento al respecto, fue su calidad de palabra. Sobre todo, del Antiguo Testamento, podemos decir que había una serie de requisitos que, cuando los judíos deseaban establecer los límites de qué cantidad de libros eran los que habrían de reconocerse como sagrados pues pusieron múltiples de ellos, por ejemplo, el que los libros sagrados habrían de tener de incluir el nombre de Dios. ya fuera Yahvé o Jehová, según se pronunciara. O el conjunto de las cuatro letras sin vocales para no pronunciar. Pero resulta que, por ejemplo, Esther no lo tiene. No contiene el tetragrama y solamente dice una vez la palabra Dios. Parece más un texto secular.

Otro requisito es que los libros habrían de haber sido escritos por personajes distinguidos y reconocidos en la historia bíblica. Y cuando se estudia eso, pues se da uno cuenta de que no todos los libros fueron escritos. En la actualidad se hacen análisis a conciencia de los autores, pues sinceramente muchos de estos textos no pueden ser acreditados como de la autoría de quien tradicionalmente se han reconocido. Por lenguaje, por precisión de fechas, en un análisis todo eso se descubre que es imposible que lo haya escrito fulano o zutano. Un requisito más será la fecha: que el texto en cuestión habría de haber sido escrito previo a la muerte del último profeta, Zacarías. Aquí digamos, aproximadamente el año 400 antes de Cristo. No es Malaquías sino Zacarías el último profeta. Sobre aquél no sabemos nada, ni su nombre, porque en realidad Malaquías no fue el nombre del profeta, es un nombre que adquirió el texto, un apodo que le pusieron al profeta que lo escribió porque se perdió el dato. Y su época tampoco es fácil precisar. El último de los profetas, Zacarías, murió lapidado. A partir de ahí hay una tradición judía que dice que Dios guardó silencio, un silencio profético y por eso el requisito sería que los libros habrían de ser escritos antes de esa fecha. Pues, resulta que igual cuando se analizan los textos, uno se da cuenta de que muchos de estos textos son bastante más cercanos.

Pero decíamos que lo que no podemos dudar es el crédito que los textos tienen como palabra, y como palabra de Dios. Lo mismo sucede en el Nuevo Testamento. Podemos decir que, de manera sencilla, sin profundizar demasiado, que la integración del Nuevo Testamento tiene básicamente ese criterio, el uso que en la Iglesia fueron teniendo los textos. Y como entonces su crédito, su uso, les dio esa categoría de palabra, palabra inspirada. Prácticamente el único texto del Nuevo Testamento que reclama para sí mismo su carácter de revelación es el libro de Apocalipsis, desde un principio. Cuando leemos el versículo uno dice: “La revelación de Jesucristo que Dios le dio para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto y las declaró enviándola por medio de su Ángel a su siervo Juan”. El único texto que realmente reclama para sí ese carácter de revelación es el Apocalipsis, pero en realidad el resto de los libros fueron acreditándose por su uso hasta que se fue definiendo cuáles eran los libros que lo integraban o que habrían de integrar el canon del Nuevo Testamento y así hasta llegar a tener lo que hoy hay: dos cánones, es decir, dos historias. Hay un momento en que la historia se divide y existen dos cánones: el griego, sobre todo el Antiguo Testamento y el canon hebreo con dos contenidos distintos, pero con dos historias respetables y reconocibles. Ojalá algún día mutuamente ambas tradiciones se concilien más y más aún en las iglesias. Que podamos reconocer no como apócrifos a los libros deuterocanónicos como eso, como deuterocanónicos, o sea, parte de otro canon.

Hablar del texto bíblico implica hablar de historias, de experiencias de vida. Ahí es donde se va dando la revelación de Dios. Si pensamos en el Antiguo Testamento, es la experiencia de un pueblo. En el Nuevo Testamento es la vivencia de la Iglesia, su integración, y la predicación del Evangelio. Una de esas experiencias es la que nosotros encontramos justo en Juan de Patmos, aquel Juan que se encuentra en una isla inhóspita. Posiblemente el paralelo a la isla de Patmos serían las islas Marías aquí en México. Una cárcel. Yo no las conozco, pero lo que escuchado de ellas es una referencia a un lugar bonito. Finalmente, unas islas que tienen playas y en las que se puede vivir. En realidad, eso no sucedió en Patmos. Era una isla pedregosa e inhóspita, difícil para la estancia y ahí está. Y es ahí donde recibe esta revelación que, como toda la palabra, habríamos de entenderla así. También como signo, el gran signo, escribe un autor refiriéndose a la vida. Y así es como recibe el vidente de Patmos esta revelación. Eso son los apocalipsis, de hecho. Y los apocalipsis, que son varios.

¿Qué textos apocalípticos tenemos? Uno en el Nuevo Testamento y es nuestro texto de referencia. Y otro en el Antiguo Testamento. El libro de Daniel es el otro texto apocalíptico. Y de ahí tenemos algunos textos sueltos en Isaías, de carácter apocalíptico, Zacarías. Y la apocalíptica se distingue por los signos, por hablar en señales, por hacer referencias simbólicas. Y entonces queda la tarea de quienes atienden a su mensaje, de poder descifrar. Y esa sería una labor de la comunidad, la tarea de leer el texto, de comprender no sólo el apocalipsis, sino el texto bíblico en una labor comunitaria como iglesia. Porque justamente es ahí donde la palabra se hace relevante, donde su autoridad se puede reconocer y se puede vivir a plenitud. Por eso, el texto dice en el versículo 3: “Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas. Porque el tiempo está cerca. Bienaventurado el que lee y los que oyen”. La comunidad encontrándose con la palabra. Esta expresión: “Bienaventurado el que lee y los que oyen”. “Los que oyen” puede estar también haciendo referencia a algo que sucedía allá en los tiempos antiguos y que puede ser que tampoco sea tan lejano de nuestros tiempos. ¿Quién sabía leer? No era tan fácil poder acceder al texto y entonces eran pocos los que sabían leer. Digo, no necesariamente. ¿Habría de sonarnos tan lejano? Porque pienso en mi propia comunidad hay gente adulta que no sabe leer. Hace algunos años platicaba yo con un hermano de la Iglesia y le pregunté por qué no se había hecho miembro, si toda la vida habías estado allí. Y lo que dijo fue eso: “Es que no sé leer”. Y lo hicimos miembro a través de un curso especial para él.

Pero sin duda que, en el contexto histórico de la Iglesia naciente, eso sería recurrente. ¿Y entonces? “Feliz es el que lee, pero también felices son los que oyen”. Y ahí se da el intercambio, el diálogo y ahí se da que la comunidad lee la palabra. La palabra es motivación, sin duda. Porque en la palabra nosotros hallamos justo lo que deseamos. Hallamos revelación, revelación de ese Dios que se aproxima a la humanidad y que está cerca. Que en Jesucristo se encarna. Y ahí encontramos al testigo fiel. el primogénito de los muertos. el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó y nos lavó nuestros pecados con su sangre y ahí hallamos, revelado en Jesús, al Dios cercano. Ese Dios que es próximo, que es el que se nos revela a lo largo del libro sagrado que es la Biblia toda.

Es, entonces, un Dios presente, es el que se revela en la zarza ardiente a Moisés. Que al cuestionamiento, a la duda: “Bueno, ¿quién les digo que me manda? Pues Yo Soy el que te manda. Yo soy el que estoy, el presente. Yo soy el que acompaña, que libera, que sustenta”. Y es lo que acontece en la historia del éxodo: ese Dios que está. Ese Dios que hace presencia es el que lidera y que los acompaña y que se hace presente después en el tabernáculo y se muestra en aquella nube que se manifestaba en el tabernáculo y que en las noches se hacía luminiscente. Se veía como la luz y como fuego, y que se manifestaba justo en el Tabernáculo. Cuando desaparecía era que se tenían que mover y les iba guiando. Y ese Dios se hacía presente y los sustentaba. Ese Dios presente, de relación íntima, de compañía. Nos queda mucho más claro en Jesús, ese testigo fiel que muestra no sólo compañía sino amor pleno, dando su vida por nosotros. Así que decir Palabra no solamente es decir algo por decirlo. Es decir, una palabra que revela, que motiva, que alienta, que da esperanza. Y podemos entonces, entender la expresión que Juan de Patmos hace cuando dice que estaba en esa isla por causa de la palabra y el testimonio de Jesús. Ahí está la motivación, pero también la experiencia. Quienes hemos recibido esa palabra tenemos experiencia. Y ése es el texto. Lo que nos ha acontecido, lo que hemos vivido, las experiencias de fe que tenemos. Si bien en el caso de Juan, aquí en el Apocalipsis, se nos describen como algo extremo. Sin embargo, cada una, cada uno, podemos hablar. Que el testimonio propio a partir del encuentro, de la motivación que da la palabra.

¿Cómo es que Dios se nos ha hecho presentes? ¿Cómo es que Dios se nos ha revelado? Y se nos ha revelado también cuando nos encontramos con ese Dios. A veces las experiencias no son sencillas, no son fáciles, pero Él siempre está presente. Estamos acostumbrados a leer el salmo 23 sólo en su primera parte. Cuando todos nos representa delicados pastos y aguas de reposo. Y no leemos la secuencia: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo”. Nos quedamos con la parte bonita y la parte que dice: “Cuando me vaya de espanto, entonces, no temeré, porque tú vas a estar conmigo”, y así. Cuando nosotros nos encontramos con el Dios de la Escritura, no con las promesas falsas de algunos predicadores, no, sino con el Dios de la Escritura. Sabemos que, cuando nos va bien, Dios está presente y cuando es complicada la situación, también Dios está presente. Y eso es lo que nosotros podemos decir por testimonio, y eso es lo que también nos está comunicando Juan de Patmos. Al compartir su experiencia, experiencia de la Iglesia.

Y aquí voy a hacer una maroma, discúlpenme. Este porque me habría de someter sólo al versículo hasta el versículo 11. Pero enseguida está lo que ve el apóstol. ¿Qué ve? En medio de los siete candeleros a uno semejante al hijo del hombre vestido de una ropa que llegaba hasta los pies y ceñido por el pecho con un cinto de oro, una ropa sacerdotal. En una manifestación divina. Y me salto hasta el versículo 16 en donde dice que tenía en su diestra siete estrellas y de su boca salía una espada aguda de dos filos y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza. La majestad manifestada en él. La espada es la palabra que también sale de su boca. Con un rostro resplandeciente que sólo puede ser divino. Y entonces le es revelado el mensaje, el signo de esta visión. Al vidente: “El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra y de los siete candeleros de oro”. “Las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias. Y los siete candeleros que has visto son las siete iglesias”. Es la visión de Cristo en medio de esos siete candeleros. Son las siete iglesias. Es Cristo majestuoso sosteniendo siete estrellas en su mano. La plenitud de la Iglesia, del número 7, pleno, total, completo. Y en medio el Salvador que sostiene esas siete estrellas. La luz, los candeleros. Y así nos lo dijo nuestro Señor Jesucristo: “Ustedes son la luz del mundo”, y eso es la Iglesia. Pero también las estrellas son luz, dice el relato de la creación, en Génesis 1, que Dios puso las dos grandes lámparas o lumbreras, el sol, la luna y las estrellas, para que iluminaran. Y las estrellas representan también luz, y es la tarea de la Iglesia, la manifestación del Cristo majestuoso sacerdotal, resplandeciente con autoridad. Que lo que sale de su boca es como una espada. Y su rostro resplandece. Ese resplandor también es el resplandor de la Iglesia representada. en los siete candeleros.

Pero Ángel, Ángelos, es “mensajero”. Pensamos en ángeles y pudiera ser que estamos pensando en seres sobrenaturales, celestiales, alados. ¿Por qué no quedarnos con los pastores? El ángel es el mensajero de cada comunidad, de cada Iglesia. Eso es el pastor, el que trae el mensaje. “Feliz el que lee y felices los que escuchan”. Y hoy que también celebramos el día del pastor, hay que decirlo, también es luz, es parte de esa luz. Cristo está en medio de la Iglesia y sustenta con su mano a sus ministros, a sus mensajeros, a cada ministro. Como aquel momento terrible y fuerte que vivió Juan. Que esa experiencia tiene como causa la palabra y el testimonio. Hoy hacemos un reconocimiento aquí a nuestro querido hermano Leopoldo Cervantes-Ortiz, ¿pastor por cuántos años?: 14 años, dos veces siete es simbólico, cabalístico. Así que en este tiempo en que se cumplen 14 años y se concluye un ciclo, que el camino sigue adelante y que, como esas estrellas en la mano del Señor, siga resplandeciendo. El Señor está en medio de su Iglesia. Feliz Día de la Biblia, feliz Día del Pastor, feliz día también a las abuelitas y los abuelitos. Que Dios les bendiga.

Culto de adoración, proyección y desafío, 29 de agosto de 2021

CULTO DE PROYECCIÓN Y DESAFÍO
DÍA DE LA BIBLIA


Salmo 119.97-104 / Apocalipsis 1.1-11, Traducción en Lenguaje Actual


1 Dios le ha mostrado a Jesucristo lo que pronto sucederá, para que él se lo enseñe a sus servidores. 2 Por eso Jesucristo se lo ha comunicado a Juan, su servidor, por medio de un ángel; y Juan ha puesto por escrito toda la verdad.

3 ¡Dios bendiga a quien lea en público este mensaje! ¡Y bendiga también a los que lo escuchen y lo obedezcan! ¡Ya viene el día en que Dios cumplirá todo lo que se anuncia en este libro! […

5 Yo, Juan, saludo a las siete iglesias que están en la provincia de Asia. Dios es el que vive, el que siempre ha vivido, y el que está por venir. Deseo que Dios y Jesucristo, y los siete espíritus que están delante de su trono, los amen a ustedes y les den su paz. Podemos confiar en que Jesucristo nos ama y dice la verdad acerca de Dios. Él fue el primero en resucitar, y es también el que gobierna sobre todos los reyes de la tierra.

Por medio de la muerte de Jesucristo, Dios nos ha perdonado nuestros pecados. 6 Además, Cristo nos permite gobernar como reyes, y nos ha puesto como sacerdotes al servicio de Dios su Padre. Por eso, ¡alaben todos a Jesucristo, y que sólo él tenga todo el poder del mundo! Amén. 

 

7 ¡Miren! ¡Cristo viene en las nubes!

Todos lo verán venir,

aun los que lo mataron;

y todos los habitantes del mundo

llorarán por él.

Así sucederá. Amén.


8 El Señor todopoderoso, el que vive y siempre ha vivido, y que está por llegar, dice: “Yo soy el principio y el fin”.

9 Yo, Juan, soy su hermano en Cristo, pues ustedes y yo confiamos en él. Y por confiar en él, pertenezco al reino de Dios, lo mismo que ustedes; tengo los mismos problemas y dificultades, pero también tengo la fuerza que Dios nos da para soportar esos sufrimientos. Por anunciar el mensaje de Dios y hablar de Jesucristo fui enviado a la isla de Patmos. 10 Pero un domingo quedé bajo el poder del Espíritu Santo. Entonces escuché detrás de mí una voz muy fuerte, que sonaba como una trompeta. 11 Esa voz me dijo: “Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias de la provincia de Asia, es decir, a las iglesias de Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea”.


Año XXVII, Núm.34, Domingo 29 de agosto de 2021


Preside: D.I. Mario González Pérez

Introito

¡Tus enseñanzas son maravillosas!
¡Por eso las sigo fielmente!
Cuando un maestro las explica,
hasta la gente sencilla las entiende.
Deseo conocer tus mandamientos;
¡me muero por entenderlos!   Salmo 119.129-131


Preludio                     Hno. Jacobo Núñez Cabrera

Salmo 19, 1er video         Melani Núñez Valverde

 

Una liturgia sincera y responsable

Dios mío, tú eres justo y juzgas con rectitud.
Los mandamientos que nos diste
son justos y dignos de confianza.
Mis enemigos me humillan
pero yo no olvido tus enseñanzas.
Me muero de enojo
porque ellos no las cumplen.
En cambio, yo las amo,
pues son puras como oro refinado.
Tú siempre actúas con justicia,
y tus enseñanzas son verdaderas.
Cuando estoy afligido y en problemas,
tus mandamientos son mi alegría.

Salmo 119.137-143


Oración de ofrecimiento

Himno: “Soberano Señor de los mundos” (60) 

El perdón divino llega como bendición

Ministro: Traemos ante ti, oh Dios, nuestra vida entera, con la confianza de obtener tu perdón para nuestras muchas faltas. Que tu amor y tu gracia nos rodeen, Señor.

Momento de oración personal. / Oración audible.

Unidos/as: Dios mío,
¡acepta mi oración y mis ruegos!
¡Dame entendimiento, y sálvame,
tal como lo has prometido!
Yo te cantaré alabanzas
porque me enseñas tu palabra. Salmo 119.169-171

Himno “Cerca, más cerca” (333) 

Celebramos la unidad en la fe

Saludos y felicitaciones de cumpleaños

Himno: “Dios, grande es tu amor” (56)

Salmo 19, 2o video       Ariel Osvaldo Trejo Núñez 

 

 


La oración común

Todo nos plantea problemas, incluso cuando creemos y obedecemos lo más posible. Orar en esta situación (y ésta es la de todo cristiano) significa: ir a Dios, pedirle que nos conceda lo que nos falta, la posibilidad, la fuerza, el coraje, la serenidad, la prudencia; que nos conceda obedecer la ley, cumplir los mandamientos. Y después que nos conceda continuar creyendo, creyendo a pesar de todo, y que renueve nuestra fe. Tal petición no puede ser dirigida más que a Dios. […] Porque es la palabra de Dios la que nos mantiene en esta situación en la que la oración llega a ser una necesidad.

Karl Barth (1886-1968)


Oración de intercesión 

Proclamación de la Palabra

Lectura del Antiguo Testamento     Salmo 119.97-104

Lectura del Nuevo Testamento         Apocalipsis 1.1-11

Salmo 19, audio                  Jedrik Zuriel Trejo Núñez 

Reflexión bíblica

 

“POR La palabra DE DIOS Y EL TESTIMONIO DE JESUCRISTO”

Pbro. Hugo Gallardo Duarte

 

La Palabra anima y fortalece

Himno: “Abre mis ojos para ver” (141)

Salmo 19, 3er video        A.I. Edith Martínez Vázquez

Acto de premiación del Concurso bíblico

 

La entrega de la vida entera

Den a los demás y ustedes también recibirán. Se les dará una cantidad mayor a la que puedan contener en su regazo, aunque se la haya agitado y apretado al máximo, siempre se rebosará. Porque con la misma medida que ustedes midan a los demás, Dios los volverá a medir a ustedes.  Lucas 6.38, Palabra de Dios para Todos

Himno “Padre, Dueño y Señor” (436)

Oración por las ofrendas

 

Encaminados/as por su mano amorosa

Un río alegra a los que viven
en la ciudad de Dios;
sus arroyos llenan de alegría
el templo del Dios altísimo.
La ciudad de Dios jamás caerá
porque Dios habita en ella;
Dios mismo vendrá en su ayuda
al comenzar el día.                                      Salmo 46.4-5


Bendición congregacional coral

Himno: “Cristo está conmigo” (330)

Postludio

Intereses de la comunidad

 

 


ACOMPAÑAMIENTO BÍBLICO-TEOLÓGICO

 

UN PASTOR PRESO VE A CRISTO

Juan Stam

 

J

uan aclara que está en Patmos por causa de la Palabra de Dios (su mensaje profético) y del testimonio de Jesús (su compromiso cristiano). Posiblemente la frase “testimonio de Jesús” (cf. 1.2) sugiera la idea de martirio: Jesús, “el testigo fiel” (1.4; cf. 2.13), puso su vida por el mensaje del evangelio, y Juan también arriesgó todo y por eso está preso. Fue sentenciado por causa de su actuación profética y por “la insistencia del profeta en proclamar el señorío de Cristo contra las pretensiones de otros señores”.

Por haber sufrido condena y castigo a manos del poder romano, Juan era lo que poco después se iba a llamar un “confesor”: un martus que ha dado testimonio (marturia) ante las autoridades, pero sin haber perdido la vida. […]

Al señalar que la visión le vino un día del Señor, Juan bien podría estar pensando con nostalgia en la comunidad reunida en tierra continental y en el culto que hubiera querido compartir con ellos. Pero Dios va a darle una celebración mucho más gloriosa ahí mismo en Patmos. Aquí está implícito el énfasis litúrgico presente anteriormente en la doxología de 1.4-8 y que se va a sentir en todo el libro, especialmente en Apocalipsis 4-5.

En la soledad de Patmos, Jesucristo interrumpió el silencio de Juan con una voz majestuosa como de trompeta. Cuando menos lo esperamos el Señor puede venir a hablarnos. La figura de la trompeta, primer instrumento musical que aparece en el Apocalipsis, es clásica en las teofanías bíblicas (Ex 19.12-19; Heb 12.19). En el mundo antiguo, que carecía de mejores medios de comunicación, la trompeta era el instrumento del heraldo que proclamaba los anuncios y noticias. La voz le manda escribir en un libro lo que va a ver, pues su “mensaje profético” sería abierto para todo el pueblo de Dios. Entonces, como pastor que era, tenía que enviarlo a las siete iglesias de Asia mencionadas ahora con sus nombres. Aunque este pasaje tiene ciertas características de un relato de vocación profética, es más bien la asignación de una tarea específica (cf. Ap 10). Evidentemente Juan ya había sido profeta y no tenía necesidad de incluir el relato de su vocación en su libro.


Apocalipsis. Tomo I. Buenos Aires, Ediciones Kairós, 1999 (Comentario bíblico iberoamericano), pp. 65-66.

Culto de Comunión y Apertura

5 de septiembre de 2021

“nos rEGOCIiJamos en la esperanza de

la gloria de dios”

Base bíblica: Romanos 5.1-8

Apocalipsis 1.9, L. Cervantes-O.

29 de agosto, 2021   Yo, Juan, soy su hermano en Cristo, pues ustedes y yo confiamos en él. Y por confiar en él, pertenezco al reino de Di...